miércoles, 30 de agosto de 2017

Ela não é brasileira





Un lector venezolano, residenciado en Boa Vista, nos envió esta ilustración de Sergio Paulo capturada en las redes con un comentario único: "Mira que feo".


A la altura del puesto de control conocido como La Balanza, en donde por tradición un par de funcionarios de Hacienda apenas observaba el ingreso de vehículos desde el extremo norte del Brasil, de cara a Venezuela, este miércoles 24, un efectivo del Ejército Brasilero pregunta: “Tudos são brasileiros?” y la pasajera del extremo derecho del asiento trasero intermedio responde, colocando su dedo índice izquierdo sobre la cabeza de la pasajera contigua: “Ela não. Ela é venezuelana”.

La extranjera se identifica y el efectivo invita al chofer del vehículo por puesto a seguir adelante. Entonces, la mujer de la ventanilla derecha insiste: ¿E você, não necessita carimbar (sellar su ingreso o salida)? A lo cual la mujer venezolana responde: “Não necessito. Tenho residência. Sou estudante de postgraduação”.

Por estos días, de acuerdo con las informaciones publicadas una y otra y otra vez por los sitios web, por los diarios, por las radios y televisoras de la entidad brasilera fronteriza con Venezuela, alrededor de 30 mil venezolanos moran en Boa Vista, la capital de la entidad brasilera que colinda con Venezuela.

La mayoría de ellos trabaja duro (8, 10, 12 horas) para pagar alquiler, comida, transporte y enviar el excedente (si lo hay) a sus familiares en Venezuela; muchos mendigan o imploran por un empleo en las puertas de los bancos, de las loterías, de los supermercados o en los semáforos de las principales avenidas; algunos deambulan o ven pasar el día y la noche en las plazas locales; docenas de mujeres ofrecen sexo por 80 reales (el equivalente a 280 mil bolívares) en los alrededores del Terminal de Pasajeros de Caimbé; algunos estudian y triunfan ejerciendo los oficios y profesiones para los que se formaron; los menos roban.

El cuentakilómetros registra el primero de los 230 kilómetros que separan este extremo del Brasil de Boa Vista. Se consumen los primeros 10 de los 150 minutos siguientes y las dos mujeres de las ventanillas intermedias laterales del carro por puesto vociferan, tras advertirle a la venezolana (sentada entre ambas) que saben que ella era diferente, que las venezolanas “são sujas”, que no lavan la loza inmediatamente después de comer y que acumulan lar ropa usada hasta no tener ni una pieza limpia; que las venezolanas  “são putas”, que ofrecen sexo por dinero en Boa Vista y que un grupo de ellas intentó hacer negocio en Tepequém, una localidad turística de estado de Roraima y que de allá las sacaron a pedradas; que las brasileiras hacen el amor con los ojos cerrados, disfrutando a plenitud del amor carnal y que en cambio las mujeres venezolanas abren los ojos para ver qué pueden robarle a su amante; que los hombres venezolanos están robando en Boa Vista, transformando el sitio en un lugar inseguro y que ambos, mujeres y hombres venezolanos son “bagunceiros” (desordenaros, flojos, bochincheros), aprovechadores que vivieron en Venezuela mientras el Gobierno les concedió beneficios y que ahora pretenden hacer lo propio en Brasil; que las tierras venezolanas “são maravilhosas” y “as bananas são asim”, de una cuarta de altura, pero que los venezolanos “não sabem trabalhar”; que la mayoría de quienes llegan a Boa Vista proceden de San Félix y Ciudad Bolívar y que “são malandragem”.  “Mas você não, você é trabalhadora é chique”, insisten refiriéndose a la pasajera del centro intermedio. Uffff….

Ellas dos, las brasileras de los laterales, son ex mujeres de mineros; de hombres que hicieron fortuna y que la perdieron tras hurgar durante años en las tierras de Guayana, ese espacio compartido entre Guyana, Brasil y Venezuela, conocido como El Dorado. Sin embargo, no se conocían hasta que coincidieron en el carro por puesto.

Tras desahogarse, coinciden en que conocen y adoran Venezuela; una de ellas, la de más edad, cuenta que vivió en Venezuela durante más de 40 año, que tiene hijos y nietos venezolanos y recibe un “benefíçio” de una institución policial regional, porque allí trabajó durante una década y la otra dice que anhela jubilarse y radicarse en Mérida -“Não ví cidade mais linda”- o en Margarita, “porque em Margarita o shopping tem de todo. Cadé a crisis?” Dónde está la crisis? Se pregunta recordando el Centro Comercial Costa Azul.

Mientras el carro por puesto rueda hacia Boa Vista, la prefecta Tereza Surita detalla durante una rueda de prensa los alcances de su plan para tratar la creciente migración de venezolanos. La Prefectura impulsará un censo y beneficiará con alquiler y comida a aquellos migrantes que estén en condición de calle. Este plan, según explicó, es una expresión de solidaridad que pretende sacarlos de la mendicidad, darles un plazo de seis meses para que puedan instalarse y encontrar empleo, al tiempo que una estrategia para proteger los espacios públicos que tanto le han costado a las autoridades locales y a la ciudadanía.

Sin embargo, no todo el mundo recibe la noticia como un gesto de buen corazón.

Las redes sociales se encienden con expresiones de rechazo hacia los venezolanos y hacia la prefecta. “Mira que feo”, comentó el amigo y lector que me envió la ilustración que acompaña a esta crónica.

En la Folha Web, Luan Guillerme Correia recuerda que aún espera para ser discutido y votado en el Senado Brasileiro la propuesta de enmienda de la Constitución 25/2012 que permitiria a los extranjeros residentes em Brasil votar en las elecciones municipales.

Una vez en Boa Vista, ambas mujeres descienden y los tres hombres, el conductor y los otros dos pasajeros hombres se disculpan con la venezolana. El chofer y el abogado, sentado a su lado, entusiasman a la venezolana a desoír a los brasileros.

El ocupante del asiento del fondo está furioso. Dice que vive en Tumeremo, una localidad minera del sur venezolano, en donde tiene una mujer y cuatro hijos, todos venezolanos.

Según su historia hace parte de los miles de brasileros que pasaron a Venezuela ante el cierre de los garimpos (campamentos mineros) en las tierras indígenas yanomami (en Brasil) durante la última década del siglo pasado. Dice que por nada del mundo dejaría Venezuela. Le gusta Tumeremo. Dice que se hace dinero y tiene dos casas bonitas.
Apenas fue a Boa Vista para renovar su título de elector.

Aunque esté furioso, él comparte con las dos mujeres una historia común: son migrantes que llegaron a Guyana tras la mina, el garimpo, el oro, los diamantes, esa ilusión de riqueza súbita que durante más de cinco siglos ha motivado a los hombres y a sus mujeres a entregarse en la búsqueda de El Dorado, sin importarles cuánto dejan atrás, la tierra que devoran a su paso, las fiebres palúdicas, la llaga brava (la leishmaniosis). El Dorado es oro, es gasolina, son reales es un salir de súbito de la pobreza.


 “Por qué esa mujer tuvo que decir, Ela não é brasileira. Ela é venezuelana, si este mundo es de todos y todos deberíamos poder ir a donde queramos”, insiste el pasajero del fondo hasta el momento de bajar. Han pasado exactamente 150 minutos.
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2 comentarios:

Pamela Llavaneras29 de agosto de 2017, 19:29
Excelente escrito, lamentable anécdota. Es sorprendente y molesto los contrastes de las señoras brasileras que hablan mal de los venezolanos pero que hicieron su vida en Venezuela y desean retirarse aquí.

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Anónimo30 de agosto de 2017, 6:37
Todos los dias encontraremos personas q hablan mal del vnzlno. Como tambien vnzlnos q hablan mal del gobierno pero desde otro pais. Sin tomar en cta la responsabilidad del desastre q hay en vnzla. Se debe a todos nosotros. Hicimos todo los q nos dió la gana y ahora llegamos a otro pais diciendo q tuvimos q salir de allá por la dictadura. Contradictorio. Al mismo tiempo mucha gente en varios paises se estan dando cta q el problema de vnzla es la conducta del vnzlno

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¿Quién escribe esto?

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Morelia Morillo
Santa Elena de Uairén, Estado Bolívar, Venezuela
Soy periodista. Trabajé durante casi una década en El Universal, pero -"por amor"- renuncié y me vine a la Gran Sabana. Cuando comencé a escribir este blog, lo hice para compartir con ustedes las particularidades de la vida en el extremo sureste venezolano, con un pie en tierra indígena venezolana y el otro en Brasil. Entonces, la Gran Sabana era un lugar prístino, tranquilo, seguro, aunque marcado por contrastes. Ahora, esos contrastes se han hecho dramáticos. La Gran Sabana sigue siendo el Paraíso, pero,de momento, es un edén vulnerado por los demonios desatados por la crisis del país. Act




2005 La Guayana Esequiba – Zona en Reclamación. Instituto Geográfico Simón Bolívar
Primera Edición

La Guayana Esequiba Zona en Reclamación
Terminología sobre cómo referenciar la Zona en Reclamación-Guayana Esequiba.


Nota del editor del blog:

Al referenciarse a la República Cooperativa de Guyana se deben de tener en cuenta los 159.500Km2, de territorios ubicados al oeste del río Esequibo conocidos con el nombre de Guayana Esequiba o Zona en Reclamación sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.

Territorios estos sobre los cuales el Gobierno Venezolano en representación de la Nación venezolana se reservó sus derechos sobre los territorios de la Guayana Esequiba en su nota del 26 de mayo de 1966 al reconocerse al nuevo Estado de Guyana:

“...por lo tanto, Venezuela reconoce como territorio del nuevo Estado, el que se sitúa al este de la margen derecha del río Esequibo y reitera ante la comunidad internacional, que se reserva expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el territorio de la Guayana Esequiba sobre el cual Venezuela se reserva expresamente sus derechos soberanos, limita al Este con el nuevo Estado de Guyana, a través de la línea del río Esequibo, tomando éste desde su nacimiento hasta su desembocadura en el Océano Atlántico...”
  



Mapa que señala el Espacio de Soberanía Marítima Venezolana que se reserva, como   Mar    Territorial mediante el Decreto Presidencial No 1152 del 09 de Julio de 1968

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