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Tomado de:
noviembre 29, 2013 2:20 pmPublicado en:
Desde el aire, el manto verde que cubre la Amazonia
venezolana deja entrever pequeños, pero cada vez más numerosos, agujeros.
En tierra, a 40°C bajo la sombra, cuadrillas de mineros
brasileños, colombianos y venezolanos devoran una de las zonas de mayor
biodiversidad del mundo en busca de oro, diamantes y coltán que, según
autoridades locales, sacan clandestinamente del país con ayuda de la guerrilla
colombiana de las FARC.
Como ocurrió a principios del siglo XX con la fiebre del
caucho, los fabulosos precios del oro -que triplicó su valor en la última
década- han hecho florecer un millonario e ilegal negocio que sabotea los
esfuerzos del Gobierno venezolano por frenar la deforestación en el pulmón del
planeta.
Organizaciones no gubernamentales de derechos indígenas, como
Survival International, calculan que hasta 4.000 mineros ilegales -o
garimpeiros- actúan en las entrañas del estado venezolano de Amazonas,
enclavado entre Colombia y Brasil.
Y según el gobernador Liborio Guarulla, lo hacen protegidos
por miles de combatientes de las FARC que se esconden del lado venezolano de la
frontera de 2.219 kilómetros de selva.
“La presencia de garimpeiros y guerrilleros en territorio
venezolano es evidente”, dijo Guarulla, un indígena de la etnia baniva que
gobierna Amazonas desde el 2001.
El político de 59 años, opositor al presidente socialista
Nicolás Maduro, recibió recientemente a un grupo de corresponsales extranjeros
en su despacho de Puerto Ayacucho, la capital de Amazonas a unos 540 kilómetros
al sur de Caracas.
Para ver una versión PDF de la historia, hacer click en http://link.reuters.com/gew94v
Durante una conversación en la modesta construcción de techo
de paja y paredes mohosas, acusó al Gobierno de no cumplir su compromiso con el
medio ambiente.
“La explotación ilegal de oro”, dijo “se hace de alguna
manera con el beneplácito de las Fuerzas Armadas. Cuando los indígenas se
quejan, inmediatamente son reprimidos”.
Autoridades venezolanas no estuvieron disponibles para
comentar las denuncias, pero en el pasado han negado acusaciones similares.
Maduro ha criticado a Guarulla por abandonar la coalición de partidos que
apoyaba al Gobierno y se ha referido a él como “muy corrompido, muy borracho”,
a pesar de que el gobernador jura ser abstemio.
A diferencia de antaño, cuando los garimpeiros se abrían paso
en la selva a machetazos, autoridades de Venezuela y los otros siete países
amazónicos han denunciado que ahora emplean maquinaria pesada para desviar
ríos, deforestar y remover una tonelada de sedimento para hallar apenas unos
gramos de oro.
Además, contaminan ríos y tierras con el letal cianuro que
usan para recuperar metales mediante el proceso de lixiviación.
Representantes de naciones amazónicas reunidos en octubre en
Brasilia dijeron que, muchas veces, las transnacionales de la minería esperan a
que los garimpeiros descubran una gran veta para tomar el control, apareciendo
como los salvadores del daño ambiental con su tecnología de punta.
LA MALDICION YANOMAMI
Ubicado en el extremo sur de Venezuela, Amazonas es un estado
escasamente poblado con un 25 por ciento de su superficie ocupado por el bosque
tropical más extenso del mundo: la Amazonia.
Además de producir un tercio del oxígeno que respiramos y ser
el hogar de innumerables especies de plantas y animales, la Amazonia es un
enorme depósito de oro, diamantes y coltán, un mineral estratégico utilizado en
la fabricación de teléfonos móviles, computadoras portátiles y misiles
teledirigidos.
Y el devastador avance de los garimpeiros tras esas riquezas
no sólo está acabando con la selva, sino también con sus habitantes: los
indígenas yanomami.
Nómades dedicados a la caza, la pesca y la recolección, los
yanomami ocupan 20 millones de hectáreas de selva prístina, un territorio del
tamaño del Reino Unido en la frontera de Venezuela y Brasil. ¿Su maldición?
Estar plagados de minerales.
En la década de 1980, una avalancha de 40.000 garimpeiros
acabó con la quinta parte de los yanomami, diezmados por la gripe y la malaria.
Desde entonces, organizaciones de derechos humanos han denunciado numerosos
asesinatos a manos de los buscadores de oro.
El año pasado, sin ir más lejos, una comunidad de 80 yanomami
en la frontera con Brasil fue masacrada por proteger sus tierras, según relató
uno de los sobrevivientes a radios y periódicos locales. El Gobierno venezolano
negó que hubiera ocurrido una masacre.
Reforzando la percepción de Amazonas como una vasta tierra de
nadie, los casi 20.000 yanomami que deambulan por la selva venezolana se han
convertido en mano de obra barata -o sencillamente gratuita- para los
garimpeiros.
“En varias comunidades hemos conseguido yanomami marcados con
números en sus hombros”, dijo Luis Shatiwe, un líder yanomami de 30 años al
mando de una organización que agrupa a varios pueblos indígenas de Amazonas.
Los mineros ilegales apresan a los indígenas y los tatúan
para reconocerlos cuando huyen, una práctica extendida en la Amazonia durante
la fiebre del caucho. “Los tienen como esclavos”, explicó el activista en
lengua yanomami.
Una decena de indígenas entrevistados por Reuters durante un
reciente viaje a Amazonas dijeron que los mineros actúan con total impunidad.
“¿Para qué uno denuncia? Si a los dos días encuentras a los
garimpeiros caminando alegremente por la calle. Aquí no hay autoridad que nos
pueda defender”, se quejó María Pérez, una indígena Hoti que nació en la Sierra
Maigualida, cerca de Brasil, pero se mudó a Puerto Ayacucho buscando seguridad.
Alarmados por los abusos de los garimpeiros, líderes
indígenas del estado Amazonas dicen estar también preocupados con la aparición
en sus tierras de campamentos de la estatal china Citic Group, a la que el
Gobierno de Maduro le encargó trazar el mapa minero de Venezuela.
Citic está a punto de comenzar el desarrollo de Las
Cristinas, una de las minas de oro más grandes del mundo en el sureste
venezolano, contigua a la Amazonia. Pero un portavoz de la empresa china en
Caracas negó que estén interesados en explotar oro también en territorio yanomami.
MAS GUERRILLEROS…
A mediados del 2010 el Gobierno del entonces presidente
colombiano Alvaro Uribe presentó ante la OEA supuestas pruebas sobre la
presencia de miembros de las FARC y el ELN -otro grupo guerrillero- en
territorio venezolano.
El otrora presidente de Venezuela, Hugo Chávez, negó las
acusaciones y, furibundo, rompió relaciones diplomáticas con su vecino. El tema
pasó pronto al olvido.
Pero en entrevistas realizadas en la frontera, soldados de la
Guardia Nacional venezolana y residentes dijeron a Reuters que una ofensiva
contra la guerrilla en Colombia empujó a las FARC hacia Venezuela.
En San Fernando de Atabapo, una pequeña, calurosa y
polvorienta ciudad a 218 kilómetros río arriba desde Puerto Ayacucho, se
refieren a los guerrilleros colombianos como los “muchachos”.
“Los muchachos vienen al pueblo, se abastecen de gasolina,
aceite y demás provisiones y se pierden otra vez en la selva”, relató Hassan
Fadel, un comerciante libio de 89 años, dueño de un abasto frente al puesto de
la Guardia Nacional encargado de la seguridad de los 10.000 habitantes de la
localidad.
Fadel, que ha pasado la mitad de su vida en Atabapo, contó
que antes los guerrilleros llegaban en uniforme de combate y exigían
provisiones. Pero de un tiempo a esta parte empezaron a aparecer vestidos de
civil y cargados de dinero para comprar alimentos, bidones de gasolina y motores
fuera de borda.
Lejos de la capital Caracas y accesible únicamente por el río
Orinoco o por avioneta, San Fernando de Atabapo fue la capital de Amazonas
hasta 1928. Y desde entonces parece que quedó suspendida en el tiempo.
En entrevistas durante una reciente visita, residentes de
Atabapo dijeron que al caer la noche avionetas supuestamente cargadas con droga
y armamento surcan los cielos estrellados en una danza conocida por muchos,
pero denunciada por pocos.
Frente al abasto de Fadel se yergue un pequeño puesto de la
Guardia Nacional venezolana atiborrado de motores fuera de borda nuevos, aún en
sus cajas, y bidones llenos de gasolina.
Aprovechando la ausencia de sus superiores, un soldado contó
que algunos oficiales hacen de la vista gorda al dejar pasar armas, drogas y
minerales que son sacados de Venezuela tras una larga travesía por el Orinoco.
“Muchos de los jefes encubren estas acciones porque están en
conchupancia (contubernio) con la guerrilla”, dijo el militar, que pidió no ser
identificado.
Reuters no pudo corroborar las denuncias.
Oficiales de la Guardia Nacional declinaron comentar sobre el
tema, pero dijeron que constantemente realizan operativos para impedir la
presencia de guerrilleros y mineros en la zona.
A unos metros de allí, decenas de botes, conocidos como
“voladoras”, descansan desordenados en un puerto donde espera, paciente, un ex
garimpeiro devenido en piloto de lancha.
“Ellos (los guerrilleros de las FARC) no sólo cuidan los
campamentos donde están los garimpeiros, también los escoltan río abajo”, dijo
el hombre, agregando que de vez en cuando regresa a los campamentos mineros
para trasladar mercancía.
Pero a medio camino entre Atabapo y Puerto Ayacucho, en el
municipio Autana, no todo el mundo está tan seguro.
“Vemos hombres vestidos con trajes militares yendo río arriba
pero no podemos saber de dónde son”, dijo Ramón Garrido, un político
independiente. “No tenemos las pruebas”.
…Y MENOS ARBOLES
La anarquía y la depredación de minerales no son las únicas
consecuencias de la presencia de garimpeiros y guerrilleros en la Amazonia
venezolana.
La deforestación en Venezuela aumentó en los últimos años a
un ritmo de 1.100 kilómetros cuadrados anuales, un agujero del tamaño de la
ciudad brasileña de Río de Janeiro, según cifras oficiales.
Y aunque no es comparable con los 5.843 kilómetros cuadrados
deforestados en Brasil apenas en el último año, es una de las tasas más altas
de los países de la cuenca amazónica.
Autoridades locales y organizaciones ambientalistas culpan de
la tala ilegal a los garimpeiros, pero según la Interpol la extracción de
madera se ha transformado en un negocio que puede llegar a mover hasta 100.000
millones de dólares al año.
A mediados de julio la policía internacional comandó un
operativo realizado por fuerzas de los países amazónicos y decomisó 292.000
metros cúbicos de madera.
Dos tercios del botín, valorado en 40 millones de dólares en
el mercado internacional, provenían de Venezuela. Pero la oficina de la
Interpol en Caracas declinó revelar más datos, argumentando que podía
comprometer su trabajo.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente cree
que el crimen organizado es responsable por un 90 por ciento de la
deforestación en las selvas tropicales.
“Las operaciones ilegales son cada vez más sofisticadas”,
dijo la agencia de la ONU en un reciente informe. “Las unidades del crimen
organizado a menudo falsifican firmas, ‘hackean’ las bases de datos comerciales
de los Gobiernos e incluso sobornan a los funcionarios para obtener un
permiso”.
Pese a los malos augurios para la Amazonia, el Gobierno
venezolano lleva a cabo un programa que prevé plantar unos 20 millones de
árboles en zonas deforestadas hasta el 2015.
Sobrevolando la selva en el pequeño avión que usa para
desplazarse por Amazonas, el gobernador Guarulla dice que ojalá la iniciativa
del Gobierno pueda, poco a poco, borrar los lamparones de tierra parda dejados
por los garimpeiros. Pero como muchos aquí, tiene dudas.
“¿Es posible que si Colombia llega a un acuerdo de paz con
las FARC ellos se retiren de Venezuela?”, dijo en alusión a las actuales
negociaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla. “¿O van a seguir en el
negocio? Porque es muy bueno”.
Reuters