http://www.elperiodiquito.com/secciones/viewarticle/1151/Jubilo-en-Maracay-por-arribo-de-heroes
Tomado de:
(A monseñor Rafael Conde Alfonzo, obispo de la Diócesis de
Maracay)
Y aquí nuevamente como todos los domingos… Ud. es viejo de verdad si se acuerda del inmenso revuelo que causó la llegada al campo de aviación, hoy Museo Aeronáutico, de los sobrevivientes del primer accidente aéreo que se produjo en Guayana el 23 de abril de 1937, (hace 77 años) que cubría la ruta Santa Elena de Uairén-Tumeremo, cuando un aeroplano Fairchild, piloteado por el capitán Jorge Marcano, as y pionero de la Aviación en Venezuela, con nueve personas a bordo, al agotarse la gasolina, arborizaron el plena selva.
Y aquí nuevamente como todos los domingos… Ud. es viejo de verdad si se acuerda del inmenso revuelo que causó la llegada al campo de aviación, hoy Museo Aeronáutico, de los sobrevivientes del primer accidente aéreo que se produjo en Guayana el 23 de abril de 1937, (hace 77 años) que cubría la ruta Santa Elena de Uairén-Tumeremo, cuando un aeroplano Fairchild, piloteado por el capitán Jorge Marcano, as y pionero de la Aviación en Venezuela, con nueve personas a bordo, al agotarse la gasolina, arborizaron el plena selva.
Fallecieron al instante Mr. Frederick Grant, agregado
comercial de la Embajada de los EE UU y Alfonzo Duque, trabajador de las minas.
Gravemente heridos el capitán Marcano, el teniente Mendoza, el
radiotelegrafista Fuenmayor, el escritor científico de New York Willian
Ambstrong Perry, el GN Serverón y la empleada de la mina Surukum, Lina Vallés,
mientras el único ileso fue el misionero capuchino Baltasar de Matallana, quien
venía a tratarse de un paludismo muy severo que había contraído en su
apostolado durante muchos años en los confines de Venezuela.
El colega Américo Fernández, que ejerce en Ciudad Bolívar y
excelente cronista, ha estudiado este y relata aspectos muy importantes, pueden
verlos por Internet.
¡Un verdadero milagro! ¿Quién era este héroe misionero?
Nacido en Matallana, León, España, en 1906 y fallecido en Madrid en 1966. Desde
muy jovencito la congregación Franciscana lo destina por largos años en
Venezuela, llegando por Delta Amacuro, eran tiempos del general JV Gómez, donde
soporta las penurias más graves, llevando la Cruz y mensaje evangelizador que
tanto se habla hoy en la iglesia de retomarla.
Vicisitudes de peligros en los ríos, las lluvias inclementes,
el hambre, la plaga que azotaba su cuerpo, el cuadro de indígenas verdaderos
esqueletos vivientes, también se extravió en un descuido en los indígenas y
pasó penurias sin moverse del sitio hasta que volvieron a rescatarlo. En fin,
todo esto que puedo condensar están plasmados en sus libros: “La Gran Sabana,
tres años de Misión de los Confines de Guayana”; “Excursiones por las Selvas
Tropicales de Guayana” y “Luz en la Selva”.
Observador de lo más mínimo, estudió la lengua, la música,
ritos, costumbres, gastronomía, las plantas de la región de Alto Caroní, se
convirtió en geógrafo e hizo croquis y mapas de aquella zona donde no existían
conocimientos científicos.
El Dr. Charles Brewer Carías lo considera un erudito que hizo
aportes valiosísimos a la ciencia, fue invitado a dictar conferencias de sus
experiencias en la Sociedad de Ciencias Naturales y en Europa, cuando puedo
regresar también despertó un enorme interés por escuchar de su viva voz como
auxilió a todos los heridos, que al cabo de 17 días fueron rescatados por una
expedición que ordenó el presidente de la República, Eleazar López Contreras,
al mando de mayor Miguel Rodríguez y un equipo.
Cuando ocurrió el milagro por un disparo de una escopeta del
Franciscano divisó a una rara avis solitaria y haciendo mucho ruido, para que
sirviera de alimento disparó, oyeron la respuesta de otro disparo a la lejos.
¡Increíble, estamos salvados! Otro cartucho quemado y otro de respuesta… y así
sucesivamente.
Fueron trasladados a Maracay el 16 de abril. Cito de su libro
Luz en la Selva: “la ola de gente apiñada en el campo de aviación para vernos
era incontenible, se abalanzaban sobre el avión antes que este llegara a su
término. Había peligro de una desgracia. Se detuvo el aparato y los ojos de la
multitud se clavaron en la portezuela. Apareció primero el piloto Marcano,
todavía vendado, pero sonriente. El delirio fue enorme ¡Salvado! ¡Es otra vez
nuestro! gritaban y sin dejarle posar pie en tierra se lo llevaron también en
hombros.
¿Y el fraile?
¿Y el fraile?
El fraile asomó entonces la puerta de la cabina y el chasco
fue universal. Todos esperaban a un hombre venerable, alto, canoso, de luenga
barba… Y lo que apareció fue un tipo común, de ojos hundidos, tez morena y unos
cuantos pelos en el sitio donde debería estar una venerable barba capuchina. La
gente lo coge también en hombros y lo lleva al sitio donde estaba Marcano. Allí
nos atiborraron de preguntas y de atenciones. Yo me sentía con el aturdimiento
de un indio salvaje que cae de sopetón en una populosa urbe. Contestaba es
verdad, a todas las preguntas de los reportero…
De allí nos llevaron en cómoda limosina a la Policlínica de
Maracay para un minucioso reconocimiento de nuestro estado de salud…
¡Cosa rara! Yo salía de la misión para reponerme en Tumeremo
de las fiebres palúdicas que me estaban agotando. Durante los días de extravío
en la selva no sentí el menor síntoma de fiebre. Llego a Maracay y me
sobreviene un ataque palúdico con fiebre de 40 grados llegando al delirio, pues
dicen que cuando estaba en acción comatosa llegaron a visitarme mucha gente,
más yo no tengo reminiscencia de haberlos visto. Pero estaba junto a la ciencia
y la medicina. Pronto hicieron que la fiebre descendiera me sometieron a un
certero tratamiento y hasta el día que esto escribo, diciembre de 1947, no he vuelto
a sentir fiebre palúdica.
Las visitas al capitán Marcano eran numerosísimas y luego
pasaban por la curiosidad a visitar al misionero de Dios cuyo nombre quedó
sembrado en el corazón de los maracayeros de aquellas generaciones.
De Maracay pasé a Caracas donde los padres Capuchinos tienen
una residencia confortable. La generosidad y la amabilidad de todos los
venezolanos quedó brillantemente rubricada con este hecho de rescatarnos. Mi
gratitud a los maracayeros para todos perdurará con el carácter de esos favores
que, una vez recibidos, no se olvidan jamás”.
Por razones de espacio es imposible seguir relatando las
obras que continuó realizando este cura que se hizo muy popular. Es un libro
cuya hazaña es digna de llevarla a la pantalla grande y que la Congregación de
Franciscanos desempolve este caso, pues es digno de santidad. Esto último me lo
dijo el coronel Marcano en una entrevista que le hice y agradeció a Dios de
llevar a ese pasajero que a su juicio era un santo varón… Le pido por su digno
conducto, monseñor Conde, hacer llegar esta crónica al superior en Venezuela de
los Franciscanos. Y sobre el coronel Marcano les ofrezco otra crónica que bien
merece ¡Se sorprenderán!
Volveremos con más recuerdos….
Volveremos con más recuerdos….
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