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Tomado de:
32º ANIVERSARIO DE LA GUERRA DE LAS MALVINAS
Marineros de O Morrazo revelan la historia del
"Usurbil", un pesquero que fue militarizado para espiar a los
ingleses
15.06.2014 | 20:07
Juan Casas (izquierda) y Fernando Otero (derecha) iban a
bordo del "Usurbil" cuando fue militarizado por la guerra de las
Malvinas. // G.Núñez
Este fin de semana se cumplen 32 años del final de la guerra
de las Malvinas, un conflicto que en la conciencia colectiva de muchos
argentinos permanece como una herida abierta y sin cicatrizar. Fue un
enfrentamiento entre Argentina e Inglaterra, pero como en toda guerra siempre
hay civiles y lo que los militares llaman daños colaterales. Una de esas
historias colaterales es la del "Usurbil", un pesquero que fue
militarizado por el Gobierno argentino y que durante 28 días efectuó labores de
espionaje. A bordo había una numerosa tripulación gallega, que de repente se
vio inmersa en una guerra que no era la suya.
El "Usurbil" era un barco de la hoy extinta
Pesquera Vasco Gallega. Donde antes estaba su sede, en el Berbés, hoy está
Pescanova. La historia de este pesquero podía ser como la de otros de su clase,
que empezaron faenando en aguas del sur de África y que a finales de la década
de 1970 se trasladaron en busca de nuevos caladeros a Argentina y a las
Malvinas. Siempre con la obligación de constituir una empresa mixta en el país
sudamericano, lo que venía a significar que desde ese momento el buque pasaba a
tener bandera argentina y los principales mandos serían también del país. Su
historia podía ser como la de cualquier otro si no fuese por su marea número
23. No es que fuese una marea histórica por la cantidad de pescado capturada.
En realidad, durante los 28 días que duró, sus aparejos no tocaron ni una sola
vez el agua y no pescaron ni la primera merluza. Aunque como otras muchas veces
el barco zarpó una tarde del puerto de la localidad de Ingeniero White, aquella
no fue una vez más. Era el 20 de abril de 1982 y en aquel momento Argentina e
Inglaterra estaban enfrentadas por la guerra de las Malvinas, un archipiélago
que el gobierno de la dictadura militar argentina había decidido recuperar por
las bravas el 2 de abril de 1982. Un golpe de efecto para ocultar su nefasta
gestión económica y una inflación brutal bajo una oleada de patriotismo. Esa parte
de la historia es bien conocida: la guerra acabó con una derrota argentina y
fue el fin de la dictadura.
La tripulación del "Usurbil", con 22 españoles a
bordo y la gran mayoría gallegos, no lo sabía entonces pero el buque estaba a
punto de ser "militarizado". Iba a ser empleado como barco espía
camuflándose bajo su apariencia de pesquero. Una táctica que la dictadura
argentina empleó con otros pesqueros, aunque la historia del
"Usurbil" apenas se conoce. A bordo iba el vecino de Bueu Fernando
Otero, que era el tercer oficial de máquinas; el cangués Juan Casas, que era
contramaestre; o los hermanos José y Paco Piñeiro, de Pontecaldelas, y que eran
jefe de cocina y marinero respectivamente. El buenense, ahora jubilado, guarda
los recuerdos casi intactos de una historia apenas conocida y divulgada. Tanto
que ha escrito un libro sobre aquel suceso y para el que busca una editorial.
Ésta es su historia. Cuando el "Usurbil" sale de
Ingeniero White lo hace oficialmente para pescar y raro es el tripulante que
durante los días previos dudase sobre la conveniencia o no de embarcarse. La
guerra entre Argentina e Inglaterra acababa de empezar y su lugar de faena
estaba en mitad de la zona de conflicto. Lo que ni siquiera podían imaginar es
lo que sucedería después. Fernando Otero recuerda perfectamente como en la
medianoche de aquel 20 de abril, en mitad de su guardia en la sala de máquinas,
llegó el médico del barco para decirle: "Che Fernando nos vamos pal
frente. Hay que ir a Mar del Plata a coger material quirúrgico y de
resusitasión para recoger a pilotos heridos en combate". La primera señal
evidente de que aquella no iba a ser una marea más.
"Non era a nosa guerra"
La reacción del oficial buenense fue avisar al resto de la
tripulación española y preparar su maleta para bajarse en Mar del Plata.
"Aquela non era a nosa guerra", dice. Pero no tuvo esa oportunidad.
El "Usurbil" fue a Mar del Plata, aunque no llegó a ir al puerto. Fue
una lancha la que se acercó al pesquero y a bordo subieron un responsable de la
empresa en Argentina y un militar, que se fueron directamente al camarote del
capitán, que se llamaba Adolfo Arbelo. Allí estuvieron alrededor de una hora y
al cabo de ese tiempo sólo salió el representante de la empresa, que se subió
inmediatamente a la lancha y dejó con la palabra en la boca a Fernando Otero,
que le reclamaba explicaciones. "O único que me dixo foi : ´No os
preocupéis, ya le avisaremos a la familia. No pasa nada´. Os españois non
tivemos a ocasión de ir para terra", recuerda.
Poco después se celebró una reunión en la cámara de oficiales
en la que se presentó el militar, que era un alférez de fragata y que comunicó
a los oficiales la nueva situación: el barco estaba militarizado, la radio
estaría en contacto las 24 horas con Buenos Aires y las comunicaciones de la
tripulación con sus familias quedaban prohibidas de manera momentánea. Fue un
momento de gran tensión, tal como relata y cuenta Fernando Otero. "Eu
repliqueille que a tripulación española non tiña nada que ver con aquilo: os
nosos contratos eran españois, tiñamos a Seguridade Social española e
cobrábamos en pesetas", explica. Aquellas razones, y el hecho de que
España en aquellos momentos mantuviese relaciones diplomáticas con los dos
países en conflicto, no sirvieron de nada. Sólo para recibir una amenaza en
absoluto velada. "Viu a dicirme que xa non se podía facer nada e que
ademais naquelas circunstancias eu era un oficial da Marina Mercante de
Argentina e que me podía procesar por sedición", rememora el buenense Fernando
Otero. A bordo también había otro oficial español: el patrón de pesca vasco
José Mari Samaniego, al que recuerda con gran cariño y respeto y al no le quedó
más remedio que asumir lo que ocurría.
En aquellos primeros momentos el "Usurbil" no
navegaba solo ya que lo hacía en formación con el "María Luisa" y con
el "Narwal", que poco después se haría tristemente famoso.Al
principio navegaban rumbo a las Malvinas, aunque poco después pondrían
dirección a Brasil. Durante esos días el capitán del "Usurbil" se
tomó muy en serio su papel y dio el alto a algunos barcos, reclamando que se
identificasen. "Tivemos que chamarlle a atención", recuerda Otero. Y
es que la actitud del oficial estaba poniendo en evidencia que aquellos buques
no estaban precisamente pescando.
El 30 de abril de 1982 los barcos se separan. El "María
Luisa" regresa a puerto, el "Narwal" se dirige hacia las
Malvinas" y el "Usurbil" enfila más al norte, en dirección a la
isla Ascensión, en mitad del Atlántico. Durante los siguientes días la
tranquilidad fue la nota predominante e incluso el capitán se dirige al cangués
Juan Casas para decirle que prepare los aparejos para largar y pescar algo.
Aquella orden le sorprendió y fue a hablar con el pesca, José Mari.
"¿Largar el aparejo? ¿Para qué? ¿Para coger mariposas?", fue la
contestación del patrón. En aquellos momentos estaban en fondos de 2.000 metros
de profundidad y los aparejos del "Usurbil" eran de arrastre, para
fondos de no más de 200 metros.
El 2 de mayo la tripulación tuvo la única ocasión de ponerse
en contacto por radio con sus familias, pero con la advertencia de no revelar
ningún detalle sobre su "misión". Fernando Otero rememora con una
sonrisa que le dijo a toda la tripulación que al despedirse le dijesen a sus
familias que "diesen saludos al señor Caride". Era el jefe de
personal en Vigo y la vana esperanza del oficial era que si empezaba a recibir
esos saludos nada habituales empezase a pensar que algo raro pasaba a bordo. La
artimaña no funcionó porque las familias no dieron mayor importancia a aquella
petición y Caride nunca recibió aquellos saludos.
El día D
El 8 de mayo de 1982 fue el día D para el
"Usurbil". Fernando Otero estaba en la guardia de cuatro a ocho de la
tarde, solo en las máquinas con un engrasador chileno llamado Vargas. De
repente, desde el puente reciben la orden de moderar. "Notei que pasaba
algo raro e dixenlle a Vargas que subise", relata. Cuando el chileno
regresa la respuesta fue de lo más desconcertante: "No sé que pasa, pero
la gente está con los chalecos y dispuestos a subirse a los botes
salvavidas", le dice. La reacción del oficial buenense fue poner en marcha
otro motor y ordenarle a su compañero que iniciase la maniobra de achique. Sin
embargo, no pasó nada más.
Al acabar la guardia Fernando Otero se enteró de lo que había
ocurrido: el "Usurbil" se había encontrado de frente con una flotilla
inglesa formada por ocho barcos, que en el radar aún aparecían en formación de
"3,3,2". Los británicos dieron orden al "Usurbil" de que se
apartase, a lo que el capitán argentino Adolfo Arbelo se negó respondiendo que
"iban en rumbo de colisión". Al final, de uno de los barcos despegó
un helicóptero y obligó al "Usurbil" a apartarse. Este era uno de los
momentos que esperaba el militar que viajaba a bordo, que de su maletín sacó
una cámara fotográfica y empezó a tomar imágenes de los barcos ingleses.
El cangués Juan Casas estaba en la cubierta y recuerda
aquellos momentos de gran tensión. "Era xa a noitiña e cando foi aquilo
preparámonos para o que puidese pasar: collemos a machada e a ferramenta por se
había que soltar os botes salvavidas", rememora.
Al final no fue necesario y argentinos e ingleses siguieron
su rumbo. Eso sí, en el "Usurbil" poco después de aquel momento de
tensión comenzó a sonar música de fiesta en los altavoces y a escucharse gritos
de "se rajaron, nos tuvieron miedo".
De todos modos la marea del pesquero estaba a punto de
concluir. A las nueve de la mañana del 9 de mayo entraba un mensaje por el
radiotelégrafo que procedía de Buenos Aires: "El mercado está
saturado". Era la señal, la clave que indicaba que era momento de regresar
a puerto. Según cuenta Fernando Otero, el capitán intentó convencer a los
mandos militares para continuar con la "misión" y empleó otra clave:
"Estamos siguiendo un cardumen de merluza". Sin embargo en Buenos
Aires no estaban para muchas bromas y ordenaron el regreso inmediato. La razón
la descubrieron de enseguida: hacia apenas unas horas la flota inglesa había
atacado al "Narwal", el pesquero que había acompañado en los primeros
días al Usurbil y había fallecido un civil. "Os ingleses sabían
perfectamente que era un barco espía e cando entraron no ´Narwal´ preguntaron
polo militar que sabían que estaba alí", asegura Fernando Otero. Por su
parte, Juan Casas también lo tiene claro: "Os ingleses sabían ao que
andabamos... ¡se tiñamos todo o día a bandeira arxentina arriba! Puideron
enviarnos ao fondo antes que ao ´Narwal´, pero non quixeron", sostiene.
El regreso a Argentina no fue fácil. El "Usurbil"
se encontraba lejos de la costa y la Royal Navy había advertido que cualquier
barco que estuviese fuera de las 200 millas de las aguas territoriales sería
considerado enemigo. "Non nos quedou máis remedio que achegarnos ata
Brasil para bordear a súa costa e a de Uruguai ata chegar a porto",
recuerda. Finalmente, el 13 de mayo de 1982 el "Usurbil" llegaba a
Buenos Aires para concluir una marea de 28 días con sus bodegas vacías y en la
que tuvo que ejercer de espía. Poco antes de llegar Fernando Otero tuvo un
último gesto. "Tiña unha daquelas libretas de publicidade do Banesto e
anotei todas as posiciós. Rompín a libreta e tireina ao mar antes e chegar;
tiña medo", sentencia.
La dictadura militar premió a la misión con un plato
decorativo... "Made in Hong Kong"
Ayer se cumplían 32 años del final de la guerra de las
Malvinas y los recuerdos de aquella marea 23 han acudido en numerosas ocasiones
a la mente de aquella tripulación del "Usurbil". Muchas veces en
forma de pesadilla, tal como reconoce Fernando Otero. El buenense es el más
decidido a la hora de dar a conocer aquella historia hasta ahora casi
desconocida que les tocó vivir y por eso ha escrito el libro. Le ha costado
convivir con aquellos recuerdos y en los últimos años ha visto versiones e
información en diversos foros de Internet que no se ajustan a la realidad de lo
que él y sus compañeros vivieron.
La más reciente es de abril de este mismo año, en un blog
llamado "Marina Mercante Argentina" donde hay una entrada titulada
"Barcos pesqueros. Jorge Muñoz: "Misión cumplida" y que contiene
una serie de afirmaciones que Fernando Otero desmiente categóricamente, como el
hecho de que la tripulación conocía de antemano la "misión" y que los
españoles fueron desembarcados en Mar del Plata. Tanto él como Juan Casas dan
fe de todo lo contrario, al igual que los hermanos Piñeiro, con los que
retomaron el contacto hace poco. Aún así, los dos antiguos marineros de O
Morrazo son prudentes a la hora de calificar aquellos hechos: "Nós
traballabamos para unha empresa española, cobrando en pesetas, cotizando na
Seguridade Social de España e non nos deixaron desembarcar... Non sabemos se
aquilo foi un secuestro, pero parecíaselle bastante", aseguran.
Las familias no supieron nada de lo ocurrido hasta que
después de aquella marea llegaron de nuevo a Galicia, el 19 de mayo de 1982, y
contaron lo que había sucedido. También se lo contaron a la empresa Pesquera
Vasco Gallega, que "nos recoñeceu que sabía que o barco estaba
militarizado, pero que non puideran facer nada". A pesar de no haber pescado
absolutamente nada, aquella marea la cobraron como una más. Algunos de los
tripulantes decidieron quedarse y seguir en Argentina, mientras que otros
tardaron bastantes años en regresar. Fue el caso de Fernando Otero, que se
volvió al banco canario-sahariano, donde durante la década de 1970 había
llegado a ser el oficial de máquinas más joven de la flota de congeladores de
la Casa Mar. Fue precisamente cuando regresó allí, el 15 de junio de 1982,
cuando se enteró de que la guerra había finalizado con la rendición de
Argentina.
Aquellos marineros que fueron enviados al frente sin saberlo
son críticos con la actuación del gobierno de la dictadura. Pero también
encuentran motivos para la ironía. "Cando chegamos a Bos Aires nos
reuniron e os militares fixeron entrega de un plato decorativo. Un solo plato
para toda unha tripulación de 50 homes", cuentan sonriendo. Pero no es lo
único que recuerdan sobre aquel peculiar reconocimiento. Era un plato
"Made in Hong Kong", entonces aún colonia británica. Ironías de la
vida y de la guerra.
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