Tomado de:
La riqueza mineral de la mayor reserva indígena en territorio
brasileño atrae numerosos riesgos para la población de la zona
Talita Bedinelli Boa
Vista (Roraima) 30 DIC 2014 - 03:51 CET5
Una indígena yanomami
en la reserva brasileña. / Afonso C. Lima Jr.
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Un monomotor con dos funcionarios de la Fundación Nacional
del Indígena (Funai) sobrevuela la Tierra Indígena Yanomami, en la Amazonía
brasileña, cuando pasa por la aldea de los Moxihatetea, un grupo que vive
aislado. Allí se llegaron a reunir hasta 80 indígenas, a los que el organismo
vigila a distancia desde los años setenta. Pero ese día, el pasado 18 de
diciembre, el lugar se encontraba vacío por segunda vez en un mes. El equipo no
sabe qué le ha pasado al grupo, que ni siquiera mantiene contacto con los
yanomami de otras aldeas, pero temen que hayan sido diezmados.
A 30 kilómetros de allí, en un claro del bosque, dos hombres
empleaban una manguera de alta presión contra un barranco. Extraían oro.
"Puede que los indígenas, que viven allí desde hace décadas, hayan huido.
Pero nos preocupa, sobre todo, que hayan muerto por la acción de los buscadores
de oro", afirma João Catalano, coordinador del Frente de Protección
Etnoambiental Yanomami y Ye'kuana de la Funai.
Catalano teme que se produzca una
nueva tragedia por la extracción intensiva de minerales, que ha regresado
con fuerza a esta región de la Amazonía, en el Estado de Roraima (al noroeste
de Brasil). En los años noventa, cientos de nativos murieron por la violencia y
las enfermedades que genera esa actividad. La Funai estima que al menos 3.000
buscadores de oro actúan hoy en la tierra de los yanomami, un área de 9,6
millones de hectáreas, un territorio mayor que Portugal (9,1 millones de
hectáreas). Se trata de la
mayor reserva indígena del país, con 300 aldeas y 25.000 nativos que hablan
cinco lenguas distintas.
Esta región de la Amazonía es una de las
más ricas en oro del territorio brasileño, sostiene Crisnel Francisco
Ramalho, presidente del sindicato de los buscadores de oro de Roraima. Esta
actividad, aunque sea ilegal —no existe ningún tipo de licencia para la
extracción de este metal, según el Departamento Nacional de Producción
Mineral—, es tan importante en ese Estado brasileño que en la principal plaza
de su capital, Boa Vista, hay una estatua en homenaje al buscador de oro.
Esta actividad es tan importante en ese Estado brasileño
que en la principal plaza de su capital hay una estatua en homenaje al buscador
de oro
A lo largo de las tres horas que duró el vuelo, Catalano
encontró diez indicios de la presencia de buscadores de metales: ocho botes
para retirar oro del fondo de los ríos, dos grandes puntos de extracción de oro
y tres pistas ilegales de aterrizaje, cortas y peligrosas. A principios de
diciembre, una operación que duró diez días logró encontrar 38 botes y detener
a 98 personas. Cada bote retiraba hasta tres kilos de oro al mes, según la
Policía Federal. Cada gramo de este metal cotizaba a 38 dólares el pasado 23 de
diciembre, de modo que los 38 botes juntos facturaban unos 4,3 millones de
dólares al mes.
La gran extensión de la región es uno
de los factores que dificulta su supervisión, pero la vigilancia del
Gobierno tampoco ha sido muy efectiva. El Ejército efectuó este año apenas dos
operaciones junto a la Funai. Las investigaciones de la Policía Federal han
resultado en la denuncia de 38 personas este año por el Ministerio Público
(Fiscalía). Así que recae en la Funai, con solo 18 funcionarios, un reducido
presupuesto y con pocos vehículos eficaces, la principal labor de vigilancia.
En los últimos tres años, el organismo ha realizado 28 operaciones en las que
han divisado a 2.000 personas y 200 botes en los ríos. "Se arresta a diez
buscadores de oro, pero luego aparecen otros diez que hacen el mismo tipo de
servicio. Tenemos que hacer una investigación más inteligente, junto a una
mayor fiscalización del Estado", sostiene Fabio Brito, procurador de
defensa del Medio Ambiente.
Una familia de yanomami
en la reserva brasileña. / Afonso C. Lima Jr.
La extracción de oro ha tenido efectos
drásticos en la tierra yanomami. En la aldea de Papiú, al borde del río
Couto Magalhães, uno de los preferidos por los buscadores del metal desde los
años ochenta, hay relatos sobre indígenas que fueron atraídos para realizar la
actividad. "Algunos ayudan en cambio de una red de pesca o de
dinero", cuenta el agente sanitario Arokona Yanomami. Otro nativo asegura
que el pago por llevar a grupos de buscadores de oro a lo más profundo de la
selva puede llegar a 2.600 dólares.
A principios de este año, durante una operación de la Funai
que destruyó 20 botes cerca de Papiú, un yanomami de esta aldea que ayudaba a
los funcionarios fue asesinado por otros dos indígenas de Venezuela, el país
con el que hace frontera. La aldea les acusa de haber actuado al mando de los
buscadores de oro, y pretende vengarse. "Hay la posibilidad de un
conflicto interétnico", afirma Catalano.
Cada gramo de este metal cotizaba a 38 dólares, de modo que
38 botes facturaban unos 4,3 millones de dólares mensuales
En 1987, cuando cerca de 20.000 buscadores de oro se
concentraron en los alrededores de Papiú, aumentaron los registros de malaria,
neumonía, tuberculosis y de enfermedades de transmisión sexual entre la
población. Cuando el Gobierno decidió en 1991 demarcar el área, las mujeres de
la aldea hicieron un ritual: quemaron las faldas que habían pasado a usar tras
el contacto con los buscadores de metal. Muchas las habían recibido a cambio de
sexo. Las piezas se habían convertido en el símbolo de los males que la mezcla
supuso para este pueblo.
El día del vuelo de vigilancia, una chica de 12 años llamó la
atención del equipo. Era la única de un grupo de cerca de 15 mujeres que tenía
el cuerpo cubierto. Usaba un sostén de algodón negro y una falda corta de
colores. Arokona, con la autorización de la abuela de la chica, contó que un
yanomami le había llevado hasta los buscadores de oro. Allí, tuvo relaciones
sexuales con los forasteros. Iba con otras dos chicas de la misma edad. Cuando
el avión despegó, se pudo ver muy cerca de allí un lugar donde se extrae oro.
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