http://ramonurdanetavenezuela.blogspot.com/2012/02/el-inicuo-tratado-sobre-el-esequibo.html
Pero como “con la Iglesia te has topado, hijo mío”, según el decir antiguo, en
cuanto al costado oriental de Venezuela o la Nueva Andalucía, según el trato de
la época, la cosa fue más seria, porque a partir del Tratado delimitante de
Tordesillas también Venezuela limitaba por leguas en esa dirección hasta las
bocas del río Amazonas, lo que nunca se llevó a efecto en el uti possidetis
iuris, o sea el derecho mediante la posesión del terreno, pues de antaño en
aquellos lejanos parajes se establecieron dependencias francesas y holandesas,
de lo que España se hacía de la vista gorda, e incluso llega a reconocerse esa
posesión al oriente del río Esequibo, que primero fue holandés y luego
británico, por convenios del tiempo, de donde a partir de la línea marcada por
las aguas del Esequibo, del naciente a su desembocadura en el Atlántico,
siempre se consideró de Venezuela, salvo algunos castilletes y vanas
ocupaciones temporales que hacían los holandeses en busca de esclavos y, como
siempre, en pos del oro. Por causa, pues, de este noble metal, que
desorbitaba los ojos a muchos imperios, como también el dominio sobre las bocas
de los grandes ríos [el Nilo, etc.], puesto que tales cursos de agua eran para
la época las solas vías importantes de comunicación interioranas rumbo a la
riqueza o la muerte, Inglaterra, que desde el siglo XVI discute con España la
colonización de América, en Venezuela tocó ese movido papel desde tiempos de
Walter Raleigh y su idea de El Dorado, deseo que se mantiene en el tiempo y más
cuando a nivel del siglo XIX se descubren vetas auríferas y diamantíferas en el
río Caroní, que es afluente del padre río Orinoco. Entonces ardió Troya, porque
los ingleses ni cortos ni perezosos empezaron a correr los flacos linderos de
su Guayana rumbo al oeste y de pronto el avance paulatino se encontró con que
el Tío Sam moviendo la bandera de la Union Yack avanzaba sin parar en
territorio venezolano, que es cuando en tiempos del presidente Antonio Guzmán
Blanco se forma la marimorena de la copla en el sentido grande de expulsar a
los venezolanos que se resistan mediante las diabluras de un geógrafo
bandido, venal y tarifado que allí ejecutan y traído desde Afganistán, donde
había cometido las mismas pilatunas de linderos a favor de Inglaterra y llamado
Robert Schombruck. Pues bien, como escribo en mi libro “Historia Oculta de
Venezuela”, para el año de 1885 Venezuela produjo 8.200 kilogramos de oro puro
o sea de 24 quilates en sus minas de Guayana, de donde se apresura la invasión
inglesa del territorio cruzando el río Yuruary, mientras por si acaso los
britanos mantienen dos cañoneras en las bocas del río Orinoco [cobrando luego
un peaje marítimo], a sabiendas que este país produce al momento el 6%
del total mundial de esta áurea riqueza, y ya para el año 1887 con el mayor
desparpajo de los mapas sube la extensión guayanesa británica de un área de 33.000
millas cuadradas a 76.000, sin que tiemble el vocero londinense para
manifestarlo. Y para 1890 el voraz imperio inglés había ocupado 203.310
kilómetros cuadrados, contándose entre ellos la cuenca aurífera del río Cuyuni
y los caseríos circundantes, lo que trae por consecuencia que para 1896
Venezuela rompe relaciones diplomáticas con el imperio inglés, mientras otros
territorios americanos permanecen bajo su garra, como el caso extremo de las
islas Malvinas.
En el verano siguiente y según escribe el doctor Mallet-Prevost el equipo
arbitral se reunió en París, donde este joven letrado conoce al juez inglés
Collins, quien en busca de la verdad no era muy proclive al despojo
colonialista hecho por Inglaterra, por lo que criticaba esa actitud, dando a
entender por sus estudios que se inclinaba a favor del argumento devolutorio
sostenido por Venezuela. Luego el Tribunal entró en receso por dos
semanas, mientras los árbitros ingleses viajan a Londres en compañía del árbitro
juez De Martens. A la vuelta de este rápido viaje Mallet notó con sorpresa que
el inglés doctor Collins, con algún lavado de cerebro de estos tres
acompañantes, sufre un cambio notable frente al problema pendiente, en que
hacía pocas preguntas, de donde los representantes de Venezuela Fuller y
Brewer, entendieron que en Londres se habían resuelto algunos de los pedimentos
sostenidos por la demandante. En ese septiembre próximo y agotado el temario se
suspenden las sesiones para que los magistrados árbitros conferenciaran y luego
puedan presentar una decisión. A poco Mallet-Prevost recibió un mensaje de
Brewer, donde le decía que junto con Fuller deseaban hablar inmediatamente con
él, por lo que acto seguido se encamina a la residencia de ambos jueces, donde
de un inicio Brewer alterado le expresó que era inútil seguir en esa
farsa de Tribunal, por lo que ambos jueces se confiesan ante el incrédulo
Mallet que el bandido de De Martens les informó que los ingleses Russell
y Collins iban a decidir a favor de la línea de demarcación sostenida por la
Gran Bretaña, es decir la línea impresa del tarifado Robert Schombourgk, por la
que a Inglaterra le entregaban el control de la boca principal navegable del
río Orinoco, y que si la pretensión venezolana seguía insistiendo crear
frontera desde el río Moruca, ellos votarían con la razón británica, pero que
De Martens aspiraba a una decisión unánime para llevar a cabo la frontera
actual, que apenas daba a Venezuela la boca del Orinoco y unas 5.000
millas cuadradas de tan extenso territorio entornando a la boca. El problema
era peludo y donde no había escapatoria, o sea, para Brewer y Fuller decidir en
la conveniencia de la proposición de Martens o hacer constar el disentimiento,
con sus consecuencias, de donde se notaba el cambio radical en lord Collins y
la componenda habida entre Rusia y Gran Bretaña, porque el Zar de Rusia y la
Reina Victoria eran primos muy afines. Mallet desde luego fue en consulta donde
el expresidente Harrison, quien como dice él mismo, se indigna de tal canallada
y profirió términos “que no necesito repetir”, pensando de inmediato en el
disentimiento, aunque al recapacitar ya sosegado dijo a Mallet que si Venezuela
supiera que por sus manos se perdió las bocas del Orinoco y lo demás en juego,
no lo perdonarían, agregando muy triste el expresidente “Lo que propone Martens
es inicuo, pero no queda otro camino a Fuller y Brewer que consentir”.
Así se consumó el indigno despojo, a través de esa presión unánime, de lo cual
como dijera Mallet y antes de su muerte a su colega de bufete, que se entregó a
Albión “un importante territorio al cual Gran Bretaña no tenía ningún derecho”.
1994 Guayana
Esequiba - Zona en Reclamación MARNR Servicio Autónomo de Geografía y
Cartografía Nacional 3 Edición
Tomado de.
Amigos
invisibles. La república de Venezuela en sus ya dilatadas dos centurias de
existencia complicada, ha tenido problemas muy delicados con su vecindario en
cuanto a la delimitación geográfica, y esto se debe, lo supongo, a las
constantes guerras y sofocos mantenidos durante el formativo siglo XIX que
impidieron tomar cartas serias en el asunto, y de cuyo resultado el país mal
nutrido, enfermizo y sin aguja de marear fue mutilado por los cuatro costados,
o sea por la franja marítima, porque salvamos apenas la barataria y mínima isla
de Aves; por el lado occidental, donde perdimos desde el Cabo de la Vela y
hacia abajo por vía serrana de Valledupar, el río de Oro y San Faustino, donde
nació el general Santander, o sea en suelo entonces venezolano, rumbo a los
llanos del río Meta, el Vichada, la costa occidental del Orinoco hasta su media
agua, y rumbo al Sur, a la Piedra del Cocuy y más allá, que en l941 y para
“evitar una guerra” el general Eleazar López Contreras concertó con el entonces
presidente colombiano Eduardo Santos, tío abuelo del actual presidente de
Colombia, la entrega de ese inmenso territorio, firmado y sellado para recuerdo
de las generaciones. Si fue por el Sur de la patria, que llegaba hasta los
límites del río Amazonas, según documentos de la época, por convenios entre las
casas reales Braganza y Borbón, “para evitar pleitos” entre los nobles
reinantes se le cedió a los portugueses y bajo presión desde luego otro inmenso
territorio que mediando nuevos detalles cubría la cuenca del extenso río
Branco, donde existieron cinco dinámicos asientos humanos establecidos y
dependientes de los frailes capuchinos que desde Upata manejaban aquel
determinado territorio.
A estas alturas del calendario y por cuanto Inglaterra no cede en sus
pretensiones geofágicas en tiempos del presidente Andueza Palacio mueve teclas
internacionales que lo favorezcan en el asunto fronterizo, y como quiera que
los Estados Unidos siempre han tenido intereses solapados en toda la América
Latina desde los tiempos del presidente Monroe y su conocida doctrina, que
impide a las naciones extracontinentales intervenir por estas tierras
americanas, salvo que ellos lo permitan en su “patio trasero”, como en lo
despectivo se señala, el gringo presidente Grover Cleveland una vez rotas las
relaciones diplomáticas inicia gestiones para que el asunto se someta a un
arbitraje internacional, y que por tanto se nombre un tribunal en tal sentido.
Aquí es donde comienza la trama minuciosamente elaborada por los dos imperios
mellizos en estos menesteres, el gringo y el inglés, con el fin de arrebatarle
a Venezuela 50.000 millas cuadradas de su territorio, lo que se hace con
sapiencia, conocimiento de causa, astucia por demás y robo, así como se
expresa, para no utilizar términos más jurídicos. Y para conocer toda la
tramoya de la usurpación diremos que en el diario caraqueño El Universal, del 6
de febrero de 1975, publiqué un artículo alusivo, intitulado “La inicua
sentencia sobre nuestra Guayana Esequiba”, donde explico con cierto
detenimiento los pormenores del ultraje, que ahora amplío pasados varios lustros
de esa relación, y que en sus puntos álgidos volveré a recordar, para el
conocimiento internacional de los interesados. En efecto, de aquel inicuo
laudo, que fue todo contrario a la Venezuela pobre e impotente de aquella
época, nada quedó sino cumplir con lo acordado en la sentencia, o mejor en la
desgracia, y mantenerse callados por largo tiempo, ya que no había elementos
sustentables ni históricos ni jurídicos que pudieran destruir esa falsía.
Sin embargo, para bien de Venezuela y la justicia el año l949 falleció el
abogado norteamericano Severo Mallet-Prevost, quien arrepentido de aquellos
hechos en que formó parte y como respuesta a tal infamia, escribe un trabajo
referido a tal expoliación, donde narra la verdad de los hechos, que entrega al
jurista Otto Shoenrich, miembro de una conocida firma de 5 abogados de Nueva
Cork, en febrero de 1944, para la publicación del libelo después de su
fallecimiento. Hasta entonces Venezuela desconocía toda la tramoya realizada
con respecto al despojo, por lo que calladamente reconocía el funesto laudo
arbitral o farsa colonialista, como poco después así la denuncia en la
Organización de Naciones Unidas el propio Canciller venezolano, doctor Luís
Emilio Gómez Ruiz.
Con anterioridad a esta discusión la Gran Bretaña no había querido llegar a un
acuerdo para la delimitación de sus territorios adquiridos de antemano a
Holanda, mas con esta presión ostentada y los acontecimientos ya existentes,
esos escarceos diplomáticos que se ventilasen de una manera superficial, bajo
la presión de los Estados Unidos y por intermedio de Washington su
apreciada socia en correrías geofágicas acepta algo tratar porque ya no podía
más rebelarse, y en consecuencia con sus especialistas expectantes se sientan
ante una mesa para discutir sobre los términos del arbitraje internacional en
mientes. Para llevar a cabo el cometido se constituyó un Tribunal adhoc,
integrado por dos miembros de la Corte de Justicia americana, uno de ellos
apenas designado por la usurpada Venezuela, o sea los magistrados Fuller y
Brewer, que representarían a nuestro país; y dos por la Corte Británica de
Justicia, que fueron lord Russell of Kelowen y lord Heun Collins, quienes
tanto americanos como ingleses escogieron para “mayor equilibrio” al ruso pro
inglés y hasta amigo de la reina de Inglaterra Fiodor o Federico de Martens,
del entorno de la plutocracia y nobleza de ese país zarista y quien
representaba dentro del disimulo imperial a la Corte Internacional de La Haya.
Asesores de los delegados venezolanos fueron el expresidente americano
Benjamín Harrison, achacoso de 67 años, y los abogados Tracy y el joven Severo
Mallet-Prevost, quien anduvo alerta en todo el tejemaneje del arbitraje y así
pudo dejar escrita para la posteridad la infamia de que hablamos. Y como las
negociaciones se llevarían a cabo en París, el juez Brewer y el asesor
Mallet-Prevost salieron con rapidez para por barco trasladarse al punto de
reunión de la primera conferencia, que se haría en la Ciudad Luz en enero de
1899, deteniéndose en Londres, donde el diplomático americano allá destacado
Henry White los invita a cenar, a cuyo ágape “por casualidad” asiste el juez
lord Russell of Kalowen, yantar en el que el doctor Mallet-Prevost sorprendido
oye comentar a lord Russell que los arbitrajes internacionales no podían
basarse en decisiones legales, sino considerando las cuestiones de política
internacional, razonamiento del inglés imperial que indica a las claras la
motivación de la sentencia contra Venezuela que esgrimirá por su parte este
juez inglés Russell.
Sí, como lo han leído con esta carta confesión aparece en pleno el título de
propiedad de nuestro territorio mal habido por ese expoliador universal de
siempre que es la Gran Bretaña, aunque ahora esté de capa caída y hasta de
sirviente de su socio mundial, el imperio americano. Lo demás de este casi
cuento de hadas pero con brujas es más o menos basado en la terquedad ignara de
los ingleses, por lo que el presidente general Pérez Jiménez ya preparaba un
ejército de paracaidistas con detalles a fin de que en marzo de 1958
poder recuperar para la soberanía nacional el territorio tan vilmente
usurpado y a sabiendas que la dependencia del petróleo por parte de Inglaterra
hacia Venezuela, la obligaba a negociar. Pero como sabemos Pérez fue derrocado.
Luego vino la diplomacia y el forcejeo para darle largas al asunto sin decir
que no, mientras Inglaterra da cierta libertad a la Guayana Británica y así
crea un tercero en discordia, ficticio desde luego, y donde cae en la trampa el
gobierno venezolano, que así congela por un tiempo la reclamación, hasta que la
descongela el presidente Luis Herrera, para no hacer nada mientras en los
corrillos diplomáticos se acuerda utilizar los fatuos servicios de “buenos
oficiantes”, nombrados siempre con “expertos” del lado inglés por cuenta de la
ONU, para mantener ese juego inoficioso y mientras los terceros en discordia
hacen y deshacen con el territorio patrio, entregan una parte a una iglesia
americana que se inmola en ese sitio reclamado, aspiran a montar una estación
satelital, dan concesiones madereras y ahora auríferas, proyectan crear un
centro hidroeléctrico de importancia en el territorio en disputa, permiten una
gran carretera que lo atraviesa para darle suficiente salida al Brasil hacia el
Atlántico, y otras ilegalidades más en contra de lo convenido, como el caso de
ampliar el límite acuático de esa zona marítima, con lo que se dañan los
derechos de la plataforma submarina de Venezuela. Y mientras tanto el gobierno
de Venezuela aplaude al de la Guayana Esequiba o como la llame, puesto que el
regimen imperante allá es procomunista en el fondo de su autoridad minusválida,
debe por lógica defenderlos, sin poder chistar y a sabiendas que nadie de ese
mundo colonial, dado el concepto de apharteid insuflado por los ingleses, digo,
nada quieren con Venezuela. Así seguimos en ese vaivén de nunca acabar,
recordando que cuando el presidente Raúl Leoni se rescata parte de la pequeña
isla fluvial de Anacoco, y que en tiempos del ministro Gonzalo Barrios se ayudó
a regresar al suelo venezolano a los alzados en el Rupununi, pero con la mala
suerte que el avión con las armas de apoyo a su causa, se cayó. Así seguimos navegando
en la incertidumbre de los hechos mientras avalamos a la Argentina en la
reivindicación de las Malvinas, pero nada decimos sobre nuestro problema vivo y
lacerante de la Guayana Inglesa, porque hasta le quitaron el nombre por Guyana,
esperando que aparezca un hombre o mujer con verdadero guáramo para devolvernos
esa novena estrella de la bandera nacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario