Tomado de:
http://www.circuloambiental.net/noticias/cochabamba-editorial.htm
La gente de nuestra época nos familiarizamos con aquella expresión que nos revelaba la realidad de tantos años atrás: el tísico no tiene remedio. Hoy día la ciencia parece tener respuesta para esos males de tipo pulmonares y para otros de origen bronquial; pero ante el nuevo intento de quienes vivimos aquí abajo en el sur del desarrollo, de buscar remedio a una enfermedad tan degenerativa como el cambio climático, no nos queda otra forma de expresar nuestro escepticismo que hacerlo de esta forma, porque no sabemos realmente si se trata de un consuelo de tísico, o en todo caso lo que pudiéramos considerar esa especie de prerrogativa que conocemos como el “derecho de pataleo”, ante este nuevo intento que representa la anunciada Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, convocada para este mes en Bolivia.
Como medio orientador en temas ambientales nos consideramos en la obligación de expresar nuestro criterio sobre esta convocatoria que se prolongará del 19 al 22 de este mes en el departamento de Cochabamba. Estamos plenamente convencidos de que Bolivia es hoy día protagonista de una queja que representa y dignifica la postura de los pueblos avasallados del mundo que desde hace muchos años han venido advirtiendo y denunciando lo que está ocurriendo con este, nuestro planeta, saqueado y embasurado por las grandes potencias que en su proceso de industrialización y crecimiento económico están convirtiendo al planeta en un inmenso chiquero.
Bolivia, a través de su representación junto con nuestros hermanos de la India y África, acapararon la atención del mundo, en la más reciente reunión sobre cambio climático celebrada en Dinamarca, con sus llamados de alerta y sus propuestas en relación con lo que se vislumbraba en Copenhague antes y al principio de la decepcionante cumbre.
Como víctimas potenciales de lo que viene ocurriendo a causa de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera del planeta, los pueblos indígenas de Bolivia, África y la India, ofrecieron a los millones de espectadores del mundo, muchos convertidos en activistasconcentrados en la capital danesa, su versión de lo que estaba ocurriendo en la famosa y manipulada Cumbre de Copenhague. Desafortunadamente para el planeta, tenían razón.
El resultado de la cumbre fue más frustrante de lo que de ella podía esperarse, especialmente en relación con la expectativa que el mundo cifraba sobre el nuevo papel que Estados Unidos jugaba en esa reunión después de la torta, por no llamarla por el escatológico nombre, que puso su antecesor, el fatídico Busch.
Como es conocido, lejos de un progreso en relación con el Protocolo de Kioto, el documento firmado por apenas 5 países que se autoerigieron en representantes del mundo, desmejoraron notablemente el acuerdo de Japón, con el agravante de que no se establecieron obligaciones para su cumplimiento para los países. Todo quedó como un “compromiso moral” para unos pueblos del mundo que, como es harto conocido, la ética es lo que han establecido y establecen las grandes transnacionales que son las que dictan las pautas a los gobiernos de los llamados países desarrollados en función de sus propios intereses.
Allá en Copenhague se llegó al acuerdo de una nueva reunión patrocinada por la ONU, para realizarse en México, a finales de este año 2010. Por su parte, los no creyentes en el mecanismo de la Convención, establecieron su propia agenda, donde Cochabamba deberá ser anfitriona.
Sin embargo, nuestro olfato un tanto atrofiado por la contaminada atmósfera, nos permite como nos permitió adelantarnos con respecto a los resultados de Copenhague, que las intenciones son magníficas, pero seguirán constituyendo “consuelo de tísicos”, aun cuando sus participantes alcancen acuerdos realmente sostenibles y sustentables.
Sabemos, por ejemplo, que lo que puedan resolver el conjunto de países que aportan en su totalidad poco menos de 40% de los gases causantes del efecto invernadero, no tendrá ninguna validez mientras China y Estados Unidos (causantes de más de 60% de la contaminación atmosférica) no establezcan compromisos realmente formales con el resto del planeta. También sabemos que si los aportes que deben realizar los países más contaminantes (China, EEUU, Alemania, Australia..) para el desarrollo de tecnologías y atención de emergencias en los países en desarrollo no se hacen realmente efectivos como debería esperarse (hay denuncias de que este mecanismo establecido en el Protocolo de Kioto no funciona), no podrá avanzarse nunca en el enfrentamiento del problema.
Entonces, de nada valdrán cumbres en Cochabamba, México o cualquier otro país, por muy buenas intencuiones que tengan quienes las convoquen,a menos que en el mundo se imponga la tesis que viene rondando del cambio del patrón consumista y de los modelos de producción industrial y comercial a los que se atribuyen los actuales males en pleno proceso de agravamiento.
Gilberto Carreño/Círculo Ambiental
Gilberto Carreño
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Como medio orientador en temas ambientales nos consideramos en la obligación de expresar nuestro criterio sobre esta convocatoria que se prolongará del 19 al 22 de este mes en el departamento de Cochabamba. Estamos plenamente convencidos de que Bolivia es hoy día protagonista de una queja que representa y dignifica la postura de los pueblos avasallados del mundo que desde hace muchos años han venido advirtiendo y denunciando lo que está ocurriendo con este, nuestro planeta, saqueado y embasurado por las grandes potencias que en su proceso de industrialización y crecimiento económico están convirtiendo al planeta en un inmenso chiquero.
Bolivia, a través de su representación junto con nuestros hermanos de la India y África, acapararon la atención del mundo, en la más reciente reunión sobre cambio climático celebrada en Dinamarca, con sus llamados de alerta y sus propuestas en relación con lo que se vislumbraba en Copenhague antes y al principio de la decepcionante cumbre.
Como víctimas potenciales de lo que viene ocurriendo a causa de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera del planeta, los pueblos indígenas de Bolivia, África y la India, ofrecieron a los millones de espectadores del mundo, muchos convertidos en activistasconcentrados en la capital danesa, su versión de lo que estaba ocurriendo en la famosa y manipulada Cumbre de Copenhague. Desafortunadamente para el planeta, tenían razón.
El resultado de la cumbre fue más frustrante de lo que de ella podía esperarse, especialmente en relación con la expectativa que el mundo cifraba sobre el nuevo papel que Estados Unidos jugaba en esa reunión después de la torta, por no llamarla por el escatológico nombre, que puso su antecesor, el fatídico Busch.
Como es conocido, lejos de un progreso en relación con el Protocolo de Kioto, el documento firmado por apenas 5 países que se autoerigieron en representantes del mundo, desmejoraron notablemente el acuerdo de Japón, con el agravante de que no se establecieron obligaciones para su cumplimiento para los países. Todo quedó como un “compromiso moral” para unos pueblos del mundo que, como es harto conocido, la ética es lo que han establecido y establecen las grandes transnacionales que son las que dictan las pautas a los gobiernos de los llamados países desarrollados en función de sus propios intereses.
Allá en Copenhague se llegó al acuerdo de una nueva reunión patrocinada por la ONU, para realizarse en México, a finales de este año 2010. Por su parte, los no creyentes en el mecanismo de la Convención, establecieron su propia agenda, donde Cochabamba deberá ser anfitriona.
Sin embargo, nuestro olfato un tanto atrofiado por la contaminada atmósfera, nos permite como nos permitió adelantarnos con respecto a los resultados de Copenhague, que las intenciones son magníficas, pero seguirán constituyendo “consuelo de tísicos”, aun cuando sus participantes alcancen acuerdos realmente sostenibles y sustentables.
Sabemos, por ejemplo, que lo que puedan resolver el conjunto de países que aportan en su totalidad poco menos de 40% de los gases causantes del efecto invernadero, no tendrá ninguna validez mientras China y Estados Unidos (causantes de más de 60% de la contaminación atmosférica) no establezcan compromisos realmente formales con el resto del planeta. También sabemos que si los aportes que deben realizar los países más contaminantes (China, EEUU, Alemania, Australia..) para el desarrollo de tecnologías y atención de emergencias en los países en desarrollo no se hacen realmente efectivos como debería esperarse (hay denuncias de que este mecanismo establecido en el Protocolo de Kioto no funciona), no podrá avanzarse nunca en el enfrentamiento del problema.
Entonces, de nada valdrán cumbres en Cochabamba, México o cualquier otro país, por muy buenas intencuiones que tengan quienes las convoquen,a menos que en el mundo se imponga la tesis que viene rondando del cambio del patrón consumista y de los modelos de producción industrial y comercial a los que se atribuyen los actuales males en pleno proceso de agravamiento.
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