miércoles, 2 de octubre de 2013

La protesta más grande, jamás realizada, frente a la embajada de Venezuela en Guyana


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Tomado de:

27.09.13 | por Hugo Álvarez Pifano | Categorías: Política, Venezuela, Internacionales, Historia, Hugo Álvarez Pifano


La reclamación de Venezuela sobre el territorio Esequibo está nuevamente sobre el tapete, esta vez con más fuerza que nunca. Dos acontecimientos han hecho que los venezolanos dirijan una mirada suspicaz e inteligente hacia esa dirección: el primero, la visita oficial del presidente Nicolás Maduro Moros a la República Cooperativa de Guyana, en la cual pareció que el primer magistrado arrojara al cesto de basura, la histórica reclamación que Venezuela ha mantenido durante más de un siglo; el segundo, es que recientemente tuvo lugar en Caracas un foro organizado por la Comisión de Política Exterior, Integración y Soberanía de la Asamblea Nacional, en el cual salió a relucir la importancia que tiene para nuestro país la recuperación del territorio Esequibo, arrebatado injustamente a Venezuela por Gran Bretaña, hace un largo siglo. Lo más trascendente de este evento, fue que por fin los políticos, los militares y la sociedad civil parecieron entender que los problemas de soberanía e integridad territorial son materia de Estado y no de gobiernos que se suceden en el tiempo. En atención a que el asunto del Esequibo vuelve a reaparecer, me permito contar a mis lectores, una historia verídica, que ocurrió realmente en Guyana, en la cual estuvo involucrada a comienzos de 1985 nuestra representación diplomática y pone de manifiesto una de las tantas dificultades que siempre hemos tenido, para lograr un acuerdo que resguarde los intereses de la nación, la soberanía y la integridad territorial de Venezuela.


El Embajador Enrique Peinado Barrios marchaba en su automóvil, como todos los días, rumbo a las oficinas de la embajada de Venezuela en Georgetown, Guyana. Un océano Atlántico gris recostado sobre el horizonte lucía bastante alejado de la línea de baja marea de la costa, esto era ocasión propicia para la apertura de compuertas y el vaciado de las cloacas de Georgetown, que como es sabido, corren abiertas a un lado de las calles de la ciudad. Miles de kilos de excremento, orines, restos de emuntorios y aguas residuales provenientes de abluciones intestinales, rendían su diario tributo al mar. Su Excelencia, llevó a la nariz su pañuelo de lino blanco mojado en agua de colonia, gesto evidente de una perceptible contrariedad que había ofendido su fino olfato, habituado al bouquet de los vinos, al aroma del foigrass recién cocido y a la fragancia de las trufas.

Más allá divisó la explanada con el edificio de su embajada, pero esta vez un escalofrío recorrió su espina dorsal: ¡Una manifestación! Sus ojos no podían creer lo que estaban viendo: centenares de personas, portadoras de pancartas y en actitud amenazadora, clamaban por algo que él no alcanzaba a comprender, así como así, de primera mano. La reclamación histórica de Venezuela sobre el territorio Esequibo, se encontraba en el programa de política internacional de Jaime Lusinchi -a quien él representaba- como uno de los más importantes objetivos y finalidades. Pero, una invasión de Guyana sin su conocimiento, era algo inconcebible. Descubrimiento de petróleo en la zona en reclamación, o concesiones a terceros para la explotación de otros recursos naturales en esa zona, tampoco. Había algo que el embajador de Venezuela no alcanzaba a entender en esa protesta. Otro elemento de análisis, allí no estaban los recios obreros del partido de Burham, el jefe de estado, ni las huestes comunistas de Cheddy Jagan, líder de la oposición. Los protagonistas de esta protesta eran gente extraña. El embajador Peinado Barrios lucía sorprendido y estupefacto, más aún desconcertado.


A este punto de la narración se hace necesario explicar, que el embajador de Venezuela no podía entender lo que estaba pasando, porque él ignoraba una serie de acontecimientos que habían ocurrido con el ministro consejero de su embajada, Lic. Nelson Urdemales y que explicaremos a continuación: Cuando todo diplomático extranjero llega a Guyana, se le aconseja tener un perro para que le cuide su casa. Al diplomático Urdemales, los guyaneses que son gente muy noble, le regalaron una perra vieja, a quien él le cogió un gran cariño. Los perros viejos tienen grandes resabios, recuerdos escondidos en el fondo de su alma, sus querencias, ellos suelen escaparse de la casa de sus nuevos dueños y así aconteció con la perra del Lic. Urdemales. Un día su querida mascota desapareció y Nelson publicó un mensaje de prensa ofreciendo 1000 USA dólares a quién diese información sobre la perra. Si Guyana es un país pobre y alguien ofrece 1000 dólares por noticias sobre una perra, imagínese el lector que ocurriría en Venezuela –país de mejor situación relativa- al ofrecer el equivalente a Bs. 45.000 por noticias sobre el paradero de una perra. Se cuenta que una señora llamó al periódico y nadie contestó al teléfono y la señora protestó: cómo es posible que en un periódico nadie responda al teléfono, obtuvo una respuesta: todo el país está buscando la perra desaparecida del ministro consejero de la embajada de Venezuela.

Pues bien, la perra fue a parar a un burdel, propiedad de un proxeneta y homosexual, a quién llamaban “Merequetengo” porque era sinuoso al caminar y tenía un tumbaíto suavecito y sabrosón. Este sujeto había leído en la prensa la oferta de recompensa por la perra y llamó a la embajada, donde le dijeron: traiga la perra y se le pagará. Merequetengo era precavido, sabía que la mascota era oro en polvo y respondió: -No, yo no me atrevo a sacar esta lindura a la calle, venga el interesado a mi “negocio” Una buena estrategia, por lo demás, para mostrar a un miembro del cuerpo diplomático los productos de consumo inmediato que él ofrecía en su prostíbulo. Así fue como Nelson Urdemales ingresó al más grande lupanar de Guyana “Arabian Night”, donde fue recibido por la prostituta estrella de la casa: Madama Scherezada Berry. La encargada por Merequetengo de llevar a cabo la transacción.

Urdemales apreció la belleza de Scherezada: las guyanesas, especialmente las que proceden de la India, son mujeres que saben cómo avivar los sentidos y hacer hervir la sangre de las venas. El diplomático se dijo a sí mismo: ¿Cómo voy a pasar la noche completamente solo en mi casa con la perra, si puedo disparar dos golpes de cañón, bien propinados, con esta experimentada mujer de una hermosura ubérrima? Acto seguido, se aproximó y le dijo:

-Me acerco a ti en urdida confidencia, una complicidad entre tú y yo, mi bella Scherezada. Dejemos que cada pieza de tu ropa y de la mía, sean lanzadas al viento, al sonido de cada palabra. Será como en un sueño, como en un cuento de hadas, en cautivante vuelo sobre una alfombra mágica encantada, imitando al sultán de las “Mil y una noches” Aquel, que con aliento cálido en su voz y una invitación al amor en su mirada, cruzó el cielo más iluminado de estrellas, en una tibia noche, para rendirse como yo, a tus pies y a tu belleza.


La putica guyanesa sintió en lo más hondo este ramalazo, su respiración comenzó a agitarse y Urdemales notó como los vellos de sus brazos se erizaron como pequeñas astas de banderas. Entonces pensó, aquí vengo yo con el remate. Arranca Berroterán:


-Regreso a ti mi ardiente Scherezada/ soy el amanecer de un sueño gris, atardecer gentil/que con la tierna luz azul de la alborada/te invita a compartir la comunión de amor de la mañana. Soy delicado aroma de una luz, que envolvió en papeles de colores/ la chispa ardiente de un sol en tu mirada. Soy cristal de la agonía de alguna estrella/ simple grano de arena que hace dunas y se posa sobre tu piel/cubierta apenas, con las caricias leves y los matices de las brumas. Soy luz, soy vida, soy tu Aladino, que para hacerte feliz/ baja de alguna alfombra mágica encantada/para montarse y cabalgar sobre el potro más bello/ lanzado a vuelo, a distancia muy corta, infinita más bien/ hacia el rayo de luz, oculto apenas, detrás de tu mirada.


Esto fue todo para la pobre muchacha guyanesa, ella también era un ser humano, con sus sueños, con sus esperanzas y su visión personal de un porvenir. Más allá de ser una puta era una mujer, con la carga emotiva y la responsabilidad que esta condición comporta. A lo que contestó:


-Oh mi sultán, tu no pareces un borracho vulgar de pecho peludo, envuelto en los olores de la caña, de ajos, cebollas y de comida barata. Tú eres para mí ese Aladino, capaz de hacer encrespar las arenas ardientes del desierto y hacer volar alfombras encantadas. Yo sé que merezco algo mejor a este estercolero en que me encuentro, llévame contigo a Caracas, donde estoy segura que voy a meter en mis enaguas grandes cantidades de dinero, ganado con nobleza, a golpe limpio de cuchara. Al día siguiente salieron del burdel, Urdemales, Scherezada y la perra. Sin pagar la recompensa, ni los dos golpes de cañón bien campaneados, tampoco el uso de las instalaciones propias de un motel de “alta rotatividad”. Caída y mesa limpia. Una obra maestra de la diplomacia venezolana.



Pero, “Merequetengo” no era hombre de quedarse de brazos cruzados ante esta burla de un diplomático extranjero, inmediatamente convocó al Sindicato de Trabajadoras Sexuales (Sintrasex) y organizó la manifestación más grande que se haya realizado en la historia de Guyana frente a una embajada, integrada por prostitutas, proxenetas, maricones, lesbianas, bisexuales, gais, transformistas y afines. Toda esta especie humana se reunió frente a la Embajada de Venezuela. El gobierno de Guyana tuvo ese día, la oportunidad única de hacer con esa concentración humana trashumante un efectivo despistaje de sífilis, gonorrea, chancro de Ducrey, condiloma, sida y otras enfermedades de transmisión sexual.

Esta era la situación ante la cual debía hacer frente el Embajador de Venezuela en Guyana, en esa calurosa mañana. Tenía que negociar con Merequetengo, quien en primer lugar rehusó a entrar a la embajada, llamándola cuchitril. En efecto, mientras Brasil, Estados Unidos de América, la URSS (para la época) y China habían construido bellísimos edificios modernos para sus embajadas , (Reino Unido y Canadá poseían mansiones antiguas), el embajador de Venezuela que precedió a Peinado Barrios, dispuso de una gran cantidad de dinero, suficiente para construir una moderna y funcional embajada, pero no lo hizo, prefirió comprar una casa vieja y sucia, ante cuyas puertas el proxeneta guyanés se negaba a posar sus delicados tarsos. De seguidas, Merequetengo explanó sus consideraciones. Primera: el “Contrato de Prestación de Servicios Sexuales” no es un contrato sinalagmático, en el sentido en que derechos y obligaciones surgen a un mismo tiempo. En el Contrato Sexual como en el Contrato de Seguros, la obligación surge al tener lugar un hecho fortuito, en el seguro, un siniestro, en el contrato sexual, el orgasmo. Si su diplomático disparó dos efectivos golpes de cañón, paga factura doble. Otro aspecto: -necesito la devolución de Scherezada, porque su diplomático la tiene destinada al cumplimiento de los mismos menesteres a los cuales yo la tengo asignada. Tercero, se ha ofrecido una recompensa por la entrega de la perra. Yo invoco la regla “Pacta sum servanda” base del derecho internacional, esto es los compromisos se cumplen. Las obligaciones deben ser honradas, aún para los diplomáticos. A esto se debe añadir, uso de instalaciones y gastos de transporte y refrigerio para los participantes en esta manifestación reivindicativa de derechos laborales. Para concluir, un aspecto final atinente a la cancelación de esta deuda, el embajador Peinado Barrios pagó hasta el último centavo, con cargo a la partida de gastos especiales. Asunto resuelto. Tal vez, esta fue la más delicada e importante negociación que realizó en toda su carrera diplomática.


Para concluir, a raíz de este incidente el embajador fue trasladado a Panamá, Nelson Urdemales a la Casa Amarilla -donde continuó echando vainas hasta que Chávez lo raspó y todavía, a veces, continua con sus loqueras, pues dice ser diplomático de carrera y miembro de un partido político nuevo- Scherezada Berry vio truncados sus sueños de viajar a Caracas y la perra….no se supo de su suerte, tal vez volvió a sus antiguas querencias. Pero, si esta historia es digna de tener una moraleja, es la pregunta que todos nos formulamos ¿Será que con estos patéticos diplomáticos venezolanos -incluyendo al que no quiso o no pudo construir una embajada digna para su país- alguna vez recuperaremos tan solo una brizna de paja, mecida por nuestro eterno viento, en ese inmenso territorio Esequibo, también siempre nuestro -eternamente venezolano- que una vez nos arrebató con perfidia el Reino Unido de Gran Bretaña?

Fotografías:
1.- Fotografía panorámica de Georgetown, espléndida vista de un paisaje local (foto de presentación).
2.- Vista general de la ciudad
3.- Catedral de Georgetown
4.- Fotos de los desaguaderos y cloacas que atraviesan la ciudad.
5.- Merequetengo un personaje singular, de los años ochenta
6.- Manifestación frente a la Embajada de Venezuela
7.- Vista de un paisaje del territorio Esequibo -eternamente nuestro- que reclamamos


Hugo Álvarez Pifano, musicólogo y crítico de música, especializado en la ópera y en temas musicales de Venezuela. Entre 2001 y 2011 ha sido columnista de música, de periódicos y revistas del país. Ha escrito en publicaciones especializadas de Italia, Gran Bretaña, Estados Unidos de América, Dinamarca, Brasil, Colombia, Honduras, Kenya, Etiopía y Guyana. Estudió en la Esc. de Música de Barquisimeto (1951-1956); en la Esc. José Ángel Lamas de Caracas (1957-1958) y en el Conservatorio Luigi Cherubini de Florencia (1960-1963). Es autor de tres libros: El vals venezolano, historia y vida (Fund. Arts World Millenium, 2100. Caracas, 2007); Cantantes líricos de Venezuela (Fund. Arts World Millenium, 2100. Caracas, 2010); Historia de la música de Venezuela (en prensa). Así mismo ha escrito 3 libros sobre música y temas costumbristas, sin publicar. Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia, (1958-1963); Master en Derecho Internacional del Instituto de Formación Profesional e Investigaciones de las Naciones Unidas, N. Y., 1973; Postgrados en Ciencias Políticas (1978) y Teoría Política (1980) en la Universidad de Brasilia. Diplomático con carrera de 36 años en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela. Embajador de Venezuela en Guyana, Haití y el Reino de Dinamarca; Encargado de Negocios ad hoc en Kenia y Etiopía; Cónsul General de Venezuela en Río de Janeiro y Sao Paulo, Brasil; funcionario diplomático en las embajadas de Venezuela en Colombia, Brasil y Honduras; asesor, representante alterno y representante de Venezuela en la Comisión de Asuntos Jurídicos de las Naciones Unidas (1971-1978); miembro, participante y jefe de la delegación de Venezuela en 29 conferencias internacionales; y le fueron encomendadas 38 misiones especiales; en el servicio interno de la Cancillería venezolana fue Director de Tratados; Jefe de Gabinete del Canciller Ramón Escobar Salón y colaborador cercano de los Cancilleres Ignacio Iribarren Borges, Arístides Calvani y Simón Alberto Consalvi. Es autor del libro “Manual de los Tratados Internacionales de Venezuela” Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela (1972).

2005 La Guayana Esequiba – Zona en Reclamación. Instituto Geográfico Simón Bolívar  Primera Edición

Nota del editor del blog: Al referenciarse a la República Cooperativa de Guyana se deben de tener en cuenta los 159.500Km2, de territorios ubicados al oeste del río Esequibo conocidos con el nombre de Guayana Esequiba o Zona en Reclamación sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.

Territorios estos sobre los cuales el Gobierno Venezolano en representación de la Nación venezolana se reservo sus derechos sobre los territorios de la Guayana Esequiba en su nota del 26 de mayo de 1966 al reconocerse al nuevo Estado de Guyana:

“...por lo tanto, Venezuela reconoce como territorio del nuevo Estado, el que se sitúa al este de la margen derecha del río Esequibo y reitera ante la comunidad internacional, que se reserva expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el territorio de la Guayana Esequiba sobre el cual Venezuela se reserva expresamente sus derechos soberanos, limita al Este con el nuevo Estado de Guyana, a través de la línea del río Esequibo, tomando éste desde su nacimiento hasta su desembocadura en el Océano Atlántico...”



Mapa que señala el Espacio de Soberanía Marítima Venezolana que se reserva, como Mar Territorial mediante el Decreto Presidencial No 1152 del 09 de Julio de 1968

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