miércoles, 4 de septiembre de 2013

Rivero, Malvinas, 180 años después


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Rivero, Malvinas, 180 años después
Tomado de:


POR DOMINGO SCHIAVONI
“El domingo 26 de agosto de 1833 estalló la rebelión encabezada por el gaucho Rivero. Él y siete de sus compañeros se alzaron en armas y pasaron a cuchillo a Mathew Brisbane, a Ventura Pazos, a William Dickson, al alemán Wagner y a algunos otros

[03/09/2013] La bandera británica fue arriada del mástil de la gobernación y en su lugar se izó la enseña de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Las Malvinas volvían a estar en manos nacionales, merced al coraje de un puñado de criollos, hartos de los atropellos y el despojo. Aquellos valientes contaban con que desde Buenos Aires llegarían los refuerzos que respaldarían aquel acto de coraje. El pueblo porteño exigía que se enviara tal expedición. Pero nada de ello se hizo e inexplicablemente los esfuerzos argentinos se centraron en estériles protestas diplomáticas.

Memorioso de esa historia de otra emancipación interrumpida, el escritor y periodista Carlos del Frade (que llegó a escribir un libro sobre la hazaña del gaucho Rivero), que integra el equipo de profesionales de la agencia de noticias “Pelota de Trapo”, recuerda que los que sí regresaron a Malvinas fueron los británicos. La mañana del 7 de enero de 1834, a poco más de un año del despojo de nuestras Islas Malvinas, la goleta de guerra "Challenguer" al mando del teniente Henry Smith, se hizo presente en Puerto Soledad. Los soldados británicos desembarcaron y tres días después, el 10, la enseña inglesa volvía a ondear en el mástil de la gobernación malvinera. Ante la lógica desproporción numérica, Rivero y sus gauchos debieron huir, buscando refugiarse en el interior de las islas. Smith ordenó la despiadada persecución de nuestros patriotas”, escribió el guionista e investigador Armando Fernández.

Antonio Florencio Rivero, nacido el 7 de noviembre de 1808 en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, en la provincia de Entre Ríos, junto a sus compañeros peones explotados por los ingleses, reconquistaron las Malvinas. “Rebelión clasista, recuperación nacional”, dice del Frade. Apenas su nombre apareció como título de una copa del torneo de fútbol de primera división del año 2012.Y hoy, tras la ominosa campaña desmalvinizadora que se inició en 1983, apenas un año después de la guerra, la historia del gaucho ni siquiera debe figurar en los elementales manuales de historia de nuestros colegios.

Para Carlos del Frade, la historia de Antonio Rivero es la evolución de la Guerra del Paraná a las Malvinas, el viaje que junta las experiencias políticas que van desde Belgrano, Artigas y San Martín hasta Rosas, la distancia que separa los dibujitos que están presentes en los billetes de 5 a 20 pesos, los que tienen al Libertador, por un lado, y al Restaurador, por otro. Una existencia bien de abajo. Como la de los miles que hicieron de verdad el sueño colectivo inconcluso de una nación independiente.

“Por lo menos un treinta por ciento del total de soldados que pelearon en Malvinas, eran trabajadores del campo o provenientes de familias ligadas al trabajo rural”, dice el coronel Esteban Alberto Solís, jefe del departamento de Asuntos Civiles del Teatro de Operaciones Malvinas, en marzo de 1982, según recuerda el periodista y escritor Roberto García Lerena en su muy buen trabajo “Los peones de Malvinas”. La vida de Rivero, entonces, es un relato que supera los límites de su propia crónica individual. Desde el artiguismo original que abrazaron sus paisanos en el siglo diecinueve a la necesaria reivindicación de la soberanía en Malvinas, ahora, en el tercer milenio. Rivero fue condenado por la historia oficial argentina, aquella que todavía forma la conciencia de millones y millones.

El 15 de noviembre de 1947, Enrique de Gandía, presidente por entonces de la Academia Nacional de Historia, publicó en el diario “La Capital”, de Rosario: “Por los cientos de pruebas indiscutibles que hacen del gaucho un hombre sin ley, sin moral, sin religión, sin principios, sin concepto de patria y sin ideal. El gaucho era ésto y querer negarlo es esfuerzo antihistórico y antipatriótico. No sabía de leyes, no conocía ninguna religión, raptaba y abandonaba mujeres, huía del trabajo, no se detenía ni ante el robo ni ante el crimen, nunca tocó la guitarra ni supo poesías, ni soñó con patrias ni ideales políticos…El gaucho de la historia está en los documentos, especialmente en los archivos policiales”, expresó. Una lapidaria condena contra los que hicieron posible la Argentina. Los que sangraron con Belgrano, Güemes, Artigas y San Martín. Los gauchos de a pie, los peones, y los que cabalgaban, son considerados criminales por el padre de la historia oficial argentina.

Fenomenal desprecio del mitrismo contra los de abajo, contra los que son más, contra los que trabajaron y trabajan para que la felicidad sea de todos y no el privilegio de unos pocos. No será casualidad, entonces, que esa misma Academia Nacional de Historia reduzca a Rivero a un bandolero y que se sume a la visión que los ingleses impondrán sobre el prisionero luego de atraparlo en Malvinas. La visión de los ingleses será la visión de los historiadores oficiales argentinos. Los que escriben el pasado definirán, entonces, el desprecio contra lo popular, contra los de abajo, contra las mayorías: los pueblos originarios, los esclavos, los gauchos y los peones. De allí -enfatiza del Frade- la necesidad de recuperar la historia de Rivero. Su coraje individual es la síntesis de la resistencia de lo colectivo contra la doble condena que siempre quiere abatirse sobre las mayorías: la sumisión al extranjero y la subordinación a las minorías dominantes dentro de los límites geográficos de cualquier país. La doble dependencia, nacional y social.

Para el escritor Hugo Alberto Bottazzini, en su novela histórica “Rivero”, “hoy, transitando un nuevo siglo, presionados por una deuda externa impagable que nos exprime y nos acosa, cuando ni siquiera nos quedan las joyas de la abuela para hipotecar, cercados por multinacionales que manejan las comunicaciones, los transportes, los combustibles… y los gobiernos, sólo nos queda la inocente vendetta de ver una y mil veces el gol de Maradona… o leer lo que en realidad mereció ser la historia del gaucho Rivero”, sostiene en el prólogo de su excelente trabajo.

Este 26 de agosto que pasó se cumplieron 180 años de aquella rebeldía de clase que generó la reconquista de Malvinas. Una lucha que continúa porque los intereses ingleses hoy están más fuertes que nunca, no solamente en las islas, sino en el territorio continental argentino.

(FUENTE: “Peones heroicos. El sargento Cabral y el gaucho Rivero, de San Lorenzo a Malvinas”, del historiador Carlos del Frade)

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