viernes, 30 de agosto de 2013

La rebelión de criollos e indígenas encabezados por el gaucho Rivero en Malvinas fue el punto de partida de una Argentina libre justa y soberana



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El gaucho Antonio Rivero es de los pocos argentinos, quizás el único, que le tocó combatir contra el imperialismo británico en dos oportunidades (según afirman algunas fuentes históricas) Presumiblemente nacido en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, en el año 1807; a la edad de 20 años, en 1827, fue llevado a trabajar como peón de estancia a las Islas Malvinas (más precisamente a la Isla Soledad), junto a un grupo de gauchos e indios, por el comerciante nacido en Hamburgo (Alemania) de ascendencia francesa, Luís Vernet. Este último, también había partido desde Buenos Aires junto al francés Jean Simón, quien oficiaría de capataz y al irlandés William Dickson, quien fuera elegido como encargado de negocios y con el tiempo se transformaría en el dueño del único almacén de ramos generales que existía en Puerto Soledad, por aquellos años.

Una vez que el Brigadier General Juan Manuel de Rosas, asume la gobernación de Buenos Aires –y por lo tanto el control político de las Provincias Unidas- Vernet será designado como Administrador, Comandante Político y Militar de las Islas Malvinas. En contraposición de los intereses nacionales, para Vernet, los negocios eran más importantes que la fidelidad a la patria que lo había cobijado y comienza a conspirar a favor de una intervención británica, para que éstos pudieran colonizar el archipiélago austral argentino.

En tanto, las condiciones de vida en las Islas eran casi extrema y el gaucho Rivero y sus compañeros la pasaban muy mal, haciéndole frente a las inclemencias del tiempo y al hambre , que rara vez lograban saciar, ya que Vernet les pagaba su salario con bonos, que en pocas oportunidades eran recibidos en el almacén de Dickson.
 
Comienzo de la conspiración colonialista: intervención estadounidense en Malvinas
En agosto de 1831 Luis Vernet decide apresar a tres goletas balleneras estadounidenses que pescaban ilegalmente en aguas jurisdiccionales de las Islas Malvinas. Luego de esta acción, Vernet insta a los tres capitanes para que en Buenos Aires se determine que sanción se les van a aplicar. Una vez tomada esta decisión, el ahora designado gobernador Vernet, se embarcó en uno de los balleneros con destino a Buenos Aires, y una vez arribados, el embajador estadounidense negó la injerencia que pueda tener en nuestras Islas Malvinas la República Argentina, respaldando a los tres capitanes de los balleneros y ordenando que la corbeta de guerra de ese país, "Lexington", al mando del capitán Silas Duncan, anclada en el puerto de Montevideo, zarpe en dirección a las Islas Malvinas.

En diciembre de 1831, esta nave de guerra estadounidense cañonea las defensas de la Isla y apresa a varios habitantes. Se apoderan de Malvinas y el capitán de la “Lexington” declara de manera unilateral que las Islas Malvinas, “pertenecen al mundo”. En tanto, Rivero y sus gauchos tienen que esconderse en el interior de la isla para no ser atrapados. Las tropas estadounidenses permanecen en la Isla casi un mes y luego vuelven a Montevideo, con sus depósitos cargados de cueros de animales y otros objetos de valor, robados a los lugareños en Puerto Soledad.

La conspiración estadounidense-británica había comenzado, ya que esta acción será decisiva para la primera invasión inglesa a Malvinas.

Cambio de mando argentino en Malvinas
Mientras ocurrían estos hechos, Luis Vernet, que se encontraba en Buenos Aires hace designar al sargento mayor de Artillería Mestivier para que lo reemplace en su ausencia y recomponga los desastres provocados por la fragata “Lexington”. Mestivier parte inmediatamente en la goleta de guerra “Sarandí” al mando del teniente coronel de marina Pinedo.

Una vez arribado a Malvinas, el sargento mayor Mestivier, recompone las precarias defensas y las construcciones existentes en las Islas, y se entrevista con el gaucho Rivero, quien era ya reconocido como el líder de los paisanos argentinos en Puerto Soledad. Luego de su entrevista, Mestivier, le entrega una bandera argentina, perteneciente a la goleta “Sarandí”, que Rivero guardó con mucho orgullo.

La primera invasión inglesa a Malvinas
Durante el mes de enero de 1833, las corbetas inglesas “Clío” y “Tyne” recalan en las Islas, y luego de cañonear a su población durante horas, ordena el desembarco de sus tropas, dando inicio a la colonización británica de las Malvinas. El capitán inglés le ordena al teniente coronel de marina Pinedo que arríe la bandera argentina y que parta de inmediato para Buenos Aires. Tras la invasión, son designados como máximas autoridades de las islas, el capitán de origen escocés Matthew Brisbane, quien se desempeñaba como administrador de Puerto Louis (primera colonia existente en las islas que más tarde se llamará Puerto Soledad, y luego puerto Stanley tras la invasión y posterior colonización británica de las islas) el francés Jean Simón, antiguo capataz de Vernet y a su viejo encargado de negocios William Dickson, quien pasa a ser el administrador del archipiélago usurpado.

Por primera vez, en aquel año de 1833, se enarbola la bandera imperial británica, en una porción de territorio argentino.

Mientras tanto el entonces gobernador de Malvinas, Luis Vernet, había renunciado a su cargo en marzo de 1833, a fin de evitarse problemas con Gran Bretaña. Instalado en Buenos Aires, continuó desarrollando normalmente, con la autorización inglesa y a través de sus capataces, la administración de sus negocios particulares en la colonia de Puerto Louis, demostrando cabalmente las excelentes relaciones que mantenía con los piratas ingleses.

La rebelión de los gauchos e indígenas en Malvinas del 26 de agosto
El 26 de agosto de 1833, seis meses después de que los ingleses ocuparan por primera vez las Islas Malvinas, Rivero encabezó la rebelión de criollos e indígenas, que motivados por la desesperante situación social y la afrenta colonialista, desconocieron la autoridad impuesta de los británicos. Un grupo de ocho hombres, tres gauchos y cinco indios, se sublevaron y ajusticiaron al capitán Brisbane, quien era en ese entonces el representante inglés de las islas, al capataz Simón, al despensero William Dickson y a dos hombres más de origen británico que oficiaban de guardias. Los héroes sublevados de aquellas jornadas, que se habían rebelados bajo el mando del Gaucho Rivero fueron: Juan Brassido, José María Luna, Manuel González, Luciano Flores, Felipe Zalazar, Marcos Latorre y Manuel Godoy.

El imperialismo inglés vuelve a usurpar las Malvinas
La rebelión del gaucho Rivero, y sus criollos e indios, duró cinco meses, tras los cuales, a principios de enero de 1834, llegan a Puerto Soledad las goletas de guerra británicas “Challenger”, al mando del capitán Seymour y “Hopeful”, al mando del teniente Rea.

Tras un intenso cañoneo y desembarco, vuelven a arriar la bandera argentina y en un nuevo acto de colonialismo y usurpación de territorio soberano argentino, vuelven a izar la bandera británica, corporizándose de esta manera, la segunda invasión británica a Malvinas.

Una vez efectuada la toma de Puerto Soledad, los ocupantes ingleses organizaron una partida armada para apresar a los gauchos que al verse superados en número y en poder de fuego; y luego de haber resistido facón en mano la llegada de los extranjeros, habían huido a los cerros.

La persecución duró alrededor de tres meses y terminó por agotar a los criollos. Uno de los peones, Luna, traicionó a sus compañeros y otro gaucho llamado Brasido desertó.

Los ingleses reforzados por la llegada de los barcos de guerra “Beagle” y “Adventure”, pudieron finalmente apresar a los compañeros de Rivero. A los pocos días de haber sido apresados sus compañeros, el gaucho Antonio Rivero es capturado y engrillado y los cinco hombres que habían sobrevivido fueron embarcados en la “Beagle” y llevados a Gran Bretaña, donde fueron encerrados en la prisión de Newgate durante siete años.
Si bien, las actas labradas fueron entregadas al Almirantazgo inglés, el tribunal británico una vez que analizó los hechos y no hallar elementos de juicio suficientes para condenar a los prisioneros, ordenó embarcarlos con rumbo a Montevideo. De esta manera, el gaucho Rivero y sus compañeros fueron subidos, engrillados, a la goleta “Talbot” con rumbo a Sudamérica.

La muerte del gaucho Rivero
Sin bien no todas las fuentes históricas coinciden en este dato, Una vez regresado a su patria, el gaucho Rivero se suma a las tropas de las Confederación Argentina, al mando del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas. Debido a su experiencia y buen manejo del facón, pronto conseguirá importantes ascensos.

Según afirman algunos historiadores caracterizados como “revisionistas”, la última patriada del Gaucho Rivero, la que le costará su propia vida -y lo elevará a la inmortalidad- la llevó a cabo el 20 de noviembre de 1845, combatiendo en la batalla de Vuelta de Obligado, contra las flotas colonialistas francesas e inglesas, que a cañonazos intentaron imponer sus mercancías en nuestros Mercados, con la intención de convertirnos en un país dependiente, sin lograr su objetivo.

Conclusión
La gesta del gaucho Rivero, al igual que las de San Martín, Bolívar, Belgrano, Artigas y otros tantos patriotas que supieron alumbrar la soberanía americana, son ejemplos a seguir en la actual etapa política, donde después de décadas de haber conseguido la desunión de nuestros países, motorizado por intereses foráneos que operan junto a la complicidad de gobiernos, jueces y empresarios lacayos, vuelve a florecer la unión regional.

Ante el recrudecimiento diplomático entre la República Argentina y el reinado colonialista británico, por la disputa existente en torno a la soberanía de las Islas Malvinas, la filosofía que vuelve a renacer entre los países de la América del Sur es la de ser Patria y no colonia; ser potencia y no factoría; ser Nación y no satélite.

La hazaña llevada a cabo por el Gaucho Rivero y sus compañeros gauchos e indígenas en nuestras Islas Malvinas, fue un hecho de singular valentía y patriotismo y debe ser tomado como uno de los puntos de partida para la construcción de una Nación Justa, Libre y Soberana.


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