miércoles, 14 de mayo de 2014

“Los nacionalistas argentinos están agradecidos con Perú por lo de Malvinas, los muertos no tanto”


http://www.larepublica.pe/11-05-2014/los-nacionalistas-argentinos-estan-agradecidos-con-peru-por-lo-de-malvinas-los-muertos-no-tanto

Tomado de:

Domingo, 11 de mayo de 2014 | 4:30 am

Patricio Pron. Escritor argentino. La prestigiosa revista Granta lo seleccionó en 2010 como uno de los 22 mejores narradores jóvenes en español. La vida interior de las plantas de interior, Random House, 2013, es su último libro.

“¿Puedes imaginarte siquiera por un momento que ganas una guerra en la que no sabes contra quién peleas?”, le pregunta un soldado a su compañero en la última novela del argentino Patricio Pron, la absurda, hilarante y a la vez dolorosa aventura de un escuadrón de combatientes ajeno a las verdaderas motivaciones del poder y la ambición. En el fondo de ella están las Malvinas y, quizá por eso, en su versión original de 2007, se tituló “Una puta mierda”. Los nacionalistas argentinos empezaron ese día a trabajar en la crucifixión de Pron y su padre decidió jamás volver a hablar con él de ese episodio de la historia de su país. “Ahora me habla principalmente del clima”, revela. Esta nueva edición, reescrita y corregida, tiene otro nombre: “Nosotros caminamos en sueños”, menos provocador, pero más en la línea de lo que intenta ser, “en el mejor de los casos, un ajuste de cuentas con un nacionalismo no solamente sudamericano que merece corrección y, al mismo tiempo, es incorregible”. 

¿Todas las guerras son libradas por una masa mayoritariamente inocente?
A excepción de las guerras literarias, que son libradas por personas sin ningún tipo de inocencia, sí: la mayoría parecen ser llevadas a cabo por una mezcla de ignorancia, ingenuidad y orgullo.

Los chicos parece que siempre están jugando a la guerra —antes con palos como fusiles o soldaditos de plástico verde, hoy en la Play, pero siempre la guerra— ¿De niño jugabas a la guerra también? ¿Eso es este libro?

Sí, es una manera de prolongar los juegos que jugábamos cuando éramos niños. De hecho, yo tenía seis años cuando tuvo lugar la guerra de las Malvinas. Así que supongo que esta es una manera como cualquier otra de reparar la historia, conjurar el dolor, devolver la vida a los muertos, que es lo que hacen los niños cuando juegan.

Tu libro es también una parodia de la institución militar y su patológica vocación jerarquizante… ¿Tú eres de los que abolirían los ejércitos?

Naturalmente, y el ejército me aboliría a mí si pudiera (de hecho, quiso hacerlo con mis padres cuando yo era niño, y con muchos de los activistas políticos de su generación).

¿Por qué una comedia para explicar una tragedia como la guerra?

¿Por qué? Por un hartazgo manifiesto ante todo lo que es pesado, serio, pomposo, “intenso” en la literatura reciente en español. Me gusta pensar que mi libro es lo opuesto a todo eso: es un chiste, pero un chiste muy serio.

El conflicto de las Malvinas exacerbó el nacionalismo argentino y hasta salpicó a los países vecinos. ¡En el Perú todavía hay cierto orgullo por haber sido de los pocos que hasta enviaron aviones a combatir!

Así es, los nacionalistas argentinos nunca dejarán de estar agradecidos a sus homólogos peruanos por el apoyo otorgado por entonces. Quienes murieron en la guerra, de un bando o de otro, probablemente no piensen lo mismo.

Has escrito: “la sospecha y la incertidumbre son los temas de mi generación literaria”… ¿Quiénes son tus pares en esa generación? Te lo digo porque, quizás, junto con Fresán, seas el escritor argentino menos argentino de las últimas décadas… 

Mis libros participan de la literatura argentina, uno de cuyos temas principales es el deseo o la determinación de ampliar sus límites, que es lo que Rodrigo Fresán ha hecho magníficamente. No es el único, y me gusta pensar que mis pares son esos: los que amplían el repertorio de posibilidades de una literatura nacional en vez de empobrecerlo mediante la repetición de lo mismo. Tengo entendido de que mis pares son (y según el último censo), diecinueve escritores y tres cuartos.

Volviendo a tu “argentinidad”,  ¿te interesó la polémica Piglia vs. la delegación argentina en el Salón del libro de París? ¿Eres capaz de ponerte de un lado o del otro?

No, porque entiendo que un evento literario en el que no estuvieron César Aira, Piglia, Fresán, Alan Pauls y otros es un evento menor y poco representativo (de hecho, Le Monde tituló en aquellos días: “La nueva novela de Ricardo Aira”; para que veas cuánto contribuyó el Salón del Libro a popularizar la literatura argentina entre los franceses). Por lo demás, no creo que la literatura sea una guerra de trincheras, aunque probablemente la argentina se le parezca un poco.

La crisis europea y el repunte económico sudamericano estarían desplazando el centro de la industria editorial hispana de Madrid y Barcelona a las capitales latinoamericanas. ¿Cómo ves esto desde Madrid?
Como algo muy saludable, puesto que diversifica la producción editorial, lo que es siempre una magnífica noticia para quienes somos lectores. Además, no es improbable que los editores en las capitales latinoamericanas lo hagan mejor que sus pares en España; de hecho, es muy difícil hacerlo peor, pero queda por ver si este desplazamiento supondrá la publicación de una literatura emergente, rompedora, original, o si seguiremos leyendo la misma basura, esta vez de producción local y con denominación de origen.

Eres un escritor de opiniones bastante desacralizantes… Haznos un favor y dinos algo del recientemente fallecido García Márquez? ¿Y de Bolaño?

Dios mío, no sabía que García Márquez había muerto… Ok, es broma. (Repito, es broma.) Ahora en serio: García Márquez y Bolaño fueron escritores magníficos (el primero sólo hasta después de El general en su laberinto, desafortunadamente) y hay mucho que aprender de ellos aún. Ninguno de los dos tiene la culpa de haber gestado epígonos malos, nefastos o penosos (cosa especialmente evidente en el caso de Bolaño, cuyos entusiasmos al hablar de sus contemporáneos son, en el mejor de los casos, simplemente cómicos), que creo que es el problema que tenemos con ellos en este momento.

–¿Todo escritor aspira a la trascendencia? ¿Te ves a ti mismo convertido en un tótem de los escritores argentinos exiliados?

Así es. Me veo convertido en un palo recto, con un rostro horrible tallado sobre él, y veo a escritores argentinos jóvenes atados a sus pies, siendo cortados en trocitos por la turba enfurecida. Una buena forma de trascendencia, que pido desde ya a las instancias correspondientes.

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