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Para los argentinos, el almirante británico pasará a la
historia por la decisión de hundir el crucero ‘Belgrano’
Sandy Woodward, en
julio de 1982 en el 'HSM Hermes'. / MARTIN CLEAVER (AP)
La figura de Sandy Woodward es indisoluble de la guerra de
las Malvinas, donde comandó la fuerza naval británica a lo largo del breve
aunque cruento conflicto que en 1982 enfrentó al Reino Unido y Argentina. A
raíz de su muerte, el pasado 5 de agosto a los 81 años, el almirante ha sido
recordado en su tierra natal como un personaje decisivo en la victoria militar
de los británicos. Para los argentinos, pasará en cambio a la historia como el
responsable de la controvertida orden de hundir el crucero General Belgrano, en
el episodio más sangriento de la disputa por la soberanía del remoto
archipiélago.
Sandy Woodward estaba supervisando unos ejercicios tácticos
de la Navy en Gibraltar cuando, el 2 de abril de 1982, las tropas del último
Gobierno militar argentino desembarcaron en ese conjunto de islas del Atlántico
Sur que los británicos denominan Falklands y en las que ondea su bandera desde
1833. A pesar de las reticencias entre un sector de la defensa británica, que
se decantaba por un nombre de mayor experiencia, el Gobierno de Margaret
Thatcher le encomendó la dirección del mayor destacamento naval despachado por
Reino Unido desde la II Guerra Mundial (Task Force 317.8): un centenar de
buques y 27.000 hombres con el objetivo de recuperar aquellos territorios
insulares situados a casi 13.000 kilómetros de distancia de la metrópoli.
Al desafío argentino siguieron 74 días de conflagración, en
cuyo desenlace final tuvo un peso indiscutible el ataque al General Belgrano.
El 1 de mayo, el submarino británico Conqueror divisó el navío argentino
durante una patrulla por el sur de las islas. Estaba fuera de la zona de
exclusión establecida por Londres, pero Woodward pidió al almirantazgo un
cambio de las reglas de intervención que le permitiera abrir fuego. Siempre
adujo que consideraba al buque de guerra argentino una amenaza para su grupo de
batalla. En el hundimiento del Belgrano, considerado por Argentina un crimen de
guerra, murieron 323 tripulantes. Desde aquel suceso, la flota argentina
permaneció en puerto durante el resto del conflicto. El 14 de junio, sus
fuerzas se habían rendido.
El hombre al que la clase política y militar británica
rememoran estos días como una gran estratega naval no nació en realidad con
vocación de marino. Originario de Penzance (1932), un enclave portuario en el
suroeste de Inglaterra, fue solo la falta de recursos familiares para enviarlo
a una escuela privada —su padre era un modesto empleado de banco— la que
decantó su ingreso en la Marina Real a los 13 años. Promovido a capitán en
1972, el servicio en tres generaciones de submarinos destaca en la dilatada
carrera en la Navy de John Woodward (el sobrenombre de Sandy por el que era
conocido obedecía a su mata de pelo rojiza).
Después de su intervención en las Malvinas, que le mereció
ser condecorado por la reina Isabel II con el título de Caballero del Imperio
Británico, ejerció de subjefe del Estado Mayor de la Defensa y de almirante
real hasta su retiro en 1989. El militar que relató su experiencia bélica en el
libro One hundred days (Cien días) consideraba que “las guerras no resuelven
nunca nada” y que aquel pulso que se saldó con 649 muertos argentinos y 255
británicos no hizo sino retrasar una solución diplomática deseable y necesaria
para evitar un nuevo encontronazo.
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