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Tomado de:
Frontera Agrícola
23 de febrero de 2012 •
16:45
Comenzar la jornada laboral a las 6 de la mañana y
pasarse el día poniendo ladrillos y acarreando sacos de arena puede estar muy
lejos del trabajo ideal para una gran mayoría.
Pero un grupo de brasileños podría describirlo con
una sola palabra: libertad.
Y es que, en Brasil, las obras para el mundial de
fútbol están beneficiando a mucha gente, incluyendo a un grupo de trabajadores
rescatados de condiciones de semi-esclavitud en granjas escondidas de la
Amazonia.
El gobierno brasileño ha puesto en marcha un
programa para dar trabajo a personas que se empleaban en condiciones de esclavitud
en granjas clandestinas del país.
En concreto, los ex "esclavos" ayudarán a
construir uno de los estadios que acogerán las competiciones del mundial de
fútbol de 2014.
"Estoy feliz, ahora tengo la libertad para
hacer lo que quiera", dijo Nivaldo Inacio da Silva, quien cambió una vida
de explotación en la selva por un lugar junto a sus compañeros en viviendas
temporales de la obra del estadio de la ciudad de Cuiba, al oeste del país.
"Antes teníamos que dormir en la selva. Ahora
tenemos un buen horario de trabajo y buena comida. No hay nada de lo que
quejarse porque todo en nuestras vidas ha mejorado", explicó en
declaraciones recogidas por la agencia Reuters.
De la plantación a la obra
Nivaldo Inacio forma parte de un proyecto del
gobierno de Brasil que ya ha proporcionado trabajo digno a 25 hombres que
hacían horarios de esclavos en una plantación en la que trabajaban los 7 días
de la semana.
En el lugar de construcción del estadio Arena
Pantanal de Cuiba les proporcionaron un trabajo digno e incluso educación, con
la idea de que después de las obras puedan incorporarse al mercado laboral.
Pero el cambio no fue fácil para todos, y aunque
algunos se frustraron al encontrarse sentados delante de un profesor que les
intentaba enseñar a leer y escribir, de los 26 hombres que empezaron el
programa solo uno lo dejó, para volver a su hogar en el norte del país.
El programa ha sido útil también para las ciudades
de la zona, cuyas empresas tienen gran necesidad de mano de obra.
"Lo que pasa aquí no es caridad, es un
intercambio", señaló Valdiney Arruda, del ministerio de trabajo del Mato
Grosso, estado en el que se encuentra Cuiaba. "La compañía obtiene
trabajadores, y la sociedad gente productiva", agrega.
A pesar del caso de Inacio y sus compañeros, la
esclavitud sigue siendo un gran problema para el país.
Un país de esclavos
Aunque se abolió en 1888, la esclavitud en Brasil
sigue siendo un gran problema para el gobierno de este país sudamericano, que
importó más esclavos desde África que ningún otro en todo el continente.
La mayor parte recalaron en plantaciones de azúcar,
donde eran forzados a realizar duros trabajos sin ningún tipo de remuneración.
Todavía a día de hoy, en algunas zonas recónditas
de la Amazonia el gobierno sigue luchando contra compañías que emplean a
trabajadores en condiciones parecidas a aquellas del siglo XIX.
En 2010 BBC Mundo elaboró un reportaje sobre las
condiciones de unos trabajadores en la ciudad de Maraba, en el estado brasileño
de Pará, uno de los más afectados por este tipo de prácticas.
"Nos vigilaban todo le tiempo los guardas, que
no nos dejaban salir de la granja”, contaba Jose Norbre Ribeiro Mafra, uno de
los trabajadores. "Nos obligaban a trabajar todo el tiempo, y nunca nos
permitían lavar nuestra ropa, por lo que podíamos llevar la misma ropa sucia
durante semanas", añadía.
El ministerio de trabajo señaló que tan solo en
2010 más de 2.600 personas fueron rescatadas de condiciones de esclavitud, y en
2003 el gobierno expandió la definición de esclavitud para incluir tanto
trabajos forzados como aquellos realizados en condiciones degradantes, una
definición mucho más amplia que en la mayoría de los países.
Trabajo digno
Las clases que el gobierno ofrece a los
trabajadores en el estadio de Cuiba terminaron en enero, y ahora Inacio y sus
compañeros son considerados trabajadores a tiempo completo, por lo que ganan
unos US$ 480 al mes, un 30% más que el salario mínimo en el país.
"Lo más difícil suele ser convencerlos de que
son capaces de realizar trabajos dignos", afirma Arruda. "¿Cómo se
deja atrás una vida de esclavitud en tan solo 6 meses? Es difícil, pero lo
están consiguiendo", añade.
"Mi vida es completamente diferente. Ahora
gano buen dinero y soy verdaderamente feliz. Estoy ayudando a construir uno de
estos estadios que con suerte algún día podré mostrar a mis hijos", afirma
Inacio da Silva.
Él es uno de los muchos que ya se ha beneficiado de
un evento que pondrá a Brasil, aún más, en la mira de los ojos de todo el
mundo.
En tan solo dos años, la capacidad del gigante del
sur será puesta a prueba. Por ahora, el examen está aprobado.
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