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Tomado de:
Por Manuel Malaver en Septiembre 25, 2011
Antes de que Chávez llegará a la presidencia de la República
hace aproximadamente 13 años, la hipótesis fundamental de guerra de las Fuerzas
Armadas Nacionales era con vecinos agresivos, golosos y dolosos que en el curso
de nuestros casi 2 siglos de historia republicana habían hecho esguace con una
tercera parte del territorio original del país.
Herida que era también centro de la unidad nacional y de la
necesidad de que tanto las FAN, como sus cuerpos auxiliares, tuvieran siempre
el apresto operativo indispensable para defender y recuperar lo que en razón de
títulos inobjetables nos correspondía para terminar de estructurar la idea que
ceñía la comprensión de “Venezuela y de los venezolanos”.
Creo que con un poco de esfuerzo los venezolanos de más de 20
años podrían recordar la agitación periódica que tomaba calles y cuarteles cada
vez que alguien dentro o fuera del mapa físico nacional desafiaba este que
podía tomarse como uno de nuestros mitos fundacionales, así como los eventos,
movilizaciones, seminarios, mitines, conferencias, declaraciones,
controversias, gestos, y de todo cuanto pudiera contribuir a fortalecer la
decisión de: “Ni un milímetro más de tierra venezolana para los extranjeros”.
Y en este contexto, sin duda que los temas más persistentes,
crecientes y convincentes eran la defensa del Golfo de Venezuela cuyas aguas
territoriales no habían sido (ni lo son aun) delimitadas con Colombia, y la
reclamación de unos 159.500 kilómetros que según pruebas hasta reconocidas por
los autores del despojo, le habían sido arrebatadas a Venezuela por Inglaterra
en el “Laudo Arbitral de París” de 1899 que fijó los límites del país con la
entonces “Guayana Británica”.
Quiero recordar algunos nombres de aquellos tiempos que ahora
parecen tan lejanos como el humorismo de Don Rafael Guinand o la música de Los
Cañoneros: Pedro José Lara Peña, Miguel Ángel Capriles Ayala, Jorge Olavarría,
Luís Miquilena, Isabel Carlota Bacalao, Rafael Sureda Delgado, Simón Alberto
Consalvi, Aníbal Romero, Pedro Duno, Fernando Ochoa Antich, Adolfo Taillardat,
Manuel Quijada, Sadio Garavini, Rodolfo Schmidt, José Machillanda y-last but
not least-José Vicente Rangel, quienes aun cuando situados en las antípodas de
las ideologías políticas en boga, no tenían empacho en aparecer firmando
documentos que terminaban con slogans como “Todo el Golfo es nuestro”, o “El
Esequibo es de Venezuela”.
Hoy, a 13 años del vendaval chavista, puede decirse que de
esa pasión que fue uno de los fundamentos principales de la historia de la
segunda mitad del siglo XX venezolano queda poco o nada; desapareciendo, como
si no hubiera existido, no solo del lenguaje oficial, sino también de la agenda
que se discute en partidos políticos, universidades, asambleas de vecinos,
seminarios, sindicatos, consejos comunales, púlpitos, disensos, acuerdos y de
todo lo que ocurre y discurre en el fluir del tejido de la vida nacional.
¿Qué sucedió, pasó, volvió, se revolvió y al final siguió su
curso hacía el helado olvido, y dónde fueron a parar los innúmeros estudios,
discursos, análisis, slogans, ensayos, pintas, volanteos, y textos que
consumieron tantas noches de sueño, tantos miedos por la salud, y tantas peleas
con padres, esposas o hijos “por no apagar la luz”, sin hablar del tiempo
contabilizado en plata líquida o ilíquida, o en ese oro de la felicidad del
hallazgo intelectual escriturado y publicado que no llegaron a intuir Benjamín
Franklin ni Adam Smith?
Pues nada, que fueron a parar al “Gran Archivo Nacional” de
los objetos perdidos, de las pasiones pasadas de moda, de las ideas olvidadas,
como pudieron serlo los positivismos lógico e ilógico, el naturalismo, el
romanticismo, el costumbrismo, el surrealismo, el existencialismo, la teoría de
la dependencia, el estructuralismo, el lacanismo, el marxismo y sobre todo, “el
amor por Venezuela”.
Pérdida esta última que es la causa eficiente de que en los
últimos 13 años se perdiera su significado y de que el país empezara a ser
ocupado por extranjeros para quienes palabras como territorio, historia,
cultura, y lengua menguaron su utilidad y comenzaron a ser canjeados por “el
culto al caudillo”.
Religión, alarde, o barbarismo traído ahora en el moral de un
militar de cuartel que no de batallas, más bien deportista que castrense, con
poco de academia y menos de disciplina, y si no analfabeta, si minado de
lecturas anacrónicas y desactualizadas (que es decir lo mismo), y por tanto,
pasto fácil de delirios, fantasías, ideas muertas, y de todo cuanto pudiera
contribuir (según dicen por aquí) a quedarse de por vida con el coroto.
Lo cual no quiere decir otra cosa, sino que para Chávez, como
para Stalin, Gómez, Mao, Trujillo, Fidel Castro, Duvalier o Fujimori, la unidad
territorial es una categoría que funciona en cuanto pueda ser teatro de su
vagabundeo por el poder, porque si no, puede ser perfectamente cedida a amigos
o enemigos, según el caso.
Así, en un momento en que para Chávez era importante tener
distraído al presidente colombiano, Álvaro Uribe, para que le permitiera un
respiro a sus entonces aliados de las FARC, se le invitó a restablecer las
conversaciones sobre el “Diferendo sobre la Delimitación de las Aguas del Golfo
de Venezuela”, ofreciéndole de antemano lo máximo a que aspiraban los
negociadores colombianos y nunca aceptaron los venezolanos: “el 10 por ciento”.
Más afortunados, los guyaneses (ahora independientes, pero
vástagos orgullosísimos de la Inglaterra colonial) terminaron incautándose de
los derechos que antes nos habíamos negado a reconocerle cuando eran colonia:
la propiedad de los 159.500 kilómetros del territorio Esequibo y de la
plataforma marítima que generan en el Caribe Oriental y todo por una casualidad
muy feliz: son miembros del CARICOM (Comunidad del Caribe), la unión de los
países del Caribe angloparlante, que, como herederos del conflicto histórico
entre ingleses y gringos, han apoyado siempre a Fidel Castro y su revolución, y
ahora, por costumbre, o porque los odios históricos nunca terminan, a Hugo
Chávez, el hombre que se proclama su heredero, hijo o nieto .
De modo que, en la más grande amputación que se ha refrendado
del territorio venezolano en toda su historia, tiene mucho que ver el pago del
gobierno cubano y sus líderes al respaldo que siempre le brindaron los países
del CARICOM, factura que ha recibido Chávez como parte de su herencia para
seguir honrándola, y que los beneficiarios agradecen apoyándolo en la OEA, la
ONU, y en cuanta instancia regional e internacional sea necesario derrotar
mediante votos a quienes denuncian sus tropelías, sus atropellos a la
Constitución , su empeño en desestabilizar la democracia dentro y fuera de las
fronteras venezolanas, ofreciendo, incluso, el territorio nacional como cabeza
de puente para los estados forajidos de Europa oriental o el Medio Oriente que
quieran construir bases para enriquecer otra herencia que recibió Chávez de
Castro: su odio contra los Estados Unidos.
Pero no son solo los países vecinos y fronterizos con los
cuales tuvimos hasta hace poco conflictos territoriales, los que se han
acercado al festín de nuestros despojos, sino que Cuba en primer lugar, y
después Nicaragua, Ecuador, Brasil, Argentina y Uruguay, por el solo hecho de
apoyar y militar en el “culto al caudillo”, se han enseñoreado de los mercados
nacionales, abastecen más del 50 por ciento del consumo alimenticio y por esa
vía, se apropian de buena parte de nuestra renta petrolera para el
financiamiento de sus propias economías.
Un caso único es el de China: distante en todos los términos
de Venezuela, de su gente, de su historia, pero dueña de una tercera parte de
la producción petrolera por los próximos 20 años, y a precios actuales, como
parte del pago de una deuda de 20 mil millones de dólares, la mitad de los
cuales deben emplearse en la compra de baratijas chinas.
China: el último país en restaurar el imperialismo de los
siglos XVIII y XIX, por cuanto lleva a cabo una revolución industrial con
trabajo esclavo e infantil, sin sindicatos ni fórmulas de contratación
colectiva, y que importa gigantescas cantidades de materias primas, pero a
cambio de que los exportadores conviertan a sus países en mercados cautivos de
su producción a escala.
O sea, un país promotor de la desindustrialización de otros,
como lo han descubierto recientemente Brasil y Colombia, que empiezan a salirse
de la trampa que permite que los dólares que entran por la venta de minerales y
productos alimenticios, regresen después en la compra de mercancías que podrían
producir los importadores.
Ganador en la ruleta del “culto al caudillo” sin otro
esfuerzo que respaldar las políticas exóticas de este revolucionario anacrónico
que siente nostalgia por Mao Zedong, la revolución cultural, el libro rojo y
todos los signos que perpetraron la pérdida de por lo menos 50 años de la
historia china.
Como también lo es la Rusia de Putin y Medvedev, relamiéndose
y abriendo las fauces para dar cuenta de las minas de oro y diamantes que
pronto les serán entregadas por que Chávez decidió entregárselas a
“imperialistas buenos y amigos”.
Y termino, porque la historia también parece que termina, y
con ella las amputaciones, el reparto de la riqueza nacional entre asaltantes
sin escrúpulos y al parecer inconscientes de que los bienes mal habidos, tarde
o temprano, hay que devolvérselos a sus legítimos dueños.
Fuente: La Razón
Nota del editor del blog: Al
referenciarse a la República Cooperativa de Guyana se deben de tener en cuenta
los 159.500Km2, de territorios ubicados al oeste del río Esequibo conocidos con
el nombre de Guayana Esequiba o Zona en Reclamación sujetos al Acuerdo de
Ginebra del 17 de febrero de 1966.
Territorios estos sobre los
cuales el gobierno Venezolano en representación de la Nación venezolana se
reservo sus derechos sobre los territorios de la Guayana Esequiba en su nota
del 26 de mayo de 1966 al reconocerse al nuevo Estado de Guyana .
“...por lo tanto, Venezuela
reconoce como territorio del nuevo Estado, el que se sitúa al este de la margen
derecha del río Esequibo y reitera ante la comunidad internacional, que se
reserva expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se
encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el
territorio de la Guayana Esequiba sobre el cual Venezuela se reserva
expresamente sus derechos soberanos, limita al Este con el nuevo Estado de Guyana,
a través de la línea del río Esequibo, tomando éste desde su nacimiento hasta
su desembocadura en el Océano Atlántico...”
Mapa que señala el Espacio de Soberanía Marítima Venezolana que
se reserva, como Mar Territorial mediante el Decreto
Presidencial No 1152 del 09 de Julio de 1968.
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