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Las islas figuran en
los mapas cartográficos desde los años 1515-1520, antes del viaje de
Magallanes.
El reclamo siempre latente, es sostenido por todo el pueblo
argentino.
Hacia 1527 las islas Malvinas fueron bautizadas como islas
San Antón por el rey español Carlos I. por el Tratado de Tordesillas de 1494
las islas estaban dentro del ámbito geográfico español.
El inglés John Strong surcó en 1690, el estrecho de San
Carlos. En 1701, los balleneros de Saint Maló difundieron la existencia de las
islas, originando el nombre de Malouines (del que deriva Malvinas) con el que
se las conoció en el siglo XVII, y actualmente.
Las islas permanecieron deshabitadas hasta 1764. En esa época
Louis Antoine de Bougainville fundó Fort Royal o foro Saint Louis, en la bahía
de la Anunciación.
En 1765, los ingleses establecieron una colonia, Puerto
Egmont, en la isla Trinidad. España, que se consideraba soberana de la región,
protestó ante Francia por la colonización logrando la restitución de Port Saint
Louis que pasó a llamarse Puerto de Nuestra Señora de la Soledad. También se
logró erradicar a los británicos quienes partieron definitivamente en 1774.
En todo el país, se
esgrimen monumentos a la Gesta de Malvinas.
La creación del Virreinato del Río de la Plata (1776),
mantuvo a las Malvinas bajo la jurisdicción de Buenos Aires.
A fines de 1820, el gobierno argentino tomó posesión efectiva
de las Islas Malvinas que nos pertenecían por ser herencia española. El
pabellón nacional argentino fue izado por primera vez el 6 de noviembre de
1820.
Argentina otorgó tierras a los ciudadanos Jorge Pacheco y
Luis Vernet con el fin de que establecieran una colonia. Además, creó la
Comandancia Política y Militar con asiento en Puerto Soledad y designó a su
cargo a Luis Vernet.
En esa época, la fauna costera era objeto de una depredación
irracional. El comandante Vernet dispuso medidas para frenar esa situación,
ordenando la detención de tres barcos pesqueros estadounidenses. La reacción
inusitada de Estados Unidos (saqueo de las poblaciones y captura de los
habitantes), provocó un largo pleito.
Inglaterra aprovechó la situación conflictiva y envió sus
fuerzas militares en la corbeta Clío, bajo el mando de Jhon Onslow.
El 2 de enero de 1833, en Puerto Soledad, se enarboló la
bandera inglesa iniciándose así el largo periodo que Argentina considera una
usurpación, razón por la cual, a lo largo de los años, no ha cesado de reclamar
su soberanía.
Numerosas negociaciones se han llevado ha cabo desde
entonces. La Argentina ha presentado ante Gran Bretaña, la ONU, OEA y varios
organismos internacionales, continuos reclamos que exigen la inmediata
devolución de las islas. Los argumentos presentados son de carácter histórico,
geográfico y político: sin embargo Gran Bretaña se ha negado a admitir alguno
de ellos.
En 1982 las tensiones desembocaron en un conflicto bélico que
produjo profundos cambios en la región. El triste episodio culminó con el
triunfo de Inglaterra que contó en todo momento con el apoyo de Estados Unidos
y los países integrantes de la Comunidad Europea. La Republica Argentina se
encontró aislada internacionalmente.
Después de casi una década de interrupción, se restablecieron
las relaciones bilaterales entre los dos países, inaugurándose una nueva etapa
en la disputa de la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del
Sur.
La ocupación militar de las Islas
Soldados argentinos
toman posiciones en la isla en el año 1982.
Durante la noche del 1º de abril de 1982 y la madrugada del
viernes 2, parte de la flota argentina de mar operaba frente a las Islas
Malvinas. Entretanto, la reducida dotación de británicos en la capital
malvinense se desplegaba en actitud defensiva.
Esa misma noche se reunía el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, a pedido de Gran Bretaña, que denunció “la inminente amenaza
de invasión argentina a las islas”. La reacción argentina fue inmediata.
Nuestro embajador denunció ante las Naciones Unidas la situación de grave
tensión provocada arbitrariamente por Inglaterra en las Georgias.
A las 6.30 de la mañana del viernes 2 de abril, las Fuerzas
Armadas argentinas (ejército, marina y aviación) desembarcaron en las Malvinas
tomando posesión de Puerto Stanley, al que rebautizaron Puerto Argentino. Cabe
aclarar aquí, que también los jóvenes argentinos que hacían el servicio militar
fueron “embarcados y llevados” hacia el sur. Ellos no combatieron en la guerra
porque tenían una carrera militar sino porque el servicio militar era entonces
obligatorio.
Luego de algunos enfrentamientos en diversos lugares de la
isla culminaron con la rendición del gobernador británico, así fue como la
Fuerza Armada argentina levantó la bandera nacional.
Todos los países Latinoamericanos
han brindado su apoyo a Argentina.
Debido al exitoso resultado del operativo, el gobierno
militar comunicó a la población que “la Republica, por intermedio de las
Fuerzas Armadas, mediante la concreción de una excelentísima operación conjunta,
ha recuperado las Islas Malvinas, Georgias y las Sándwich del Sur…”. La noticia
fue anunciada al país por cadena oficial y generó una primera reacción de
sorpresa generalizada.
Del triunfalismo a la derrota
Las autoridades militares argentinas siempre consideraron
improbable que las autoridades británicas intentaran recuperar militarmente las
islas, estaban confiados en que Gran Bretaña no entraría en una contienda
bélica en territorios tan alejados, y según creían los estrategas de las
Fuerzas Armadas argentinas, sin importancia para los intereses británicos. Este
error de apreciación fue la razón por la cual la Junta no tenía previsto un
plan de defensa de sus posiciones una vez que las islas habían sido tomadas.
Por otra parte, confiaban también en que, en caso de un enfrentamiento armado,
las fluidas relaciones que la Argentina tenía con el gobierno de Ronald Reagan,
presidente de los Estados Unidos, servirían para asegurar, por lo menos, la
neutralidad de ese país en la guerra.
Sin embargo, la reacción británica no fue la que habían
previsto Galtieri y los otros jefes militares. Los grupos conservadores de
aquel país, liderados por la primera ministra Margaret Thatcher, vieron, al
igual que los militares argentinos, la posibilidad de utilizar la guerra del
Atlántico Sur como un medio para conseguir consenso hacia su política interna.
Rápidamente los británicos enviaron una gran cantidad de buques de guerra hacia
la zona austral, al mismo tiempo que lograban la solidaridad de los miembros de
la Comunidad Económica Europea y el apoyo del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, y también de la OTAN.
Argentina, por su parte, había conseguido un tibio respaldo
de la Unión Soviética y la solidaridad total, aunque no armada, de los países
latinoamericanos. El ministro de Relaciones Exteriores Costa Méndez, realizó
infructuosas gestiones para lograr el apoyo del gobierno estadounidense, pero
no se pudo lograr. Por el contrario poco después de terminada la guerra se supo
que Estados Unidos había otorgado apoyo logístico a las tropas británicas.
Inicialmente, el gobierno de EEUU cumplió el papel de
mediador entre sus aliados. Sin embargo, la gestión conciliadora, fracasó. La
guerra, entonces, apareció como la única opción.
La llegada de los buques de guerra británicos a las islas
hizo evidente que los ingleses consideraban que tenían muy poco para negociar
con el gobierno argentino. Luego de recuperar sin mayores problemas las Islas
Georgias, a principios del mes de mayo, los británicos comenzaron el ataque militar
contra las Malvinas.
A comienzos de junio, la infraestructura de combate era
considerablemente inferior a la tecnología bélica de los ingleses y las
condiciones alimentarias de los soldados argentinos eran pésimas. Pese al
heroísmo de nuestros soldados y algunos resultados exitosos de la aviación, el
resultado de la guerra iba mostrando la cruda realidad de la derrota argentina.
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