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En nuestra historia abundan los impases con potencias extranjeras y la verdad es que no nos ha ido nada bien, poniendo en duda nuestra prosapia guerrera. La “Pérfida Albión”, es decir, Inglaterra, de aliada nuestra en la Guerra de Independencia devino en traicionera terrófaga y se apropió de nuestra Guayana Esequiba sin que nuestras fuerzas militares pudieran hacer algo pare repeler tamaño crimen a nuestra integridad territorial, en suma, la defensa de la soberanía.
Mientras que los cubanos tienen su “Bahía de Cochinos” y alardean bajo supuestos reales, (con todo y que Guantánamo, les sea algo afrentoso) acerca de una resistencia heroica en defensa de la causa nacional; los venezolanos nos hemos inventado una grandiosidad difícil de convalidar en hechos concretos. Y básicamente la responsabilidad en la creación de estos espejismos se la debemos a una dirigencia mediocre como irresponsable.
Decía Samuel Johnson (1709-1784) que “El patriotismo es el último refugio de los canallas”, y son estos canallas quienes alardean de patriotas y fervientes nacionalistas logrando manipular a colectivos desprevenidos bajo una causa común que termina confundiéndose con la causa del gendarme de turno. Sólo que se juega con fuego.
“Los Hijos de Bolívar” sólo representan un símbolo, una metáfora de un pasado lleno de lustre que poco tiene que ver con un país hecho y rehecho sin mayores resultados y desaprovechando la inmensa fortuna negra del petróleo.
Toda amenaza exterior es condenable cuando se trata de menoscabar la integridad y soberanía de cualquier país, aunque sabido esto, bien valdría la pena de una vez por todas, de que nuestra dirigencia se tomara en serio sus obligaciones tendientes a fortalecer a la nación sobre supuestos empíricos, y no con la rimbombante retorica vacía de siempre.
Tomado de:
Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro Histórico de LUZ
El venezolano sólo entiende el pasado de una forma mitológica. En consecuencia, carece de un sincero arraigo acerca de su propia Historia. Esto obviamente ha sido inescrupulosamente explotado por nuestros presidentes “nacionalistas” que no pocas veces le han sacado rédito a estas exaltaciones frenéticas que contribuyen a una supuesta unidad popular ante el felón imperio que osó ultrajar el suelo sagrado de la patria.
En nuestra historia abundan los impases con potencias extranjeras y la verdad es que no nos ha ido nada bien, poniendo en duda nuestra prosapia guerrera. La “Pérfida Albión”, es decir, Inglaterra, de aliada nuestra en la Guerra de Independencia devino en traicionera terrófaga y se apropió de nuestra Guayana Esequiba sin que nuestras fuerzas militares pudieran hacer algo pare repeler tamaño crimen a nuestra integridad territorial, en suma, la defensa de la soberanía.
En 1903, el Cabito, un Cipriano Castro un tanto demencial, retó a las principales potencias de la época a no pagarles unas viejas deudas contraídas, y por poco se nos cogen al país. Gracias a Dios que los gringos supieron aplicar la odiosa Doctrina Monroe (1823): “América para los americanos”, es decir, todo el continente estaría signado por la influencia y hegemonía del Águila Calva. El mensaje era el siguiente: las potencias europeas, encabezadas por Inglaterra, tenían que dejarles el camino libre o atenerse a las consecuencias. Paradójicamente, el Imperio del Norte, nos salvó de otros imperios y la integridad territorial se preservó. Aunque en el imaginario colectivo nacional se nos ha hecho creer que las viejas baterías en las viejas fortalezas coloniales hispanas, fueron las que repelieron a los cruceros y acorazados enemigos.
Mientras que los cubanos tienen su “Bahía de Cochinos” y alardean bajo supuestos reales, (con todo y que Guantánamo, les sea algo afrentoso) acerca de una resistencia heroica en defensa de la causa nacional; los venezolanos nos hemos inventado una grandiosidad difícil de convalidar en hechos concretos. Y básicamente la responsabilidad en la creación de estos espejismos se la debemos a una dirigencia mediocre como irresponsable.
Decía Samuel Johnson (1709-1784) que “El patriotismo es el último refugio de los canallas”, y son estos canallas quienes alardean de patriotas y fervientes nacionalistas logrando manipular a colectivos desprevenidos bajo una causa común que termina confundiéndose con la causa del gendarme de turno. Sólo que se juega con fuego.
“Los Hijos de Bolívar” sólo representan un símbolo, una metáfora de un pasado lleno de lustre que poco tiene que ver con un país hecho y rehecho sin mayores resultados y desaprovechando la inmensa fortuna negra del petróleo.
Toda amenaza exterior es condenable cuando se trata de menoscabar la integridad y soberanía de cualquier país, aunque sabido esto, bien valdría la pena de una vez por todas, de que nuestra dirigencia se tomara en serio sus obligaciones tendientes a fortalecer a la nación sobre supuestos empíricos, y no con la rimbombante retorica vacía de siempre.
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