Tomado de:
Por Marcelo Cohen (*) - En un artículo publicado en Clarín,
9/11, Carlos Escudé propone renunciar a la soberanía de Malvinas a cambio de
obtener una porción considerable de espacios marítimos circundantes. Sus
argumentos son que “le quitamos tierras al Paraguay y todo el sur argentino a
los indígenas” y que “la recuperación de las tierras es imposible”.
Escudé parece ignorar que fue la Argentina quien invocó que
“la victoria no da derechos”, luego de la Guerra de la Triple Alianza.
La primera persona con identidad conocida que nació en las
Malvinas fue Malvina Vernet, afirma Cohen
Es de lamentar esta comparación con el acto de una
potencia colonial que toma por la fuerza una parte del territorio de un joven
Estado con el que mantiene relaciones de paz y amistad, lo expulsa y luego
instala su propia población. Escudé parece ignorar que fue la Argentina quien
invocó que “la victoria no da derechos”, luego de la Guerra de la Triple
Alianza.
A pesar de ocupar territorios, no los anexó. Los límites con
el Paraguay fueron fijados por tratado en 1876 y por un laudo arbitral del
Presidente estadounidense en 1878 que perdimos. El argumento de que le quitamos
la Patagonia a los indígenas es muy popular entre los británicos que dicen: “si
nos piden que les devolvamos Malvinas, devuelvan la Patagonia a los Mapuches”.
Aun si correspondiera, la Argentina no tendría un Estado a quien restituir esos
territorios. El Reino Unido sí. Hoy la Constitución Nacional reconoce los
derechos de los pueblos originarios. Forman parte del pueblo argentino.
Son conocidas las habituales ligerezas de quien fuera asesor
del canciller Di Tella. Antes decía que las Malvinas no eran argentinas porque
ningún argentino había nacido allí y porque como México perdió California
nosotros tendríamos que aceptar que perdimos Malvinas. Ambas afirmaciones
incorrectas.
La primera persona con identidad conocida que nació en las
Malvinas fue Malvina Vernet. México renunció a California por tratado. Ningún
tratado establece que la Argentina renunció a su soberanía sobre Malvinas,
aunque la propaganda británica reciente quiere hacer creer que tal cosa ocurrió
con el Tratado Arana-Southern de 1849 que puso fin al bloqueo británico del Río
de la Plata.
Escudé se libra a una asombrosa digresión sobre delimitación
de espacios marítimos. Si renunciáramos a las Islas, una delimitación debería
ir más allá de una línea de equidistancia, habida cuenta la desproporción entre
la longitud de las costas continentales e insulares.
Pero la ilegal declaración británica de una zona de pesca
alrededor de Malvinas no aplica la línea de equidistancia, sino una
circunferencia con un radio de 150 millas trazado desde el centro del
archipiélago.
La propuesta de Escudé consiste así en renunciar a la
soberanía sin obtener nada a cambio. Su comparación con las islas
anglo-normandas para justificar que las aguas al oriente de Malvinas serían
reconocidas como argentinas tampoco es feliz. Entre las costas británicas y
francesas hay menos de 200 millas y las islas anglo-normandas están muy
próximas al continente, mientras que las Malvinas están a más de 200 millas del
territorio continental.
Dejemos de lado estos tecnicismos. Escudé propone simplemente
una negociación de delimitación de espacios marítimos como las que cualquier
Estado ribereño haría con su vecino.
Cierto, también agrega una participación argentina del 50% en
los beneficios de los recursos marinos, aunque no explica de dónde surge ese
porcentaje y a qué espacios se aplicaría. Basta mencionar que la distribución
de regalías entre las provincias petroleras y el estado federal es mucho más favorable
a las provincias que la propuesta de Escudé para Malvinas.
Escudé es funcional a la propaganda británica que afirma que
nos interesa Malvinas por sus riquezas de hidrocarburos. La Argentina
reivindica las Islas desde que fuera despojada de ellas, cuando ni se hablaba
de petróleo.
Las relaciones internacionales muestran muchos ejemplos de
situaciones que parecían inamovibles para la Realpolitik y que sin embargo se
desmoronaron sin que nadie las previera.
La Argentina debe continuar su política de reclamación ante
todos los foros internacionales disponibles.
Debe ofrecer una propuesta concreta de solución en el marco
de lo que establece la Constitución. Autonomía con estatuto especial y
garantías internacionales, doble nacionalidad, mantenimiento del modo de vida
actual incluso idioma, distribución de recursos de los espacios marítimos
similar a la existente entre las provincias ribereñas y el estado federal,
comunicaciones, salud y educación garantidos por el estado federal y la
desmilitarización del territorio. Una propuesta concreta y constructiva.
(*) Marcelo Kohen es Profesor de Derecho Internacional,
Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra.
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