lunes, 27 de enero de 2014

Júbilo en Maracay por arribo de héroes

http://www.elperiodiquito.com/secciones/viewarticle/1151/Jubilo-en-Maracay-por-arribo-de-heroes

Tomado de:

(A monseñor Rafael Conde Alfonzo, obispo de la Diócesis de Maracay)

Y aquí nuevamente como todos los domingos… Ud. es viejo de verdad si se acuerda del inmenso revuelo que causó la llegada al campo de aviación, hoy Museo Aeronáutico, de los sobrevivientes del primer accidente aéreo que se produjo en Guayana el 23 de abril de 1937, (hace 77 años) que cubría la ruta Santa Elena de Uairén-Tumeremo, cuando un aeroplano Fairchild, piloteado por el capitán Jorge Marcano, as y pionero de la Aviación en Venezuela, con nueve personas a bordo, al agotarse la gasolina, arborizaron el plena selva.

Fallecieron al instante Mr. Frederick Grant, agregado comercial de la Embajada de los EE UU y Alfonzo Duque, trabajador de las minas. Gravemente heridos el capitán Marcano, el teniente Mendoza, el radiotelegrafista Fuenmayor, el escritor científico de New York Willian Ambstrong Perry, el GN Serverón y la empleada de la mina Surukum, Lina Vallés, mientras el único ileso fue el misionero capuchino Baltasar de Matallana, quien venía a tratarse de un paludismo muy severo que había contraído en su apostolado durante muchos años en los confines de Venezuela.

El colega Américo Fernández, que ejerce en Ciudad Bolívar y excelente cronista, ha estudiado este y relata aspectos muy importantes, pueden verlos por Internet.


¡Un verdadero milagro! ¿Quién era este héroe misionero? Nacido en Matallana, León, España, en 1906 y fallecido en Madrid en 1966. Desde muy jovencito la congregación Franciscana lo destina por largos años en Venezuela, llegando por Delta Amacuro, eran tiempos del general JV Gómez, donde soporta las penurias más graves, llevando la Cruz y mensaje evangelizador que tanto se habla hoy en la iglesia de retomarla.

Vicisitudes de peligros en los ríos, las lluvias inclementes, el hambre, la plaga que azotaba su cuerpo, el cuadro de indígenas verdaderos esqueletos vivientes, también se extravió en un descuido en los indígenas y pasó penurias sin moverse del sitio hasta que volvieron a rescatarlo. En fin, todo esto que puedo condensar están plasmados en sus libros: “La Gran Sabana, tres años de Misión de los Confines de Guayana”; “Excursiones por las Selvas Tropicales de Guayana” y “Luz en la Selva”.

Observador de lo más mínimo, estudió la lengua, la música, ritos, costumbres, gastronomía, las plantas de la región de Alto Caroní, se convirtió en geógrafo e hizo croquis y mapas de aquella zona donde no existían conocimientos científicos.

El Dr. Charles Brewer Carías lo considera un erudito que hizo aportes valiosísimos a la ciencia, fue invitado a dictar conferencias de sus experiencias en la Sociedad de Ciencias Naturales y en Europa, cuando puedo regresar también despertó un enorme interés por escuchar de su viva voz como auxilió a todos los heridos, que al cabo de 17 días fueron rescatados por una expedición que ordenó el presidente de la República, Eleazar López Contreras, al mando de mayor Miguel Rodríguez y un equipo.

Cuando ocurrió el milagro por un disparo de una escopeta del Franciscano divisó a una rara avis solitaria y haciendo mucho ruido, para que sirviera de alimento disparó, oyeron la respuesta de otro disparo a la lejos. ¡Increíble, estamos salvados! Otro cartucho quemado y otro de respuesta… y así sucesivamente.

Fueron trasladados a Maracay el 16 de abril. Cito de su libro Luz en la Selva: “la ola de gente apiñada en el campo de aviación para vernos era incontenible, se abalanzaban sobre el avión antes que este llegara a su término. Había peligro de una desgracia. Se detuvo el aparato y los ojos de la multitud se clavaron en la portezuela. Apareció primero el piloto Marcano, todavía vendado, pero sonriente. El delirio fue enorme ¡Salvado! ¡Es otra vez nuestro! gritaban y sin dejarle posar pie en tierra se lo llevaron también en hombros.

¿Y el fraile?
El fraile asomó entonces la puerta de la cabina y el chasco fue universal. Todos esperaban a un hombre venerable, alto, canoso, de luenga barba… Y lo que apareció fue un tipo común, de ojos hundidos, tez morena y unos cuantos pelos en el sitio donde debería estar una venerable barba capuchina. La gente lo coge también en hombros y lo lleva al sitio donde estaba Marcano. Allí nos atiborraron de preguntas y de atenciones. Yo me sentía con el aturdimiento de un indio salvaje que cae de sopetón en una populosa urbe. Contestaba es verdad, a todas las preguntas de los reportero…

De allí nos llevaron en cómoda limosina a la Policlínica de Maracay para un minucioso reconocimiento de nuestro estado de salud…

¡Cosa rara! Yo salía de la misión para reponerme en Tumeremo de las fiebres palúdicas que me estaban agotando. Durante los días de extravío en la selva no sentí el menor síntoma de fiebre. Llego a Maracay y me sobreviene un ataque palúdico con fiebre de 40 grados llegando al delirio, pues dicen que cuando estaba en acción comatosa llegaron a visitarme mucha gente, más yo no tengo reminiscencia de haberlos visto. Pero estaba junto a la ciencia y la medicina. Pronto hicieron que la fiebre descendiera me sometieron a un certero tratamiento y hasta el día que esto escribo, diciembre de 1947, no he vuelto a sentir fiebre palúdica.

Las visitas al capitán Marcano eran numerosísimas y luego pasaban por la curiosidad a visitar al misionero de Dios cuyo nombre quedó sembrado en el corazón de los maracayeros de aquellas generaciones.

De Maracay pasé a Caracas donde los padres Capuchinos tienen una residencia confortable. La generosidad y la amabilidad de todos los venezolanos quedó brillantemente rubricada con este hecho de rescatarnos. Mi gratitud a los maracayeros para todos perdurará con el carácter de esos favores que, una vez recibidos, no se olvidan jamás”.


Por razones de espacio es imposible seguir relatando las obras que continuó realizando este cura que se hizo muy popular. Es un libro cuya hazaña es digna de llevarla a la pantalla grande y que la Congregación de Franciscanos desempolve este caso, pues es digno de santidad. Esto último me lo dijo el coronel Marcano en una entrevista que le hice y agradeció a Dios de llevar a ese pasajero que a su juicio era un santo varón… Le pido por su digno conducto, monseñor Conde, hacer llegar esta crónica al superior en Venezuela de los Franciscanos. Y sobre el coronel Marcano les ofrezco otra crónica que bien merece ¡Se sorprenderán!


Volveremos con más recuerdos….


  

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