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Tomado de:
Enrique Prieto Silva
Jueves, 20 de septiembre de 2012
La etnia de los yanomamo, pluralizada como yanomami por los
misioneros salesianos italianos se ubica al sur de Venezuela y al norte de los
estados Roraima y Amazonas en Brasil, estimándose en unos 22000
Foto: Google
En nuestra catedra de Derecho Ecologico hemos incluido el
tema de la minería ilegal, toda vez que, teniendo que tratar el Derecho Minero
en Venezuela, se hace concomitante el daño ecológico que produce esta
actividad, constituyendo desde hace mucho timpo un problema difícil de
eliminar, toda vez que se ha transformado en acto de supervivencia en las zonas
donde se ejerce la actividad, la cual abarca el hábitat de varias etnias en la
zona suroccidental del país, con énfasis en la zona al sur del Orinoco. Area
ubicada en la Amazonia venezolana, confundible con la brasileña, pero ilimitada
para la etnia yanomami.
La etnia de los yanomamo, pluralizada como yanomami por los
misioneros salesianos italianos se ubica al sur de Venezuela y al norte de los
estados Roraima y Amazonas en Brasil, estimándose en unos 22000. Su lengua es
yanomami y su religión el Chamanismo. Se divide en tres grupos: sanumá, yanomam
y yanam, que viven desperdigados por la selva en aldeas separadas por muchos
kilómetros de tierra deshabitada. Alrededor del 70 por ciento de esta población
ocupa el sur de Venezuela, mientras el resto se distribuye en las adyacencias
de Brasil, y se concentran en “shabonos”, que son conjuntos de aldeas pequeñas
de 40 o 50 personas y grandes hasta 300, ubicadas en la cuenca del río Mavaca,
en los afluentes del Orinoco, en la Sierra Parima. Como peculiaridad, las
familias comparten en comunidad los productos obtenidos de la caza, la pesca o
la cosecha.
Referimos a los yanomamis, por cuanto ellos se han contituido
en factor discordante en materia de la minería ilegal, ya que actúan al margen
de las legislaciones de ambos países, y para entenderlo, lo relacionamos con la
evolución del derecho francés, tratado por las Leyes de Indias aplicadas en la
Nueva España y al Virreinato del Perú; principales centros mineros de España en
América. Para entonces, la Provincia de Venezuela se caracterizó por su ínfima
importancia minera para la Corona de España, por lo que prácticamente, no
representó para ella, un centro minero de importancia, no obstante, el esfuerzo
de los conquistadores españoles y alemanes, quienes se adentraron en todo el
territorio en búsqueda de minerales preciosos. Actividad poco recompensada que
originó la consideración de Venezuela, como una de las provincias más pobres de
España en América. Pero al transcurrir del tiempo, al aparecer el mito de “El
Dorado” y la misteriosa ciudad de “Manoa”, posiblemente inventados por los
indígenas para alejar a los conquistadores, vuelca una cantidad apreciable de
aventureros a la región de la Guayana venezolana. Hasta que, con el
descubrimiento de yacimientos auríferos en el rio Yuruari y sus afluentes
cercanos al caserío de Tupuquén, por el brasileño P. J. Ayres en 1.842, es
reconocida la relevancia la importancia minera en esta zona y en general de
Venezuela, con lo que atrajo, en el transcurso de los años, grandes migraciones
de venezolanos, colombianos, peruanos, antillanos y europeos hacia esa región,
cuyas aldeas adquirieron la fisionomía de pueblos.
EL DAÑO ECOLÓGICO EN LA EXPLOTACIÓN MINERA
Tanto a nivel nacional como internacional, la actividad
minera coforma una de las actividades mas degradantes del medio ambiente,
posible de afectar irreversiblemente nuestro entorno y pone en peligro la
existencia de los recursos naturales, que obliga a tomar medidas preventivas para
evitarlo. Entendemos que la explotación minera es necesaria, y que, ante el
deterioro ecológico sufrido por la naturaleza en el pasado, muchas veces
irreversible, el hombre ha conseguido fórmulas de explotación y recuperación de
suelos y flora, que permiten mantener el equilibrio ecológico, por lo que en un
intento ecologista y conservacionista, solo nos esforzamos en crear conciencia,
para evitar que sigan utilizando técnicas destructivas, sin la reacción
recuperadora de los suelos que necesariamente tienen que ser intervenidos para
la extracción del mineral. En este sentido, los que esbozan este argumento,
parten en lo cierto de su validez y con razón atacan a los conservacionistas a
ultranza, que, en lugar de concientizar, solo se valen de las restricciones y
de las prohibiciones en forma punitiva. No obstante, es necesario comprender la
necesidad de atacar el problema de los que se aventuran al albur minero
constituido por las grandes masas que hoy se confunden entre el minero ilegal
venezolano y el garimpeiro brasileño, quienes ven la explotación minera como la
solución de la crisis económica para salir de la miseria.
En Venezuela, la explotación minera no ha tenido un
tratamiento científico programado, a excepción de los sistemas y procedimientos
utilizados por pocas empresas transnacionales que explotan reservorios de
minerales en algunas regiones del país, y algunas que explotaron los
principales yacimientos de hierro, oro, bauxita y otros minerales no
estratégicos, algunas de las cuales fueron nacionalizadas, mediante los
procedimientos de expropiación especial que siguieron especialmente las
nacionalizaciones del hierro y de los hidrocarburos.
LA EXPLOTACIÓN MINERA ILEGAL
En la historia de la actividad minera en Venezuela, es a
partir de 1960, cuando la explotación adquiere características y dimensiones
mayores y de gravedad, al dispersarse en la zona los explotadores, utilizando
maquinarias y equipos de mayor poder destructivo. Estos mineros se ubicaron en
las cuencas de los ríos Caroní, Paragua y Carrao, estimándose entonces unas
15.000 personas.
Más tarde, se ubican en las cuencas de los ríos Cuchivero,
Guaniamo y Quebrada Grande, cuando aparece y se populariza “la bulla”, que
atrae grandes masas de personas desde diferentes partes del país. Se estima que
se instalaron en la zona, unas 30.000 personas. En esta misma época, aparece la
bulla de San Salvador de Paúl, que viene a completar la concentración de
personas muchas de ellas, aventureros trasladados de las otras zonas de la
misma región.
Ha sido característica principal de esta explotación minera,
haberse permitido o tolerado, el empleo de procedimientos administrativos,
técnicos y actividades que se encuentran al margen de la Ley, siendo poderosa
la demagogia política, más partidista que económica y social, con lo cual, esta
actividad desordenada se transformó en la legalización de procedimientos
reñidos con la Ley. El Estado, con los ojos de sus funcionarios civiles,
policiales y militares, “compusieron” la norma, mediante la instrucción de Procedimientos
Operativos Vigentes (POV), que luego de crear costumbre, han sido difíciles de
erradicar; todo por la ignorancia del minero, que con el amparo de la
dirigencia sindical y parlamentaria, han creído estar en poder de derechos
legales adquiridos, con la práctica tolerada. Sin dudas, la explotación minera
en la región Sur del país, en un 80% ha sido ilegal desde hace muchos años.
A partir del 15 de febrero de 1977 al promulgarse el Decreto
2.039 que prohíbe el sistema extractivo del “libre aprovechamiento”, solo se
considera legal la explotación mediante el sistema de concesiones que aparece
en la vigente ley. Sin embargo, los concesionarios, muchos de ellos extranjeros
nacionalizados, han abusado de la tolerancia o ignorancia de nuestras
autoridades, para realizar explotaciones mediante el mismo derogado
procedimiento del libre aprovechamiento, dando en arriendo dentro de su
concesión, áreas pequeñas a los mineros ilegales, quienes pagan el arriendo
mediante el aporte de un porcentaje del mineral extraído.
LOS GARIMPEIROS
A comienzos de la década de los 90’ apareció con renombre la
figura, que por mucho tiempo llenó grandes centimetrajes en la prensa nacional,
los llamados “garimpeiros”, cuya terminología se traduce en “buscadores de
oro”. Igual que en Venezuela, el minero brasileño llevado por la grave
situación económica y social del norte brasileño, cuya cantidad se estima en
número de 1.000.000.
Estos mineros, llamados garimpeiros o de la garimpa, se
internan en la selva fronteriza con Venezuela, con la consigna: “El pobre tiene
dos salidas: ganarse la lotería o arriesgarse como minero... ”. Así han
penetrado y se han apoderado de las minas del estado de Roraima , cuya riqueza
minera que estimaron para la última década del s xx en el orden de los 50 mil
millones de dólares. En la misma zona, se movilizan unos 9.000 indios yanomani,
quienes sin nacionalidad deambulan y emigran en la zona de la Amazonia, en la
cual se incluye el territorio sur de Venezuela.
Desde 1987 comenzó un flujo continuo de millares de estos
mineros hacia la sierra de Surucucu, ubicada dentro del Parque Roraima, el cual
fue creado el 1/3/89 al oeste de Venezuela y suroeste de la Amazonia Brasileña.
Para su incursión, utilizan todas las vías disponibles: camino, ríos y trochas
por la espesa selva, o mediante vía aérea, utilizando pistas de hasta 200 Mts.
En los estudios sociales nacionales e internacionales, se ha determinado que
esta situación ha sido causada por el abandono que ha hecho de su misión el
INGRA, (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria de Brasil).
La actividad ilegal y desorganizada de estos mineros
brasileños, se inició en las Minas del Mato Grosso al sur del Para; luego
continuó en Sierra Pelada, hasta fecha posterior cuando se internan en el
estado Roraima, al descubrir oro en este estado; y finalmente, en las tierras
de los Yanomani, en las márgenes del Río Cuoto de Magalhaes al oeste de Boa
Vista.
En nuestro país, luego de ubicarse estos buscadores de oro en
zonas limítrofes con la República Federativa del Brasil, al conocerse su origen
de este país vecino, afloraron los nacionalistas, con mayor fuerza que los
ecologistas; quienes ubicaron el problema, más como una penetración de
extranjeros a través de nuestras fronteras, que como una acción depredadora del
sistema venezolano. En este sentido, ubicaron el problema dentro de la esfera
de “la seguridad y la defensa nacionales”, lo cual motivó el uso de las Fuerzas
Armadas en funciones militares, que normalmente corresponden como función
propia y legal a la Guardia Nacional, que de derecho, es parte integrante de
ellas.
LA MASACRE DE LOS YANOMAMIS
Desde hace tiempo apareció el tema de las masacres de los
yanomami, pocas veces investigada con la debida celeridad y profundidad, dada
la inexistencia de una política de Estado orientada hacia el fortalecimiento
del indigenismo, a pesar del interés expreso en la Constitución de 1999. Muchas
han sido las denuncias de epidemias de viruela, gripe, oncocercosis,
leshmaniasis, leptopirosis y otras enfermedades, que azotan con gran
mortalidad, incidente con marcado énfasis en lo infantil antes del primer año,
que llega a ser de 220 por mil contra el promedio nacional de 22 por mil.
Situación que ubica el tema como una crisis cotidiana, que sufren las etnias
por la indiferencia gubernamental, que podemos calificar de crueldad
gubernamental, que por desidia política antimperialista desistió del apoyo
médico que la Universidad de Cincinnati ofreció para revertir las enfermedades
y de otros proyectos, como el concierto de Swing, el de Alas Internacional para
proveerlos de medicinas, que se vió patentizado con la prohibición de
investigación médica emitida por la directora de la extinta Dirección de
Asuntos Indígenas. Todo un conjunto de políticas nacionales que conducen al abandono
étnico.
Los enfrentamientos entre yanomamis son parte de su cultura.
Se han conocido enfrentamientos a lo largo del río Siapa, las cabeceras del rio
Orinoco, el río Matacuni, el río Padamo, el río Ocamo, en las cabeceras del río
Caura y en Brasil en las cabeceras del complejo fluvial del río Uraricuera. De
igual manera, la invasión de la selva por los garimpeiros se ha hecho parte de
la cotidianidad. Para ellos, a decir de los investigadores, la vida de un
yanomami no vale ni una onza de oro, y la situación se ha agravado por la
introducción masiva de armas de fuego que traen consigo inescrupulosos
comerciantes y los mismos garimpeiros. Invasión que se realiza por la
indiferencia de las autoridades responsables de la custodia y protección de la
selva, lo que lleva mas de tres 3 décadas, donde mueren abaleados los yanomami
solo concocido por el llanto de los familiares que imploran a los espíritus su
protección y amparo.
La masacre que hoy se proclama es narrada por indegenistas,
quienes la atribuyen a encuentros en venganza de viejas rencillas. Se dice, que
en julio pasado, Horonama, la organización creada para atraer donaciones en
dolares para los yanomami, promovió, tal vez sin promoverlo en el reparto de
bienes, a diferentes clanes yanomami, donde viejas rencillas condujeron a
Mahekodoteri a preparar en un recodo del Orinoco una emboscada para matar a los
representantes de Ocamo por la muerte de Alfredo Gerabe acaecida diez años
atrás.
Cuando se habla de una masacre de 81 o mas yanomamis en las
cabeceras del rio Ocamo, se piensa en un acto donde podrían estar involucradas
autoridades de Venezuela y/o Brasil, ya que de acuerdo a los conocedores de la
zona, sólo existen dos puntos de partida para llegar a las cabeceras de este río;
una es la base militar de Surucucú en Brasil a 100 km en línea recta y la otra
la base militar de la Esmeralda igualmente a 100 km en territorio venezolano;
circunstancia que hace dudar del hecho. No obstante, se ha asomado la
posibilidad de una acción amedrentadora o casuística, por cuanto se ha
anunciado la construcción de una gran represa en Brasil, que pudiera dar origen
a hechos de barbarie como el indicado poco creibles, para entorpecer dicha
construcción . En todo caso, a decir de los indigenistas o apasionados, todos
estos elementos permiten dudar de la masacre de Iroheteri pero nunca de la
cotidiana que los extingue.
eprieto@cantv.net
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