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Martes, 14 de Diciembre de 2010 01:53
Periódicamente pueden escucharse las declaraciones de funcionarios de alto nivel del Primer Mundo o bien de los organismos internacionales, en relación con la necesidad de declarar a la Amazonía como “patrimonio de la humanidad”. Es una patraña. Las enormes reservas de la región se presentan como un botín muy importante para las grandes trasnacionales, que a través de esa declaración tan bonita, procuran internacionalizar la jurisdicción en desmedro de la soberanía brasileña y de los demás países.
Entre las riquezas difíciles de cuantificar que alberga la Amazonía, se destaca su potencial energético a través de tanta agua, de la biomasa y de esa suerte de gran laboratorio solar que conforma. Los países centrales se dicen preocupados por proteger esos recursos inconmensurables cuando en realidad, la historia y la actualidad demuestran que son sus empresas las que en mayor grado depredan y contaminan las zonas más ricas en biodiversidad del planeta.
El enorme interés que mal disimulan las grandes potencias tiene muchas razones. Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones de Amazonía (INPA) el área contiene el 20 por ciento de la disponibilidad mundial de agua dulce de todo el planeta. Además, presenta altas concentraciones de variados minerales preciosos y abriga cerca del 50 por ciento de la biodiversidad mundial. A esa multiplicidad de fauna y flora las grandes trasnacionales la observan como una mina de oro inagotable. Se sabe, el movimiento anual de medicamentos cuya producción parte de principios activos animales o vegetales, representa más de 300 mil millones de dólares por año. Por otro lado, a la Amazonía también se la considera futura garantía para el mercado de los cosméticos y los agroquímicos, que mueven en conjunto otros 150 mil millones de dólares.
El INPA apunta que “la cantidad de agua del río Amazonas constituye cerca de 17 por ciento del agua (dulce) líquida del planeta”. Otro dato revelador: “el volumen de agua en la Foz do Río Amazonas es de 100 a 300 metros cúbicos por segundo”. Si se considera una media de 200 metros cúbicos por segundo, “eso significa que el consumo diario de una ciudad de 2 mil habitantes sería suplido por un segundo del río”. Es entendible el interés de Estados Unidos, Europa y Japón, donde la inmensa mayoría de los cursos de agua están contaminados.
Bautista Vidal es un físico e ingeniero brasileño que ocupó tres veces la Secretaría de Tecnología Industrial de su país. Por ejemplo, estableció que Brasil recibe “por día, una cantidad de energía (solar) equivalente a la energía generada en 24 horas por 360 mil usinas del porte de la hidroeléctrica de Itaipú, hasta hoy la mayor del mundo. Es lo que cae de energía solar sobre la jurisdicción brasileña”.
Gran parte de esa energía es la que incide sobre la región amazónica y promueve la formación de ese apoteótico e interminable verdor. Vidal destacó también que esa “floresta evapora o transpira energía, que es transportada hacia los polos por medio de una gigantesca cantidad de vapor de agua. La floresta amazónica intercambia calor con los polos, regulando los climas del planeta. La Amazonía es el dínamo del clima de la Tierra, por medio de intercambios de calor con los polos”. No por nada el clima está cambiando.
Mientras fenómenos de esta índole se desarrollan en Amazonía, hay que recordar que las grandes potencias sustentan su economía en fuentes de energía que se originan en la quema de combustibles fósiles. En Estados Unidos, el 82 por ciento de la energía eléctrica proviene de esa fuente, principalmente del carbón mineral. Según Vidal, “ellos son grandes contaminadores y ahora vienen las organizaciones ambientales estadounidenses a decir que es necesario reducir la quema de carbón mineral en un 80 por ciento”.
Recordó el brasileño que el ya viejo Protocolo de Kyoto proponía la reducción de solamente el 10 por ciento en la emisión de gases de efecto invernadero y que aún así, Estados Unidos decía que no. Esa quema de carbono irá a destruir el equilibrio termodinámico de la exósfera y habrá problemas tremendos en el futuro, porque Estados Unidos consume el 25 por ciento de la energía que se consume en el planeta. Con una población 75 por ciento menor a la de China, Estados Unidos ocupa ahora el segundo lugar como país emisor de polución. Los chinos, que ya marchan primeros, también dependen de carbón mineral y del petróleo.
Frente a ese panorama, la Amazonía aparece como la mejor salida para solucionar la anunciada falta de energía que se afrontará, a raíz de la escasez de fuentes de combustibles fósiles. Por eso los países del norte, con énfasis en Estados Unidos, hace rato que vienen instalando en la opinión pública internacional que Brasil y los vecinos el área son incapaces de preservar la región. Para remedar la situación, tanto la Casa Blanca como Bruselas vociferan periódicamente que la solución es transformarla en un área universal.
Pero la experiencia indica que la declaración de “patrimonio de la humanidad” y su control por parte de las grandes potencias, no sólo no llevaría a su protección, sino a una mayor libertad para su explotación. Si no fuera tan dramática, hasta sería risible la acusación que esgrimen estadounidenses, canadienses y europeos cuando sostienen que los gobiernos de los países “emergentes” no tienen capacidad administrativa para controlar un “bien mundial” como la Amazonía.
Es precisamente la actuación de las trasnacionales con casas matrices en Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea la que provoca la destrucción de la selva amazónica. ¿Quién puede creerle la vocación supuestamente ambientalista de un país que pese a ser el principal contaminador del planeta, boicotea cuanta iniciativa surja para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero? Junto con Brasil, Paraguay, Ecuador, Venezuela y Bolivia, hay que defender la soberanía latinoamericana sobre la Amazonía, sin vacilaciones.
Nota del editor del blog: Al referenciarse a la República Cooperativa de Guyana se deben de tener en cuenta los 159.500Km2, de territorios ubicados al oeste del río Esequibo conocidos con el nombre de Guayana Esequiba o Zona en Reclamación sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.
Territorios estos sobre los cuales el gobierno Venezolano en representación de la Nación venezolana se reservo sus derechos sobre los territorios de la Guayana Esequiba en su nota del 26 de mayo de 1966 al reconocerse al nuevo Estado de Guyana .
“...por lo tanto, Venezuela reconoce como territorio del nuevo Estado, el que se sitúa al este de la margen derecha del río Esequibo y reitera ante la comunidad internacional, que se reserva expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el territorio de la Guayana Esequiba sobre el cual Venezuela se reserva expresamente sus derechos soberanos, limita al Este con el nuevo Estado de Guyana, a través de la línea del río Esequibo, tomando éste desde su nacimiento hasta su desembocadura en el Océano Atlántico...”
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