Las crónicas de la frontera / La pica de los pies descalzos
Posted: 28 Dec 2016 07:29 AM PST
Tan pronto como el presidente venezolano, Nicolás Maduro,
postergó el levantamiento del cierre fronterizo en la frontera con Brasil,
docenas de hombres y mujeres comenzaron a trazar y transitar una pica, una
trocha, un camino alternativo a la carretera de asfalto y a las caminos verdes
ya conocidos sobre los cuales se desplegaron los efectivos miliares para
vigilar el paso de los billetes de Bs. 100.
La mayoría de ellos cruzaron para comprar comida en los comercios del
lado brasilero. Esta crónica fue escrita a partir del testimonio y vivencias de
un grupo de personas durante la mañana del domingo 18. A partir de este martes
se flexibilizó el cierre fronterizo. Fotografía: Morelia Morillo.
Por Morelia Morillo @morelia morillo
Por estos días, quienes se atreven a entrar a Brasil o a
retornar a Venezuela inician su andar con sus pies limpios y 40 minutos o una
hora después llegan a su destino con sus pies enlodados. Y el barro les llega
hasta las pantorrillas.
El mismo día en que el presidente venezolano, Nicolás Maduro,
decretó la extensión del cierre
fronterizo, inicialmente por 72 horas y
posteriormente por 312 horas más, alguien (uno o varios) abrió una pica para
pasar de un lado al otro de los hitos, evadiendo el cierre existente en el
flanco venezolano para después volver sobre el asfalto y caminar frente a las
instituciones colindantes del lado brasilero.
Sin embargo, hay migrantes que aseguran que la Policía Federal Brasilera
establecerá controles muy pronto, que no permitirán que se les llene el país de
gente llegada por la pica.
No hay nada oculto, no se puede ocultar tanto barro, brota
entre los dedos de sus pies y les llega casi hasta las rodillas; tanta gente,
quienes cruzan vienen de todas partes de Venezuela: de Maturín, a dos días de
viaje, de El Tigrito, a un día de acá, de Puerto Ordaz, a ocho horas de
recorrido; de Santa Elena de Uairén, a 15 minutos; ni tanto saco lleno de
arroz, harina de trigo, pasta, azúcar, aceite; ni tanto surco sobre el terreno
virgen: la pica describe una herradura por detrás de la última granja ubicada
en el borde limítrofe.
Como por ahí probablemente no pasó nadie antes, las huellas
humanas van quedando una tras otras como cicatrices del tránsito humano sobre
una sabana de aguas perpetuas.
Los hombres y niños warao, habitantes ancestrales del Delta
del Orinoco, el río padre del territorio venezolano, sirven de caleteros para
quienes regresan con sus sacos después de comprar comida en Villa Pacaraima, la
primera localidad fronteriza del lado brasilero.
Los warao llegaron a la Sabana en 2014. Entonces, aseguraron
que migraban temporalmente ante la crecida del Río. Dijeron que no podían
pescar y que por eso se dedicaban a mendigar entre los brasileros que llevaban
por docenas los productos venezolanos, aprovechando las ventajas de su moneda,
el real sobre la moneda venezolana, el bolívar. Hay quienes aseguran que los
warao son recolectores y que por tanto recolectan monedas como quien recolecta
frutos silvestres.
La Gran Sabana es la última jurisdicción venezolana hacia el
sureste profundo del país y el territorio heredado del pueblo indígena pemón.
Luego, desde comienzos de 2016, cuando la escasez obligó a
los venezolanos a comprar en Villa Pacaraima, la primera localidad del lado
brasilero, los warao comenzaron a mendigar en las aceras de la calle Suapi y
poco a poco se internaron hacia Boa Vista, capital del brasilero estado de
Roraima, fronterizo con Venezuela, de donde los deportan una y una y otra vez
por docenas.
Entonces, ellos se quedan en Pacaraima, al lado del Terminal
de Pasajeros, sobre las áreas verdes, con todo y sus bebés, a la
intemperie.
Son seres de agua, que caminan descalzos casi siempre, los hombres
visten franelas y bermudas, la pica anegada les resulta una pista: llevando
sacos de 50, de 60 kilos, corren gritando "maraisa, maraisa, maraisa"
es decir "amigo, amigo, amigo".
Los waraos son los habitantes de Mariusa, la región del
estado Delta Amacuro, en el extremo norte oriental de Venezuela, sobre la cual
se extiende el Parque Nacional Delta del Orinoco. Su hogar es una isla entre
los caños Macareo y Mariusa, justo en el punto medio de la desembocadura del
Orinoco.
Como los warao, otros 20 jóvenes venezolanos caletean los
sacos de comida brasilera hacia el lado venezolano. Por cada saco, cobran 10,
20, 30 reales. Todo depende del negocio entre las partes. Para que sea
rentable, cada caletero hace alrededor de 20 viajes diarios. Ante el cierre de
la frontera, el cambio fluctúa sobre los 800 bolívares. Algunos de los
comerciantes brasileros aceptan los billetes de Bs. 50, pero otros no se
arriesgan.
"Con teléfono, con bermuditas, pero sin zapatos, pa' no
dañar los zapaticos", se describe José Colmenares, de Maturín, quien llegó
a la frontera hace tres meses. "Trabajaba como vigilante, pero ya no se
conseguía trabajo. Ganaba 40 000 bolívares mensuales (…) Aquí hay gente de toda
Venezuela porque es la única manera que tienen de conseguir comida".
Julio Castro, de San Félix, gana 1300 reales semanales
trabajando la construcción. "Y el fin de semana pa' la trocha", a
caletear sacos de comida sobre el pantanal y a pies descalzos.
Nulfo Rodríguez, un hombre de 46 años, residente de Puerto
Ordaz, cuenta que tiene casa, carro y gandola, pero no tiene dinero para
repararla. La vida lo puso a patear el fango, cargando sacos de un país al otro
con el rostro sudoroso y la respiración agitada.
"Usted cree que uno, venezolano, de un país tan rico y
hermoso tenga que estar pasando este trabajo. Tanto gobierno como oposición se
aprovechan".
Una familia completa, un hombre y una mujer, ambos muy
jóvenes, dos niñas de menos de tres años y un segundo hombre joven también
saltan tratando de evitar el pantano. Apenas llevan equipaje. "Somos de El
Tigrito, estado Anzoátegui. Nos quedamos sin real y no podemos seguir en
Venezuela. Nos están esperando allá, en Brasil".
"Esto es lo mismo que hacen los centro americanos para
ir a Estados Unidos, estamos conquistando el sueño americano", dice otro
hombre que cruza con su mujer y su hija. Él sonríe, pero ellas se quejan del
barro y del mucho caminar.
Hoy, retornan también
algunas de las familias brasileras que quedaron varadas en suelo venezolano
hace casi una semana. Llevan sus niños en hombros. Están agotados, tal vez por
la estadía postergada en el país vecino. Los pies de los adultos están hechos
fango.
Es domingo, 18 de noviembre y nadie parece recordar que
faltan seis días para Navidad.
2005 La Guayana
Esequiba – Zona en Reclamación. Instituto Geográfico Simón Bolívar
Primera Edición
La Guayana Esequiba Zona en
Reclamación
Terminología sobre cómo referenciar
la Zona en Reclamación-Guayana Esequiba.
Nota del editor del blog:
Al referenciarse a la República
Cooperativa de Guyana se deben de tener en cuenta los 159.500Km2, de
territorios ubicados al oeste del río Esequibo conocidos con el nombre de
Guayana Esequiba o Zona en Reclamación sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de
febrero de 1966.
Territorios estos sobre los cuales el
Gobierno Venezolano en representación de la Nación venezolana se reservó sus
derechos sobre los territorios de la Guayana Esequiba en su nota del 26 de mayo
de 1966 al reconocerse al nuevo Estado de Guyana:
“...por lo tanto, Venezuela reconoce
como territorio del nuevo Estado, el que se sitúa al este de la margen derecha
del río Esequibo y reitera ante la comunidad internacional, que se reserva
expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se
encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el
territorio de la Guayana Esequiba sobre el cual Venezuela se reserva
expresamente sus derechos soberanos, limita al Este con el nuevo Estado de
Guyana, a través de la línea del río Esequibo, tomando éste desde su nacimiento
hasta su desembocadura en el Océano Atlántico...”
Mapa que señala el
Espacio de Soberanía Marítima Venezolana que se reserva, como Mar
Territorial mediante el Decreto Presidencial No 1152 del 09 de
Julio de 1968
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