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Tomado de:
Viernes 3 de junio de 2011
Fernando López sj nos cuenta la situación de las fronteras amazónicas y su interpretación simbólica.
Vivimos un tiempo de “frontera”. Más que una época de cambios, estamos en un cambio de época, de paradigma de mundo y vida planetaria. Nunca antes la humanidad se deparó con el hecho del cambio climático, no como consecuencia natural de los ciclos del planeta, sino como resultado de los impactos que produce el modelo económico neoliberal vigente y el estilo de vida consumista y depredador de los países más desarrollados y de los grupos económicos más fuertes de los países emergentes. El actual modelo económico de desarrollo no es universalizable ni sustentable. Hoy tenemos conciencia de ser “terrícolas” y que necesitaríamos tres planetas tierra para que todos los pueblos del mundo pudieran vivir con ese nivel de acumulación y consumo que goza solamente una sexta parte de la humanidad.
Ante tal injusticia estructural de violencia humana y ecológica, de desarrollo insostenible ¿es posible mantener la esperanza? ¿Dónde está el Dios de la Vida que nos ofrece vida en abundancia para todos y para mañana? ¿Cómo la vida cristiana y la vida religiosa pueden ser testimonios de esperanza en medio de la crisis socio-ambiental? ¿Cómo la amazonia y sus pueblos pueden ser profecía de esperanza ante el desequilibrio sistémico del planeta que amenaza el futuro de la humanidad?
En esta crucial coyuntura histórica nace la pequeña experiencia del Equipo Itinerante (EI) al servicio de los pueblos, comunidades e iglesias de la amazonia, con sus intuiciones de servicio a la misión a partir de la itinerancia y levedad, intercongregacionalidad e interinstitucionalidad, visión-acción panamazónica y espiritualidad itinerante. Este es el don recibido y la tarea asumida: servir-sembrar la esperanza, contra toda esperanza, atravesando las “fronteras” en los dos sentidos.
I.- Amazonia: Fronteras geográficas e simbólicas de profecía y esperanza
En la amazonia, en sus múltiples fronteras, se debaten amenazas y esperanzas. El instinto predador que disputa el control y destrucción de sus recursos naturales y la vida abundante de sus pueblos tradicionales en armonía con la naturaleza. Ellos, como “profecía de la tierra”, nos invitan a una profunda conversión del corazón codicioso y actitud depredadora. Las fronteras amazónicas, geográficas y simbólicas, son una oportunidad para la humanidad y el planeta encontrar caminos de solución a los grandes y graves problemas que el presente modelo económico ha impuesto, poniendo en riesgo la misma posibilidad de vida para todos los seres (universable) y para mañana (sustentable).
1.1. Fronteras geográficas
Geográficamente la frontera es comprendida como barrera, línea que divide, limita y separa a un país de otro, permitiéndole ejercer su autoridad dentro de sus dominios. Normalmente, los Estados están menos presentes en sus fronteras porque están lejos de sus centros políticos de poder. La ausencia del Estado hace que sean las mafias quienes controlan las fronteras. Los grupos armados, las empresas nacionales y trasnacionales, legales e ilegales, son quienes dominan esos espacios y sus recursos naturales (madera, oro, narcotrafico, contrabando, armas, etc.). En las fronteras las heridas socio-ambientales están más abiertas, los derechos humanos más violados y la vida más amenazada. Los países defienden sus fronteras militarizándolas, con cuarteles y puestos de control. Los más pobres, que normalmente son los más indefensos, son fácilmente desechados e invisibilizados.
El testimonio de un joven Tikuna, de la triple frontera amazónica de Brasil-Perú-Colombia, en el alto rio Solimoes (Amazonas), revela el absurdo y contradicción de las fronteras entendidas como división geográfica: “Me explican ese asunto de las fronteras: Mi papá y mi mamá viven al otro lado del rio Amazonas y ustedes dicen que son peruanos; mi hermano con su familia vive aguas arriba, subiendo el rio en su margen derecha, y ustedes dicen que son colombianos; y yo que vivo aguas abajo, bajando el rio en la margen izquierda, ustedes dicen que soy brasileño... A ustedes los blancos no hay quien los entienda con este asunto de las fronteras... Están un poco locos... Nosotros somos del pueblo Ticuna y vivimos aquí antes que ustedes llegaran!” (Encuentro inter-fronterizo, Tabatinga-AM, Brasil, 2006).
1.2. Fronteras simbólicas
Pero las fronteras tienen otro sentido mucho más rico y fecundo. Etimológicamente, la palabra “frontera” viene de la raíz latina “frontis”, que quiere decir “frente”, “cara”, “rostro”. Situarse en la “frontera” es estar “en frente” del otro, “cara a cara”. La frontera es así posibilidad de encuentro y relación fecunda con el otro diferente, “rostro con rostro”, sin máscaras. La frontera es el lugar del ejercicio de la identidad y alteridad, del diálogo interpersonal. Es el espacio privilegiado para el intercambio afectivo y familiar, social, cultural, religioso, económico y político entre los diferentes sujetos y contextos existentes a ambos lados de las fronteras. En este sentido hablamos de “fronteras simbólicas”. Es en esta perspectiva simbólica donde la amazonia y sus pueblos tradicionales nos ofrecen diversas y desafiantes fronteras, ricas y creativas posibilidades, nuevas perspectivas de mundo y de vida con las que fecundar la crítica coyuntura histórica actual.
En la aldea Sapotal (alto río Solimoes, Brasil) una mujer Kokama estaba amamantando a una cría de venado mientras sus hijos pequeños observaban. Las compañeras del EI preguntaron por qué estaba dándole de mamar al animalito. La señora serenamente contestó: “Mi marido fue a cazar con otros hombres de la aldea. Salieron antes de amanecer. Lo único que encontraron fue una mamá venado con su cría… Era tarde y tenían que traer algo para la aldea. La tuvieron que sacrificar… Igual que la mamá venado se sacrificó para alimentar a nuestros hijos, nosotros tenemos la obligación de alimentar a su hijito para que mañana, mis hijos y sus hijos continúen ayudándose…”.
¡Esto es reciprocidad socio-ambiental! Esta escena se ve con mucha frecuencia entre los distintos pueblos indígenas: una mujer que amamanta en uno de sus pechos a su hijito y en el otro a un animalito (cría de mono, venado, chancho del monte, etc.) cuya mamá fue sacrificada para alimentar a la comunidad. Esto es vivir en serio el sentido de reciprocidad, de mutuo cuidado y ayuda, de que nos necesitamos corresponsablemente los unos de los otros. Y no solo entre los seres humanos, sino también con todos los seres de la naturaleza, de la creación. Eso es ser “jardineros” del planeta, cuidadores (no depredadores) y “co-creadores” con el Dios-Amor-Vida.
1.3. Fronteras proféticas de esperanza
Estos “otros rostros” amazónicos son profecía de vida nueva y esperanza. Los pueblos indígenas, ribereños, afro-descendientes -“quilombolas”-, campesinos, marginados urbanas, etc. y la Madre Tierra, que con su biodiversidad a todos sustenta, son hoy, más que nunca, denuncia y anuncio profético. Los grupos hegemónicos, que detentan el poder económico e político, con su lógica mercantilista y consumista, depredan la Madre Tierra y acusan a los pueblos amazónicos de ser impedimento al desarrollo. Muy por el contrario, hay que denunciar a estos grupos y anunciar que los pueblos amazónicos son profecía, una “buena noticia”, ensayos sociales milenarios de eco-logía-nomía (ecologia-economía) alternativa y viable. “Los otros rostros” son semillas de solución al actual y crucial problema del futuro de la vida de la humanidad y del planeta.
El encuentro “fronterizo” con esos “otros rostros” nos humaniza y convierte, nos cura la ambición y nos aviva la esperanza. Sus vidas e historias nos hablan de mucha sabiduría y cariño en el cuidado sustentable de la vida, de la Mamá Tierra y de todos los hijos e hijas. Atravesar las fronteras humildemente, descalzos porque esa tierra es sagrada, para ver, escuchar, sentir, aprender y comprender con nuestros “otros hermanos-as” es condición de posibilidad de profecía, de conversión y esperanza, de volver a soñar y renovar nuestro compromiso con el “cielo nuevo y tierra nueva”, fraternidad universal, que Dios-Padre-Madre soñó primero para toda su creación.
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