Tomado de:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=104689
Barabara Rose Johnston
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Carlos Valladares
Soy antropóloga. Algunas veces es duro decirlo en voz alta. Así fue el pasado enero cuando fui al estreno en Sundance del documental del director brasileño Jose Padilha Los secretos de la tribu. Estuve en el estreno y contesté a algunas preguntas del público asistente.
Como se dice de este documental en el programa del festival de cine de Sundance “el campo de la antropología es estudiado con lupa en esta incisiva investigación sobre los primeros trabajos de campo hechos sobre los indios Yanomami. En los años 60 y 70 del siglo pasado un flujo sostenido de antropólogos fue al valle del Amazonas para observar esta sociedad “virgen” sin contacto alguno con la vida moderna. Treinta años después los eventos que rodean esta infiltración se han convertido en una historia escandalosa de ética y rivalidades académicas. Los orígenes de la guerra y la violencia, y la validez del proceso de recogida de datos se debaten acaloradamente entre los miembros del clan académico. Rápidamente estas discusiones toman un cariz agrio propio del Corazón en las Tinieblas y descendienden hasta sórdidas acusaciones sobre supuestos abusos sexuales y médicos. El director José Padilha usa con brillantez dos estimulantes estrategias para plantear preguntas perturbadoras sobre los límites de los encuentros entre culturas. Por una parte deja que los profesores acusados de estas horrendas actividades se defiendan, y por otra que los Yanomami expongan su lado de la historia. A la vez que esta excitante indagación deconstruye el legado colonial de la antropología, pone en cuestión los mitos de nuestra sociedad sobre la objetividad y sobre la mera noción del “otro”.
Para ser sincera, tenía pavor a este viaje a Sundance para ver la película, pero a la vez me sentía obligada también a ir. Como una de los tantos antropólogos entrevistados por Padilha para esta película, quería saber cómo iba a editar los cientos de horas de entrevistas para entretejer una narración coherente. ¿Qué historia contaría esta narración? ¿Qué entrevistas cortaría, y, más importante, qué perspectivas sonarían ciertas? ¿Qué nociones de bien y mal serían puestas en juego? ¿Cómo un examen crítico de acciones y eventos de hace tantas décadas tendrá resonancia en el publico de hoy? ¿Qué dirá esta película de la antropología y del trabajo que los antropólogos hacen? Y, a nivel personal, me preocupaba que mi entrevista, que trataba del asunto de por qué la Comisión dela Energía Atómica financió alguna de las investigaciones entre los Yanomami, sobreviviera al proceso de edición. ¿Estaba preparada para verme en la pantalla? ¿Habría en el documental el suficiente contexto para explicar mis comentarios?
Ninguno de los entrevistados para esta película tenía una idea de lo que de hecho iba ir a la versión final (Padilha la terminó de editar en Brasil justo el día anterior al estreno). Pero todos nosotros conocíamos de primera mano que José Padilha es un entrevistador superdotado. Resultaba obvio de su conversación y sus preguntas que había hecho una investigación a fondo de la historia, de las personas envueltas, y de los asuntos clave. Y tenía una manera de presentar las cuestiones que te hacía pensar “entiende mi punto de vista” “está de nuestra parte”... Así que nos relajamos, nos inhibimos, y inevitablemente dijimos cosas que nunca habríamos puesto por escrito.
En aquellas entrevistas José Padilha colocó a los antropólogos en una posición extraña. Nosotros eramos los objetos de estudio. Me acuerdo de haber pensado, cuando cerré la puerta después de una entrevista de 90 minutos, que quizás me había relajado demasiado. Me acuerdo de haber pensado que todos los entrevistados para esta película íbamos, en un momento o en otro, a ser cogidos en situaciones realmente embarazosas.
Tenía razón.
Gran parte de la película se centra en el debate académico sobre Napoleon Chagnon y su trabajo de investigación, la validez de sus datos, sus representaciones de los Yanomami, y sobre si sus métodos de trabajo de campo vulneraban las normas deontológicas. Al yuxtaponer los debates académicos con la experiencia de los Yanomami, la película permite al espectador tomar en consideración y poner en cuestión los asuntos subyacentes en este retrato de las relaciones entre la ciencia y sus objetos de estudio. Plantea preguntas importantes como por qué se realizó la investigación, cómo fue financiada, la dimensión ética de los métodos del trabajo de campo, cómo se utilizaron los resultados de la investigación (o cómo se pretendían usar), quién se beneficio y quién pago el precio.
La crítica de Dennies Harvey en la revista de Holywood Variety describe la película como una mirada desde dentro hacia el lado más sórdido de la antropología.
“El campo de la antropología aparece como un nido de víboras lleno de comportamientos éticamente reprochables y de puñaladas por la espalda en Secretos de la tribu del realizador de Bus 174 José Padilha. Este documental nos abre los ojos ante los varios decenios de investigaciones y los comportamientos cuestionables que a la postre provocaron que los Yanomami de la Amazonía brasileña, considerados en su momento como la última sociedad primitiva “pura” sin contacto con influencias externas, se volvieran amargamente cínicos hacía cualquier intruso venido del Primer Mundo...
Aquí los principales antagonistas son bien conocidas autoridades en la materia provenientes de Estados Unidos. Napoleon Chagnon empezó a estudiar a los Yanomami en los 60, y escribió su popular libro “Yanomamo: el pueblo feroz” el cual describía sangrientas guerras tribales. Sin embargo se ha visto seriamente criticado por sus datos, conclusiones y métodos (además de por su temeraria implicación en el contagio de enfermedades occidentales). Los libros de su encarnizado rival Kenneth Good fueron el disparo de salida de una marea de publicaciones y reportajes estilo new age en las que se retrataba a los Yanomami como un pueblo pacífico e inocente. Pero Good sufrió criticas por casarse con una adolescente de 13 años de una de las tribus. El protegido de Levi-Strauss Jacques Lizot (que se negó a que le entrevistaran) se dedico, presuntamente, a intercambiar mercancias occidentales (incluso armas) por servicios sexuales con niños. Tanto los colegas de profesión que colaboran como los que son criticados son retratados en esta fascinante mezcla entre acalorados debates e imágenes de archivo”
Esté es un resumen bastante bueno. En Secretos de la tribu Padilha saca a la luz los secretos de mi tribu, los antropólogos. Es verdad que somos parte de una empresa intelectual, basada en la relación investigador-objeto de estudio, que ha provocado, muchas veces, casos de sangrante explotación . Tales experiencias provocaron que el académico y activista estadounidense de origen indio1 Vine De Loira escribiera su famosa critica a la disciplina en su libro de 1969 Custer murió por vuestros pecados.
Es verdad que cuando se han levantado voces de queja por parte de los “objetos” de estudio, raramente se ha conseguido un reconocimiento o una rendición de cuentas, y la indiferencia disciplinar o institucional han sido la norma histórica, como fue el caso de la implicación de antropólogos en campos de internamiento para japoneses descrito por David Price en su libro del 2008 “Inteligencia antropológica: el uso y el abuso de la antropología estadounidense en la segunda guerra mundial”.
Es verdad que la empresa académica es a menudo patrocinada y utilizada con propósitos atroces. Como Gretchen Schafft demuestra con claridad en su libro de 2004 Del racismo al genocidio: la antropología en el Tercer Reich, la teoría antropológica ayudó a dar forma a las más infames políticas de Hitler, y se empleó a antropólogos durante el Tercer Reich para identificar atributos raciales y determinar a quién se enviaba a los campo de concentración, quién vivía y quién moría.
Y es verdad que estos episodios de nuestra historia- la investigación de poblaciones humanas durante la Guerra Fría con grupos indígenas del Amazonas, los diferentes tipos de impacto social de tales investigaciones, las cuestiones éticas de carácter más general sobre la metodología de campo, la responsabilidad científica y la rendición de cuentas derivada de dicha responsabilidad- son al día de hoy temas objeto de discusiones apasionadas.
La “tribu” del título de la película, sin embargo, no es simplemente la tribu de los antropólogos, sino del grupo más amplio de científicos que estudian a grupos humanos. Así, la película presta una considerable atención a una expedición científica liderada en 1968 por James V. Neel, un genetista cuyos logros anteriores abarcaban el descubrimiento de las bases genéticas de la anemia falciforme y el diseño de la investigación para la Comisión de las Victimas de la Bomba Atómica, incluyendo el estudio los embarazos y nacimientos de las supervivientes de Hiroshima y Nagasaki.
La expedición de Neel en 1968 al Amazonas tenía como objetivo la recolección de datos entre la población sobre las relaciones sociales y la biología de los Yanomami que ayudaran a construir su estudio sobre la evolución genética (sobre la frecuencia de cambio genético en las poblaciones humanas). Para lograr el objetivo de su investigación de evaluar “el ratio de mutación de nuevos alelos, la selección de genes en diferentes entornos al mismo tiempo que los eventos genéticos aleatorios y los efectos fundadores en pequeñas poblaciones” Neel necesitaba interpretaciones fidedignas sobre los "datos de endogamia, el tamaño efectivo de la población, la fecundidad diferencial , pirámides de edad, y curvas de supervivencia, así como una evaluación precisa de la salud y enfermedad en la población objeto de estudio "(como se señala en el artículo de la Sociedad Americana de Genética Humana de 2002 Respuesta a las denuncias contra James V. Neel en “Oscuridad en El Dorado”, por Patrick Tierney). Para llevar a cabo dicho trabajo, el equipo de la expedición de Neel incluía genetistas, antropólogos culturales y físicos, médicos, lingüistas, y estadísticos.
La función del antropólogo, en este caso un reciente doctor llamado Napoleon Chagnom era la de descodificador cultural y facilitador de la investigación -para conseguir información acerca de quién era pariente de quién (y de esa manera codificar con precisión las relaciones entre las muestras)y la de establecer relaciones amistosas y aliviar tensiones de forma que se permitiera la recolección de datos por parte de los científicos.
La expedición de Neel de 1968 en territorio de los Yanomami se presenta como un nuevo episodio de la experimentación con sujetos humanos con consecuencias desastrosas. La investigación fue llevada a cabo en una comunidad aislada, buscada a propósito por su relativo mínimo contacto con el mundo exterior. Esta clase de aislamiento produce una bien conocida vulnerabilidad a la enfermedad, incluido y especialmente el sarampión del que se tenía noticias de que afectaba a las partes bajas del Amazonas.
Con imágenes de entrevistas contemporáneas de los Yanomami, e imágenes de archivo de los científicos en 1968 durante la investigación, Padilha lleva al espectador al río y lo adentra en la aldea en donde escuchamos a los científicos y a los sujetos de su estudio, y observamos la historia de la epidemia de sarampión y como sus consecuencias se despliegan. Según los científicos el contagio del sarampión era inevitable. Se intentó la vacunación con resultados cuestionables. El espectador observa exámenes médicos y tomas de muestras, y se da cuenta de que esos actos íntimos se realizan por parte de gente que a su vez estaba enferma. Neel sufría una enfemedad respiratoria que pensaba que era gripe. Otro miembro del equipo tenía disentería. Otro malaria. El espectador ve también imágenes de Yanomami enfermos y escucha a los científicos conversar sobre un brote de fiebre. La epidemia, y el miedo creciente entre los científicos de que su presencia y actividades estuvieran ayudando a extender el sarampión, se muestran con doloroso detalle. Las entrevistas con los Yanomami supervivientes dejan claro que el impacto de la epidemia de sarampión fue profundo, provocando muchos muertos, y con repercusiones sociales permanentes.
No obstante esta película no es simplemente una muestra de como un grupo de científicos patrocinados por la Comisión de la Energía Atómica recogen e interpretan datos de una población humana. Ni se concentra singularmente en los antropólogos y sus discusiones sobre teoría, datos y ética. Éste es también un documental sobre los Yanomami como el objetivo de la cámara recuerda al espectador una y otra vez. Una historia verdaderamente difícil sobre lo que es ser el anfitrión de científicos extranjeros en el mundo de los Yanomami, con la inclusión de la voz de los Yanomami, desplegada de manera gráfica. Su experiencia, mostrada y contada con claridad, discurre nítida a través del barro y el lodo del debate académico.
Es de agradecer el modo en que Padilha cuenta esta historia, no de una manera simplista desde un punto de vista u otro, sino holísticamente, dicho en nuestra terminología antropológica.
Por otra parte me sentía frustrada, como supongo que estarán muchos de los envueltos en esta empresa, por la mínima atención dedicada a lo que percibí como la cuestión central: ¿Por qué la Comisión de la Energía Atómica patrocinaba esta clase de investigación en el Amazonas?
La contestación a esta pregunta descansa en el numerosísimo y alarmante catálogo de experimentos con humanos expuestos a radiación puestos en práctica por Estados Unidos. Desclasificados después de la Comisión Asesora sobre Experimentación con Radiación en Humanos de la era Clinton, esta documentación estaba disponible en la web entre 1997 y 2001 cuando el gobierno de Bush empezó a quitar documentos clave y , en 2003, cerro la página sobre la base de que tal información constituía una amenaza a la seguridad (copias en papel de estos documentos están accesibles todavía en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington). La Comisión de la Energía Atómica y otras instituciones estadounidenses patrocinaron numerosos proyectos de investigación de poblaciones humanas durante la guerra fría con comunidades indígenas que sirvieron de cobayas humanas en experimentos que involucraban la administración de isótopos radioactivos, con objetos de estudio que incluían, entre otras cosas, cómo el cuerpo humano respondía en diferentes altitudes, se adaptaba a fríos extremos, y que función cumplían las glándulas tiroides en este proceso (siendo las tiroides especialmente vulnerables a lesiones provocadas por asimilación de yodo radiactivo presente en los productos, consecuencia de las explosiones nucleares, que entonces cubrían el globo). Estás y otras lineas de investigación – tales como cuánta radiación se mueve a través del medio ambiente, la cadena alimentaria y el cuerpo humano, y con qué efecto – llevaron a proyectos de investigación con patrocinio estadounidense a usar poblaciones biológicas aisladas que en su mayor parte vivían de la tierra: grupos indígenas residentes en el Amazonas, los Andes, el Ártico, el Pacífico y el Sudoeste de América.
Ah, pero este es material para una historia más grande que quizás será contada en otra película. Claramente Padilha tenía más que bastante con las consecuencias y las polémicas que rodearon la expedición entre los Yanomami de 1968.
Las preguntas de los espectadores al productor Mike Chamberlain después de la proyección incluyeron: ¿Siguen los antropólogos trabajando de esa manera? ¿Existe todavía el conflicto entre la antropología científica y la humanística? y ¿Cuál ha sido la respuesta a esta historia por parte de las instancias oficiales de la antropología? Buenas preguntas.
En respuesta a la atención de cerca de 2000 medios sobre estas historias de falta de profesionalidad y violación de los derechos humanos, algunas universidades y organizaciones profesionales se lanzaron a la defensa de los científicos y sus investigaciones. La Asociacion Antropológica Americana (AAA por sus siglas en inglés) adoptó la estrategia de investigar en profundidad, buscar la reconciliación, y proponer remedios elaborando un informe sobre la polémica que concluyó, entre otras muchas cosas, que la expedición 1968 desempeñó un papel fundamental en la intensificación de la epidemia de sarampión, que la investigación biomédica con los Yanomami se produjo sin prestar atención a los principios de consentimiento informado vigentes en ese momento, incluyendo la falta de consentimiento informado a la hora de tomar sangre y otras muestras de tejido biológico, y la falta de consentimiento informado para inyectar yodo radioactivo. Se pusieron borradores del informe en la web para que los miembros los comentaran y proporcionaran información adicional. El informe definitivo y sus recomendaciones – incluyendo un código deontológico – se presentó a los miembros y fue adoptado por votación.
Esta acción produjo una reacción. Aduciendo que el papel de los científicos en introducir el brote de sarampión entre los Yanomami había sido puesto en entredicho por reputados investigadores y por organizaciones científicas, y con la preocupación de que las recomendaciones , centradas en la participación y la colaboración con un acento puesto en la resolución de problemas, aprobadas por la AAA debilitarían la ciencia de la antropología, algunos miembros de la misma redactaron una propuesta para eliminar las recomendaciones. En la primavera del 2005 una propuesta de votación se envió a los miembros de la AAA (llegando cuando muchos miembros estaban haciendo el equipaje para ir , o se habían marchado ya, a hacer trabajo de campo).
La votación, 846 contra 338, aprobó la contra-propuesta y los mecanismos de prevención, incluyendo el código deontológico fueron rechazados. Los miembros con derecho a voto en ese momento eran 11340. El 89,6% de los miembros no ejercieron el voto.
Así que aquí estamos en 2010. Una nueva película plantea de nuevo los viejos argumentos y vuelve a poner en escena la polémica sobre la investigación científica en el Amazonas. Al contar los secretos de mi tribu Padilha abre la conciencia del espectador sobre la responsabilidad social asociada a trabajar con sujetos humanos -especialmente de la vulnerabilidad única de los pueblos indígenas – y la facilidad con la que tales responsabilidades se pueden ignorar y se han ignorado, se han desechado y se han violado. Y , se preguntarán los espectadores ¿es esto Historia? o ¿es ésta la imagen de la la práctica actual de la antropología?
En cierto grado esto es Historia. La investigación de poblaciones humanas en cualquier grupo, incluyendo los Yanomami, se produce hoy de manera muy diferente. Un verdadero consentimiento informado es el eje central de esa nueva manera y a menudo el trabajo de investigación es diseñado y desarrollado de manera que refleje las necesidades humanas del sujeto de estudio. Y a pesar del voto para eliminar las recomendaciones de Oscuridad en El Dorado durante la pasada década se ha dado un renovado interés en la ética profesional, siendo muestra de ello no sólo las ponencias y comunicaciones en las reuniones anuales, sino, de manera más importante, el número de cursos que se imparten cada año sobre este tema y sobre esta polémica.
Sin embargo, de nuevo, mientras que los maestros enseñan y los estudiantes aprenden, las quejas de los Yanomami, por muchas razones, aún no se han abordado de manera significativa. El resurgimiento de la minería del oro, la construcción de pantanos, y otros procesos ponen en peligro la capacidad de los yanomami para sobrevivir y prosperar. La vida sigue siendo precaria.
Y, adoptando una mirada más amplia sobre el impacto social de la antropología en el mundo de hoy, las preguntas planteadas por este documental suponen un eco de críticas sobre la práctica actual.
Los elementos centrales del código deontológico en la la antropología son la obligación de asegurar un consentimiento previo, libre e informado y el compromiso de no causar daño. Las normas éticas propugnan una investigación que no sólo se produzca con el consentimiento informado, sino que sea una investigación centrada en problemas – que tome forma de manera cooperativa para abordar los problemas y necesidades mutuas. Este enfoque es imposible cuando la investigación se define, se financia y se utiliza por los actores más poderosos de manera no transparente.
Considérese la labor de antropólogos ayudando al ejercito estadounidense, y a sus acciones, para conseguir datos valiosos sobre las comunidades vulnerables en Iraq y Afganistán. El papel de los antropólogos, como el de las expediciones científicas financiadas por la Comisión de la Energía Atómica en los 60, es el de descodificador cultural y facilitador de la investigación. Los antropólogos suavizan las relaciones y alivian tensiones de manera que permiten a sus acompañantes militares obtener sus datos. Dado que los objetivos de la investigación, el sitio, y la conducta de los “investigadores” y sus sujetos de estudio son definidos por una autoridad externa -en este caso la militar – las situaciones comprometidas y los dilemas éticos se convierten en la norma.
Esto se ilustra en la entrevista que David Price hizó a John Allison. ex-participante en el programa Human Terrain Systems2 en la cual se describe la formación sobre lo que se considera que son los “métodos de campo etnográfico” que incluye una guía minimalista en la que “el consentimiento se da por sobrentendido por la participación continua del informante y la de que aquellos que se suman sin invitación previa” Price señala que “no es sólo que sea una interpretación depredadora del consentimiento, sino que supone una vulneración del Código de Nuremberg, el informe Beltmont, y de las normativas sobre consentimiento en las investigaciones del gobierno federal”.
Esto es bastante irónico. Secretos de la tribu muestra las escandalosas consecuencias humanas de las investigaciones científicas con los Yanomami que empujaron a la antropología, y a las otras ciencias y a los gobiernos que patrocinaron y posibilitaron estas investigaciones, a contar fielmente los abusos, sus ramificaciones y a proponer medidas reales para prevenirlos. Estas medidas incluyen guías deontológicas sobre como plantear proyectos de investigación con gente en situaciones vulnerables de manera que sus derechos sean respetados. En lugar de eso, mientras más se hace evidente esa necesidad los códigos se muestran inoperantes la asunción de responsabilidades parece difícil de lograr.
Notas del traductor:
1 En el texto original se utiliza el sintagma Native American para referirse a todos aquellos descendientes de los habitantes de lo que hoy son los Estados Unidos antes de la colonización europeo.
2 Human Terrain System, HTS, es un programa del ejercito estadounidense cuyo propósito es incorporar a científicos sociales en grupos de combate para ayudara valorar sobre el terreno problemas culturales o sociales que sean susceptibles de afectar a las operaciones militares.
Fuente: http://www.counterpunch.org/johnston03192010.html
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=104689
Barabara Rose Johnston
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Carlos Valladares
Soy antropóloga. Algunas veces es duro decirlo en voz alta. Así fue el pasado enero cuando fui al estreno en Sundance del documental del director brasileño Jose Padilha Los secretos de la tribu. Estuve en el estreno y contesté a algunas preguntas del público asistente.
Como se dice de este documental en el programa del festival de cine de Sundance “el campo de la antropología es estudiado con lupa en esta incisiva investigación sobre los primeros trabajos de campo hechos sobre los indios Yanomami. En los años 60 y 70 del siglo pasado un flujo sostenido de antropólogos fue al valle del Amazonas para observar esta sociedad “virgen” sin contacto alguno con la vida moderna. Treinta años después los eventos que rodean esta infiltración se han convertido en una historia escandalosa de ética y rivalidades académicas. Los orígenes de la guerra y la violencia, y la validez del proceso de recogida de datos se debaten acaloradamente entre los miembros del clan académico. Rápidamente estas discusiones toman un cariz agrio propio del Corazón en las Tinieblas y descendienden hasta sórdidas acusaciones sobre supuestos abusos sexuales y médicos. El director José Padilha usa con brillantez dos estimulantes estrategias para plantear preguntas perturbadoras sobre los límites de los encuentros entre culturas. Por una parte deja que los profesores acusados de estas horrendas actividades se defiendan, y por otra que los Yanomami expongan su lado de la historia. A la vez que esta excitante indagación deconstruye el legado colonial de la antropología, pone en cuestión los mitos de nuestra sociedad sobre la objetividad y sobre la mera noción del “otro”.
Para ser sincera, tenía pavor a este viaje a Sundance para ver la película, pero a la vez me sentía obligada también a ir. Como una de los tantos antropólogos entrevistados por Padilha para esta película, quería saber cómo iba a editar los cientos de horas de entrevistas para entretejer una narración coherente. ¿Qué historia contaría esta narración? ¿Qué entrevistas cortaría, y, más importante, qué perspectivas sonarían ciertas? ¿Qué nociones de bien y mal serían puestas en juego? ¿Cómo un examen crítico de acciones y eventos de hace tantas décadas tendrá resonancia en el publico de hoy? ¿Qué dirá esta película de la antropología y del trabajo que los antropólogos hacen? Y, a nivel personal, me preocupaba que mi entrevista, que trataba del asunto de por qué la Comisión dela Energía Atómica financió alguna de las investigaciones entre los Yanomami, sobreviviera al proceso de edición. ¿Estaba preparada para verme en la pantalla? ¿Habría en el documental el suficiente contexto para explicar mis comentarios?
Ninguno de los entrevistados para esta película tenía una idea de lo que de hecho iba ir a la versión final (Padilha la terminó de editar en Brasil justo el día anterior al estreno). Pero todos nosotros conocíamos de primera mano que José Padilha es un entrevistador superdotado. Resultaba obvio de su conversación y sus preguntas que había hecho una investigación a fondo de la historia, de las personas envueltas, y de los asuntos clave. Y tenía una manera de presentar las cuestiones que te hacía pensar “entiende mi punto de vista” “está de nuestra parte”... Así que nos relajamos, nos inhibimos, y inevitablemente dijimos cosas que nunca habríamos puesto por escrito.
En aquellas entrevistas José Padilha colocó a los antropólogos en una posición extraña. Nosotros eramos los objetos de estudio. Me acuerdo de haber pensado, cuando cerré la puerta después de una entrevista de 90 minutos, que quizás me había relajado demasiado. Me acuerdo de haber pensado que todos los entrevistados para esta película íbamos, en un momento o en otro, a ser cogidos en situaciones realmente embarazosas.
Tenía razón.
Gran parte de la película se centra en el debate académico sobre Napoleon Chagnon y su trabajo de investigación, la validez de sus datos, sus representaciones de los Yanomami, y sobre si sus métodos de trabajo de campo vulneraban las normas deontológicas. Al yuxtaponer los debates académicos con la experiencia de los Yanomami, la película permite al espectador tomar en consideración y poner en cuestión los asuntos subyacentes en este retrato de las relaciones entre la ciencia y sus objetos de estudio. Plantea preguntas importantes como por qué se realizó la investigación, cómo fue financiada, la dimensión ética de los métodos del trabajo de campo, cómo se utilizaron los resultados de la investigación (o cómo se pretendían usar), quién se beneficio y quién pago el precio.
La crítica de Dennies Harvey en la revista de Holywood Variety describe la película como una mirada desde dentro hacia el lado más sórdido de la antropología.
“El campo de la antropología aparece como un nido de víboras lleno de comportamientos éticamente reprochables y de puñaladas por la espalda en Secretos de la tribu del realizador de Bus 174 José Padilha. Este documental nos abre los ojos ante los varios decenios de investigaciones y los comportamientos cuestionables que a la postre provocaron que los Yanomami de la Amazonía brasileña, considerados en su momento como la última sociedad primitiva “pura” sin contacto con influencias externas, se volvieran amargamente cínicos hacía cualquier intruso venido del Primer Mundo...
Aquí los principales antagonistas son bien conocidas autoridades en la materia provenientes de Estados Unidos. Napoleon Chagnon empezó a estudiar a los Yanomami en los 60, y escribió su popular libro “Yanomamo: el pueblo feroz” el cual describía sangrientas guerras tribales. Sin embargo se ha visto seriamente criticado por sus datos, conclusiones y métodos (además de por su temeraria implicación en el contagio de enfermedades occidentales). Los libros de su encarnizado rival Kenneth Good fueron el disparo de salida de una marea de publicaciones y reportajes estilo new age en las que se retrataba a los Yanomami como un pueblo pacífico e inocente. Pero Good sufrió criticas por casarse con una adolescente de 13 años de una de las tribus. El protegido de Levi-Strauss Jacques Lizot (que se negó a que le entrevistaran) se dedico, presuntamente, a intercambiar mercancias occidentales (incluso armas) por servicios sexuales con niños. Tanto los colegas de profesión que colaboran como los que son criticados son retratados en esta fascinante mezcla entre acalorados debates e imágenes de archivo”
Esté es un resumen bastante bueno. En Secretos de la tribu Padilha saca a la luz los secretos de mi tribu, los antropólogos. Es verdad que somos parte de una empresa intelectual, basada en la relación investigador-objeto de estudio, que ha provocado, muchas veces, casos de sangrante explotación . Tales experiencias provocaron que el académico y activista estadounidense de origen indio1 Vine De Loira escribiera su famosa critica a la disciplina en su libro de 1969 Custer murió por vuestros pecados.
Es verdad que cuando se han levantado voces de queja por parte de los “objetos” de estudio, raramente se ha conseguido un reconocimiento o una rendición de cuentas, y la indiferencia disciplinar o institucional han sido la norma histórica, como fue el caso de la implicación de antropólogos en campos de internamiento para japoneses descrito por David Price en su libro del 2008 “Inteligencia antropológica: el uso y el abuso de la antropología estadounidense en la segunda guerra mundial”.
Es verdad que la empresa académica es a menudo patrocinada y utilizada con propósitos atroces. Como Gretchen Schafft demuestra con claridad en su libro de 2004 Del racismo al genocidio: la antropología en el Tercer Reich, la teoría antropológica ayudó a dar forma a las más infames políticas de Hitler, y se empleó a antropólogos durante el Tercer Reich para identificar atributos raciales y determinar a quién se enviaba a los campo de concentración, quién vivía y quién moría.
Y es verdad que estos episodios de nuestra historia- la investigación de poblaciones humanas durante la Guerra Fría con grupos indígenas del Amazonas, los diferentes tipos de impacto social de tales investigaciones, las cuestiones éticas de carácter más general sobre la metodología de campo, la responsabilidad científica y la rendición de cuentas derivada de dicha responsabilidad- son al día de hoy temas objeto de discusiones apasionadas.
La “tribu” del título de la película, sin embargo, no es simplemente la tribu de los antropólogos, sino del grupo más amplio de científicos que estudian a grupos humanos. Así, la película presta una considerable atención a una expedición científica liderada en 1968 por James V. Neel, un genetista cuyos logros anteriores abarcaban el descubrimiento de las bases genéticas de la anemia falciforme y el diseño de la investigación para la Comisión de las Victimas de la Bomba Atómica, incluyendo el estudio los embarazos y nacimientos de las supervivientes de Hiroshima y Nagasaki.
La expedición de Neel en 1968 al Amazonas tenía como objetivo la recolección de datos entre la población sobre las relaciones sociales y la biología de los Yanomami que ayudaran a construir su estudio sobre la evolución genética (sobre la frecuencia de cambio genético en las poblaciones humanas). Para lograr el objetivo de su investigación de evaluar “el ratio de mutación de nuevos alelos, la selección de genes en diferentes entornos al mismo tiempo que los eventos genéticos aleatorios y los efectos fundadores en pequeñas poblaciones” Neel necesitaba interpretaciones fidedignas sobre los "datos de endogamia, el tamaño efectivo de la población, la fecundidad diferencial , pirámides de edad, y curvas de supervivencia, así como una evaluación precisa de la salud y enfermedad en la población objeto de estudio "(como se señala en el artículo de la Sociedad Americana de Genética Humana de 2002 Respuesta a las denuncias contra James V. Neel en “Oscuridad en El Dorado”, por Patrick Tierney). Para llevar a cabo dicho trabajo, el equipo de la expedición de Neel incluía genetistas, antropólogos culturales y físicos, médicos, lingüistas, y estadísticos.
La función del antropólogo, en este caso un reciente doctor llamado Napoleon Chagnom era la de descodificador cultural y facilitador de la investigación -para conseguir información acerca de quién era pariente de quién (y de esa manera codificar con precisión las relaciones entre las muestras)y la de establecer relaciones amistosas y aliviar tensiones de forma que se permitiera la recolección de datos por parte de los científicos.
La expedición de Neel de 1968 en territorio de los Yanomami se presenta como un nuevo episodio de la experimentación con sujetos humanos con consecuencias desastrosas. La investigación fue llevada a cabo en una comunidad aislada, buscada a propósito por su relativo mínimo contacto con el mundo exterior. Esta clase de aislamiento produce una bien conocida vulnerabilidad a la enfermedad, incluido y especialmente el sarampión del que se tenía noticias de que afectaba a las partes bajas del Amazonas.
Con imágenes de entrevistas contemporáneas de los Yanomami, e imágenes de archivo de los científicos en 1968 durante la investigación, Padilha lleva al espectador al río y lo adentra en la aldea en donde escuchamos a los científicos y a los sujetos de su estudio, y observamos la historia de la epidemia de sarampión y como sus consecuencias se despliegan. Según los científicos el contagio del sarampión era inevitable. Se intentó la vacunación con resultados cuestionables. El espectador observa exámenes médicos y tomas de muestras, y se da cuenta de que esos actos íntimos se realizan por parte de gente que a su vez estaba enferma. Neel sufría una enfemedad respiratoria que pensaba que era gripe. Otro miembro del equipo tenía disentería. Otro malaria. El espectador ve también imágenes de Yanomami enfermos y escucha a los científicos conversar sobre un brote de fiebre. La epidemia, y el miedo creciente entre los científicos de que su presencia y actividades estuvieran ayudando a extender el sarampión, se muestran con doloroso detalle. Las entrevistas con los Yanomami supervivientes dejan claro que el impacto de la epidemia de sarampión fue profundo, provocando muchos muertos, y con repercusiones sociales permanentes.
No obstante esta película no es simplemente una muestra de como un grupo de científicos patrocinados por la Comisión de la Energía Atómica recogen e interpretan datos de una población humana. Ni se concentra singularmente en los antropólogos y sus discusiones sobre teoría, datos y ética. Éste es también un documental sobre los Yanomami como el objetivo de la cámara recuerda al espectador una y otra vez. Una historia verdaderamente difícil sobre lo que es ser el anfitrión de científicos extranjeros en el mundo de los Yanomami, con la inclusión de la voz de los Yanomami, desplegada de manera gráfica. Su experiencia, mostrada y contada con claridad, discurre nítida a través del barro y el lodo del debate académico.
Es de agradecer el modo en que Padilha cuenta esta historia, no de una manera simplista desde un punto de vista u otro, sino holísticamente, dicho en nuestra terminología antropológica.
Por otra parte me sentía frustrada, como supongo que estarán muchos de los envueltos en esta empresa, por la mínima atención dedicada a lo que percibí como la cuestión central: ¿Por qué la Comisión de la Energía Atómica patrocinaba esta clase de investigación en el Amazonas?
La contestación a esta pregunta descansa en el numerosísimo y alarmante catálogo de experimentos con humanos expuestos a radiación puestos en práctica por Estados Unidos. Desclasificados después de la Comisión Asesora sobre Experimentación con Radiación en Humanos de la era Clinton, esta documentación estaba disponible en la web entre 1997 y 2001 cuando el gobierno de Bush empezó a quitar documentos clave y , en 2003, cerro la página sobre la base de que tal información constituía una amenaza a la seguridad (copias en papel de estos documentos están accesibles todavía en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington). La Comisión de la Energía Atómica y otras instituciones estadounidenses patrocinaron numerosos proyectos de investigación de poblaciones humanas durante la guerra fría con comunidades indígenas que sirvieron de cobayas humanas en experimentos que involucraban la administración de isótopos radioactivos, con objetos de estudio que incluían, entre otras cosas, cómo el cuerpo humano respondía en diferentes altitudes, se adaptaba a fríos extremos, y que función cumplían las glándulas tiroides en este proceso (siendo las tiroides especialmente vulnerables a lesiones provocadas por asimilación de yodo radiactivo presente en los productos, consecuencia de las explosiones nucleares, que entonces cubrían el globo). Estás y otras lineas de investigación – tales como cuánta radiación se mueve a través del medio ambiente, la cadena alimentaria y el cuerpo humano, y con qué efecto – llevaron a proyectos de investigación con patrocinio estadounidense a usar poblaciones biológicas aisladas que en su mayor parte vivían de la tierra: grupos indígenas residentes en el Amazonas, los Andes, el Ártico, el Pacífico y el Sudoeste de América.
Ah, pero este es material para una historia más grande que quizás será contada en otra película. Claramente Padilha tenía más que bastante con las consecuencias y las polémicas que rodearon la expedición entre los Yanomami de 1968.
Las preguntas de los espectadores al productor Mike Chamberlain después de la proyección incluyeron: ¿Siguen los antropólogos trabajando de esa manera? ¿Existe todavía el conflicto entre la antropología científica y la humanística? y ¿Cuál ha sido la respuesta a esta historia por parte de las instancias oficiales de la antropología? Buenas preguntas.
En respuesta a la atención de cerca de 2000 medios sobre estas historias de falta de profesionalidad y violación de los derechos humanos, algunas universidades y organizaciones profesionales se lanzaron a la defensa de los científicos y sus investigaciones. La Asociacion Antropológica Americana (AAA por sus siglas en inglés) adoptó la estrategia de investigar en profundidad, buscar la reconciliación, y proponer remedios elaborando un informe sobre la polémica que concluyó, entre otras muchas cosas, que la expedición 1968 desempeñó un papel fundamental en la intensificación de la epidemia de sarampión, que la investigación biomédica con los Yanomami se produjo sin prestar atención a los principios de consentimiento informado vigentes en ese momento, incluyendo la falta de consentimiento informado a la hora de tomar sangre y otras muestras de tejido biológico, y la falta de consentimiento informado para inyectar yodo radioactivo. Se pusieron borradores del informe en la web para que los miembros los comentaran y proporcionaran información adicional. El informe definitivo y sus recomendaciones – incluyendo un código deontológico – se presentó a los miembros y fue adoptado por votación.
Esta acción produjo una reacción. Aduciendo que el papel de los científicos en introducir el brote de sarampión entre los Yanomami había sido puesto en entredicho por reputados investigadores y por organizaciones científicas, y con la preocupación de que las recomendaciones , centradas en la participación y la colaboración con un acento puesto en la resolución de problemas, aprobadas por la AAA debilitarían la ciencia de la antropología, algunos miembros de la misma redactaron una propuesta para eliminar las recomendaciones. En la primavera del 2005 una propuesta de votación se envió a los miembros de la AAA (llegando cuando muchos miembros estaban haciendo el equipaje para ir , o se habían marchado ya, a hacer trabajo de campo).
La votación, 846 contra 338, aprobó la contra-propuesta y los mecanismos de prevención, incluyendo el código deontológico fueron rechazados. Los miembros con derecho a voto en ese momento eran 11340. El 89,6% de los miembros no ejercieron el voto.
Así que aquí estamos en 2010. Una nueva película plantea de nuevo los viejos argumentos y vuelve a poner en escena la polémica sobre la investigación científica en el Amazonas. Al contar los secretos de mi tribu Padilha abre la conciencia del espectador sobre la responsabilidad social asociada a trabajar con sujetos humanos -especialmente de la vulnerabilidad única de los pueblos indígenas – y la facilidad con la que tales responsabilidades se pueden ignorar y se han ignorado, se han desechado y se han violado. Y , se preguntarán los espectadores ¿es esto Historia? o ¿es ésta la imagen de la la práctica actual de la antropología?
En cierto grado esto es Historia. La investigación de poblaciones humanas en cualquier grupo, incluyendo los Yanomami, se produce hoy de manera muy diferente. Un verdadero consentimiento informado es el eje central de esa nueva manera y a menudo el trabajo de investigación es diseñado y desarrollado de manera que refleje las necesidades humanas del sujeto de estudio. Y a pesar del voto para eliminar las recomendaciones de Oscuridad en El Dorado durante la pasada década se ha dado un renovado interés en la ética profesional, siendo muestra de ello no sólo las ponencias y comunicaciones en las reuniones anuales, sino, de manera más importante, el número de cursos que se imparten cada año sobre este tema y sobre esta polémica.
Sin embargo, de nuevo, mientras que los maestros enseñan y los estudiantes aprenden, las quejas de los Yanomami, por muchas razones, aún no se han abordado de manera significativa. El resurgimiento de la minería del oro, la construcción de pantanos, y otros procesos ponen en peligro la capacidad de los yanomami para sobrevivir y prosperar. La vida sigue siendo precaria.
Y, adoptando una mirada más amplia sobre el impacto social de la antropología en el mundo de hoy, las preguntas planteadas por este documental suponen un eco de críticas sobre la práctica actual.
Los elementos centrales del código deontológico en la la antropología son la obligación de asegurar un consentimiento previo, libre e informado y el compromiso de no causar daño. Las normas éticas propugnan una investigación que no sólo se produzca con el consentimiento informado, sino que sea una investigación centrada en problemas – que tome forma de manera cooperativa para abordar los problemas y necesidades mutuas. Este enfoque es imposible cuando la investigación se define, se financia y se utiliza por los actores más poderosos de manera no transparente.
Considérese la labor de antropólogos ayudando al ejercito estadounidense, y a sus acciones, para conseguir datos valiosos sobre las comunidades vulnerables en Iraq y Afganistán. El papel de los antropólogos, como el de las expediciones científicas financiadas por la Comisión de la Energía Atómica en los 60, es el de descodificador cultural y facilitador de la investigación. Los antropólogos suavizan las relaciones y alivian tensiones de manera que permiten a sus acompañantes militares obtener sus datos. Dado que los objetivos de la investigación, el sitio, y la conducta de los “investigadores” y sus sujetos de estudio son definidos por una autoridad externa -en este caso la militar – las situaciones comprometidas y los dilemas éticos se convierten en la norma.
Esto se ilustra en la entrevista que David Price hizó a John Allison. ex-participante en el programa Human Terrain Systems2 en la cual se describe la formación sobre lo que se considera que son los “métodos de campo etnográfico” que incluye una guía minimalista en la que “el consentimiento se da por sobrentendido por la participación continua del informante y la de que aquellos que se suman sin invitación previa” Price señala que “no es sólo que sea una interpretación depredadora del consentimiento, sino que supone una vulneración del Código de Nuremberg, el informe Beltmont, y de las normativas sobre consentimiento en las investigaciones del gobierno federal”.
Esto es bastante irónico. Secretos de la tribu muestra las escandalosas consecuencias humanas de las investigaciones científicas con los Yanomami que empujaron a la antropología, y a las otras ciencias y a los gobiernos que patrocinaron y posibilitaron estas investigaciones, a contar fielmente los abusos, sus ramificaciones y a proponer medidas reales para prevenirlos. Estas medidas incluyen guías deontológicas sobre como plantear proyectos de investigación con gente en situaciones vulnerables de manera que sus derechos sean respetados. En lugar de eso, mientras más se hace evidente esa necesidad los códigos se muestran inoperantes la asunción de responsabilidades parece difícil de lograr.
Notas del traductor:
1 En el texto original se utiliza el sintagma Native American para referirse a todos aquellos descendientes de los habitantes de lo que hoy son los Estados Unidos antes de la colonización europeo.
2 Human Terrain System, HTS, es un programa del ejercito estadounidense cuyo propósito es incorporar a científicos sociales en grupos de combate para ayudara valorar sobre el terreno problemas culturales o sociales que sean susceptibles de afectar a las operaciones militares.
Fuente: http://www.counterpunch.org/johnston03192010.html
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