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Por Redacción Central | - Los Tiempos - 14/03/2014
Dados los antecedentes del caso, sólo cabe esperar que la
diplomacia esté preparándose adecuadamente para defender los intereses de
nuestro país
Hace algo más de tres semanas, cuando el presidente Evo
Morales instruyó que se inicie una investigación para determinar la magnitud
del impacto ambiental que sobre la amazonia boliviana tendría la construcción
del Complejo Hidroeléctrico del Río Madera (CHRM), una luz de esperanza se
encendió para quienes, desde hace más de ocho años, en Brasil, Perú y Bolivia,
vanamente tratan de llamar la atención de gobiernos, instituciones y ciudadanía
en general respecto los aspectos negativos de tan enorme proyecto
hidroeléctrico.
Simultáneamente, la posibilidad de que las inundaciones
reaviven un debate que ya parecía zanjado ha encendido también luces, pero esta
vez de alarma, en quienes desde la posición diametralmente opuesta a la
defendida por las organizaciones ambientalistas insisten en minimizar los daños
causados por las represas del río Madera.
La contraposición entre ambas posiciones no es nada nueva.
Recuérdese al respecto que un debate en términos muy similares a los actuales
ya se libró hace más de ocho años cuando el Estudio de Impacto Ambiental (EIA)
del proyecto hidroeléctrico fue presentado al Instituto Brasileño del Medio
Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama), el que después de
revisarlo y evaluarlo se negó a aprobar la otorgación de la licencia ambiental
requerida para la construcción de las represas.
Pese a ello, muy fuertes presiones económicas políticas
terminaron imponiéndose y el Gobierno brasileño dio luz verde a las obras,
desoyendo todas las advertencias.
Algo muy similar ocurrió en territorio boliviano. A pesar de
que durante los últimos días de la breve gestión gubernamental de Eduardo
Rodríguez Veltzé se instruyó negar la aprobación boliviana hasta que se
realicen los estudios correspondientes, el actual Gobierno, que fue el que tomó
la posta, optó por el cauto silencio y, excepto muy concisas e insustanciales
cartas de protesta, nunca incluyó el tema entre sus prioridades a la hora de
fijar la agenda bilateral.
Ahora, cuando el tema parece ya ineludible pues los estragos
que están causando las aguas retenidas por las represas San Antonio y Jirau ya
resultan inocultables, el tema ha adquirido inusitada actualidad en Brasil. Y
aunque en nuestro país han comenzado a oírse las primeras voces sobre la necesidad
de revisar la condescendencia con que nuestros representantes abordaron el
asunto, todo parece indicar que la diplomacia brasileña volverá a recurrir a
todos los medios a su alcance para evitar que el tema sea incorporado a la
agenda bilateral.
Una primera señal en ese sentido la dio la súbita y
sorpresiva decisión de postergar la reunión entre los cancilleres de Bolivia y
Brasil que estaba originalmente prevista para el viernes 7 recién pasado.
Dados los antecedentes del caso y la importancia que el tema
tiene para el futuro no sólo del Beni y sus habitantes, sino de todo el país,
sólo cabe esperar que cuando llegue el momento de volver a abordar el tema en
la mesa de las negociaciones no vuelva a brillar por su ausencia una firme
defensa de nuestra amazonia.
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