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Tomado de.
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2014-03-24
Argentina
Veteranos de
Malvinas: Sobre el olvido y la justicia
El día 2 de abril de 1982 las tropas argentinas bajo el
comando del General Mario Benjamín Menéndez desembarcaron en la Isla Soledad en
el archipiélago de Las Malvinas y avanzaron en dirección de Puerto Argentino
(Port Stanley), donde se encontraba la Gobernación de las Islas. Ello dio
inicio a la guerra con el Reino Unido la que se extendió por dos meses y doce
días y les costó la vida a 649 militares y civiles argentinos, en su gran mayoría
jóvenes reclutas que se encontraban realizando su servicio militar. Eso todo el
mundo lo sabe. También estamos al corriente de las deplorables condiciones en
que se encontraban los jóvenes soldados que combatieron en las islas, muchos
sin los pertrechos y equipamientos mínimos necesarios para encarar una
contienda de esa magnitud, ante navíos de guerra de última generación y a un
ejército con enormes recursos tecnológicos y logísticos. Aparte de eso y tal
como se desprende del testimonio de un ex combatiente: “durante la guerra los
soldados argentinos no sólo tuvimos que combatir al enemigo, sino el hambre, el
frío y la inaudita incompetencia y crueldad de nuestros propios jefes militares
(…) Al margen de los errores tácticos y estratégicos que definieron la suerte
de la guerra, lo que aparece como inaudito son los injustificados malos tratos,
las crueldades de algunos oficiales y suboficiales hacia sus soldados como los
estaqueos durante horas en la turba mojada, con temperaturas bajo cero. En su gran
mayoría eran castigos por robar comida. El hambre dolía tanto como el frío
austral.”.[1]
Ahora, lo que mucha gente todavía no sabe es que existe un
grupo de casi 8.000 veteranos de la guerra que aún no reciben el reconocimiento
oficial por parte del Estado argentino. Nos referimos a aquellos combatientes
que intervinieron en el conflicto del Atlántico Sur, pero que no fueron
destacados en las bases de guerra localizadas en las propias Malvinas. Estos
soldados fueron movilizados hacia la zona austral del Teatro de Operaciones,
específicamente en el sector continental del litoral patagónico. A pesar de que
su participación en la guerra no estuvo confinada al territorio de las islas,
ellos permanecieron durante todo el conflicto en la llamada Zona de Despliegue
Continental, proporcionando apoyo logístico a las tropas que combatían en
Malvinas y a la fuerza aérea que hacia incursiones en las zonas de combate.
Este contingente además realizaba acciones de hostigamiento a las tropas
británicas que buscaban retomar el control de las islas desde los portaviones y
también desde las bases instaladas “clandestinamente” en territorio chileno.
Estos soldados siempre estuvieron expuestos ante la
eventualidad de luchar, atacar y ser atacados por las fuerzas enemigas, o sea,
siempre fueron combatientes y no se puede disminuir su relevante papel en ese
conflicto bélico. Por dicho motivo, resulta inexplicable que hasta el día de
hoy los veteranos que participaron en esa guerra desde la orilla continental,
no sean reconocidos por el Estado como ex combatientes ni incluidos en la
legislación vigente, a pesar de que la propia ley señala expresamente que
tienen derechos a reconocimiento de veteranos de guerra todos aquellos que
hayan participado en el conflicto Malvinas, sin importar el grado de
protagonismo que hayan adquirido en el marco de esa conflagración. De hecho,
entre las tropas instaladas en el litoral austral existen 17 bajas, las cuales
son producto de los enfrentamientos y ataques aéreos que sufrieron por parte de
las fuerzas británicas.
No obstante, mucho después de terminada la guerra -en los
años noventa- el Estado argentino le dio el estatus de ex combatientes
solamente a quienes figuraban como prisioneros de las tropas británicas y cuyos
nombres constaban en la lista confeccionada por la Cruz Roja. En su momento, el
argumento que fue esgrimido para no incluir a todos los soldados movilizados
hacia el Teatro de Operaciones Atlántico Sur (TOAS) fue de carácter
presupuestario. De esta manera, el resto de los militares que participaron en el
conflicto no aparecen hasta la fecha en el padrón de veteranos de guerra y, por
lo tanto, no tienen los beneficios correspondientes a su condición, como
pensión y otros auxilios. Además sobre los veteranos ha caído el escarnio de la
culpa por la derrota en la guerra y ellos mismos se perciben como una basura
que es necesaria esconder bajo el tapete: “Volvimos de la guerra de noche y
tapados, con el peso de la derrota sobre nuestro hombros. Solo fuimos recibidos
por nuestras familias y el entorno próximo. El Estado se mantuvo ausente. Hasta
que cada uno de nosotros no reciba su reconocimiento va a seguir en su puesto
allá en el Sur”.[2]
Pero el tiempo y la actitud de un grupo de veteranos se ha
encargado de esclarecer la injusticia cometida con los aproximadamente 8.000 ex
soldados conscriptos que continúan olvidados por causa de una decisión errática
y arbitraria. En efecto, a comienzos del año 2008, un conjunto de aproximadamente
400 ex combatientes instalaron un campamento en el sector sur de la Plaza de
Mayo, a escasos metros de la Casa Rosada. Ellos exigen el reconocimiento de su
participación en la guerra y, consecuentemente, su derecho para acceder a los
beneficios e indemnizaciones que por ley les correspondería obtener del Estado
argentino. El pasado 25 de febrero se cumplieron seis años desde que este
colectivo de ex combatientes decidió instalar dicho campamento como forma de
presionar y ser escuchados por el gobierno y los legisladores. Han sido seis
años duros, en los que han tenido que enfrentar la represión y los intentos de
desalojo por parte de la policía. Inclusive ya fueron atacados por los
veteranos “reconocidos” que ven a este grupo como una amenaza, pues consideran
que a partir de la ampliación del padrón de veteranos, los exiguos valores que
les entrega el Estado van a tener que ser repartidos entre más beneficiarios.
Un importante avance en esta lucha fue que en el año 2009 el
Ejército argentino realizó un estudio en el cual se concluye que: “No existen
impedimentos legales tanto a nivel Nacional como Internacional para el
reconocimiento como Veteranos de Guerra de Malvinas, en consideración al mayor
riesgo corrido al entrar en una zona de guerra, que fue el ámbito operativo de
la estructura militar de combate, y en cumplimiento de órdenes superiores. Esto
fue así considerado al entender que existía riesgo físico y psíquico tanto en
el TOAS como dentro de la Zona de Despliegue Continental, sin hacer distinción
entre ambos”.[3]
Seis años se han pasado y los veteranos continúan allí, con
la perseverancia y la unidad que solo puede dar la convicción de una causa
justa. Y no pierden la esperanza de ver una solución a corto plazo. Tienen la
palabra del gobierno y de muchos congresistas, sin embargo, su cruzada
continuará hasta que no tengan la anhelada justicia y el reconocimiento de su
condición de veteranos en una guerra infame. Junto al campamento levantado en
Plaza de Mayo se puede ver un enorme mural que representa la estrategia de los
poderosos y el dolor de la batalla estampada en los rostros de los soldados. Es
un homenaje a todos los caídos y un apelo a la memoria de los pueblos, porque
como bien sabemos “la memoria pincha hasta sangrar a los pueblos que la
arrancan y no la dejan andar…”
Fernando de la Cuadra
Doctor en Ciencias Sociales. Miembro de la Red Universitaria
de Investigadores sobre América Latina.
[2] Testimonio recuperado en el
documental “Tras un manto”, realizado por José Duacastella para el Grupo de
Veteranos de Guerra Malvinas no reconocidos, Campamento TOAS Plaza de Mayo.
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