Leandro Area Pereira*
Martes, 7 de julio de 2015
Desde 1989 hasta la llegada de Chávez al poder en 1999 e
inclusive durante el primer año de su mandato mientras aprendía apenas a gatear
en los farragosos caminos de la política no conspirativa ni golpista, las
relaciones colombo-venezolanas vivirán el momento de mayor esplendor en toda su
historia si por ello entendemos cooperación y agenda constructiva con
participación de las comunidades involucradas. Hoy poco y pocos nos acordamos
de ello perdiendo así nuestra capacidad para comparar y asombrarnos al entender
lo mal que andamos en la actualidad también en ese aspecto.
En ese entonces parecía ya superada la vieja noción de “tensa
calma” acuñada en los años 60 para caracterizar y definir nuestra relación con
Colombia cuando surgió con fuerza y por primera vez lo que después sería un
vicio común y compulsivo: la archinombrada delimitación de las áreas
marinas y submarinas al norte del golfo de Venezuela. El archipiélago de Los
Monjes mereció en el pasado tratamiento singular y definitivo.
A través de la magia de la política y de su brazo más próximo
y desarmado, la diplomacia, se logró desgolfizar, despretrolizar digamos, esa
relación entre vecinos, “hermanos” los llamarían exageradamente algunos,
dándole rango de primer orden a lo fronterizo y sacándolo así del limbo
histórico en que se encontraba y en el que vuelve a estar. Dejó de ser lo
vecinal pues, en esa década, aquél “Tercer País” del que hablaba Uslar Pietri y
se le dio carácter de actor fundamental en la relación binacional,
anteriormente también gobernada, exclusiva y exageradamente, desde y por el
binomio Caracas-Bogotá.
En suma, al desgolfizar la relación, ésta se desmilitarizaba
y el elemento bélico, brazo armado de la política, ocupó y se ocupó de lo
que le corresponde estrictamente dentro de la Constitución de los Estados
democráticos, a saber: la seguridad y la defensa nacional.
Existía además una agenda internacional y regional de post
guerra fría y de post dictadura en el continente, llena de optimismo y de
cierto esplendor económico y comercial, y esperanza en que los valores de la
democracia, la libertad y la justicia social podían prevalecer a través del
diálogo, sobre guerras y conflictos. Dentro de ese marco más general es que
habría que entender el gigantesco esfuerzo que realizaron Colombia y Venezuela
luego de haber estado, dos años antes nada más, en 1987, al borde de una
guerra.
Seguían los problemas fronterizos, cómo no. El contrabando,
el secuestro, el aliviadero de la guerrilla y sus ataques dentro de territorio
venezolano, el narcotráfico de allá más que el de acá, que de eso andábamos en
pañales todavía, del hampa común siempre tan activa e imaginativa y la pobreza,
que engendra y anida a todos los males anteriores. Pero en verdad, a pesar de
esas crónicas realidades, se respiraban aires de progreso, de trabajo conjunto
y de esperanzas en que aquellos sueños comunes, de tanto peso sobre nuestros
hombros eran posibles y que con voluntad política se podían cristalizar.
Pero llegaron Chávez y Uribe y dentro de circunstancias históricas
específicas dieron al traste con todo lo hecho anteriormente sin necesidad
siquiera de sacar del clóset el tema de la delimitación de áreas marinas y
submarinas, con la salvedad, sea dicho, de la hojarasca aquella que se levantó
en 2007 con la supuesta propuesta de solución que Chávez anunciara en su Aló
Presidente 292, desde Yaracuy, que dicen los malpensados, entre los cuales me
encuentro, que era a cambio del permiso que Uribe le estaba otorgando para que
sirviera como mediador en el conflicto entre el Estado colombiano y las
FARC-EP. Los rasgos personales y psicológicos de ambos, las distancias
ideológicas y de perspectiva política, sus acercamientos o lejanías con los
Estados Unidos, su postura frente a la guerrilla colombiana, en fin, sus amigos
y sus enemigos, mantuvieron en jaque esa relación otrora medianamente
institucional ahora asunto estrictamente visceral.
Saliendo Uribe del gobierno, frustrado por no haber podido
ser presidente una tercera vez, apareció Santos, su alumno más aventajado e
implacable ministro de Defensa, que de buenas a primeras se reinventó una
imagen y rompió con su progenitor y su ideario a través de aquella máxima según
la cual en Chávez había descubierto a su mejor amigo. El Golfo seguía quieto.
Con el fallecimiento del ahora comandante eterno, aparece el
ungido Nicolás Maduro y la relación entre ambos países entra en una barrena
crítica que gradualmente nos ha traído al basurero en que se ha convertido hoy.
De la agenda esperanzadora aquella que iniciaron Pérez y Barco, hace 26 años,
ya no queda ni el recuerdo. Ahora lo que tenemos es que el conflicto bilateral
ha ganado terreno y se ha militarizado progresivamente una relación que era en
lo fundamental civil y democrática. Esto es natural dentro de una dictadura disimulada,
ya casi nada, de democracia como lo es el régimen venezolano. Frente a
ello Colombia ha tenido que responder con guante de seda a los dislates del
madurismo, tragándose todos los sapos posibles, para así evitar, entre otras
cosas, que al gobierno venezolano, en su calidad de acompañante del proceso de
paz, se le ocurra sabotear esas negociaciones.
Colombia está a todas éstas atada de manos frente a los
desmanes del gobierno venezolano que la chantajea. Santos, al igual que
frente a los desmanes de la guerrilla, ante el gobierno venezolano calla,
otorga, deja hacer, pasar, torea tanta afrenta, esquiva reclamar tanta deuda
sin pagar o mal pagada, baja el tono frente a deportaciones de connacionales, a
afirmaciones destempladas, a insultos, a culpabilizaciones, a supuestos
magnicidios urdidos desde allá o en combinación con terceros, el eje
Miami-Madrid-Bogotá. Y aún así y con todo el tema del golfo estaba quieto ahí,
en remojo, en el cofre de los maniquíes dormidos.
Hoy el telón se abre y empieza la comedia. A meses de
celebrarse unas elecciones parlamentarias que pintan más bien de
plebiscito frente a la gestión de Maduro, de manera sorpresiva y unilateral, se
crean y activan unas Zonas Operativas de Defensa Integral Marítima e Insular
(ZODIMAIN) con las que se alborota un avispero en Guyana, en Colombia, aquí
adentro y más allá, sacando a la luz nuevamente por ejemplo el viejo fantasma
patriotero, militar, electoral, conflictivo y guerrerista de la delimitación
pendiente con Colombia. Tal controversia existe y suponíamos que el tema se
estaba manejado por aquellos a quienes institucionalmente les corresponde, que
son las Comisiones Presidenciales de Negociación creadas y vigentes desde 1990.
Que no se puede, en todo caso, a la torera y unilateralmente fijar límites
sobre áreas en litigio sin el consentimiento del vecino, que para eso están los
mecanismos diplomáticos establecidos por el Derecho internacional.
Se han encendido otra vez las alarmas en la relación
colombo-venezolana. Se redactan notas de protesta, se bautiza el nuevo ministro
de Defensa colombiano con una visita a la Guajira, los opinadores cargamos
nuestras plumas, se desempolva el viejo diccionario de los insultos, frases y
coletillas que creíamos ya olvidadas o superadas tras más de medio siglo
conversando sobre lo mismo, que sin llegar a conclusiones definitivas nos ha
evitado el llegadero de una guerra ¿Y les parece poco?
¿Qué será lo que está en juego hoy? ¿La militarización de las
relaciones colombo-venezolanas, la aparición de una nueva agenda, ya no global,
sino punto por punto, golfizada, crispada, peligrosa y sin la intervención
posible de terceros, bomba de tiempo? ¿O será tan solo un trapo rojo con
fines de auxilio electoral frente al descalabro del sistema chavista y que se
desvanecerá una vez realizadas las elecciones de diciembre?
Lo cierto es que el Golfo de Venezuela ha servido de
mercancía geopolítica para demasiadas aventuras. La de Chávez lo fue. En el
caso de Maduro, no sé.
2005 La
Guayana Esequiba – Zona en Reclamación. Instituto Geográfico Simón Bolívar Primera Edición
Nota del
editor del blog:
Al referenciarse a la República Cooperativa de
Guyana se deben de tener en cuenta los 159.500Km2, de territorios ubicados al
oeste del río Esequibo conocidos con el nombre de Guayana Esequiba o Zona en
Reclamación sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.
Territorios estos sobre los cuales el Gobierno
Venezolano en representación de la Nación venezolana se reservo sus derechos
sobre los territorios de la Guayana Esequiba en su nota del 26 de mayo de 1966
al reconocerse al nuevo Estado de Guyana:
“...por lo tanto, Venezuela reconoce como
territorio del nuevo Estado, el que se sitúa al este de la margen derecha del
río Esequibo y reitera ante la comunidad internacional, que se reserva
expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se
encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el
territorio de la Guayana Esequiba sobre el cual Venezuela se reserva
expresamente sus derechos soberanos, limita al Este con el nuevo Estado de
Guyana, a través de la línea del río Esequibo, tomando éste desde su nacimiento
hasta su desembocadura en el Océano Atlántico...”
LA GUAYANA ESEQUIBA
http://laguayanaesequiba.blogspot.com/2008/01/la-guayana-esequiba.html
Terminología sobre cómo referenciar la
Zona en Reclamación-Guayana Esequiba.
Mapa que señala el
Espacio de Soberanía Marítima Venezolana que se reserva, como Mar Territorial mediante el Decreto Presidencial No 1152 del 09
de Julio de 1968
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