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Tomado de.
Sábado, Febrero 22, 2014 to Domingo , Febrero 23, 2014
La historia colombo-venezolana es de odios y amores como
sucede en casi todas las familias del mundo. Si revisamos con detenimiento el
surgimiento de los dos países como naciones independientes desde hace más de
200 años, encontraremos que son repúblicas complementarias y poco competitivas
entre ellas; que están unidas estrechamente a través de una frontera porosa de
2.219 kilómetros con más de 20 puntos fronterizos. Toda una descripción
elocuente de las estrechas relaciones sociales, comerciales, políticas, y
judiciales.
En los mejores momentos, los dos países intercambiaron bienes
y servicios por más de US$7.000 millones con una balanza comercial
superavitaria para Colombia, pues desde muy entrados los años 50 la economía
venezolana se enfocó en la industria extractiva de petróleo, lo que convirtió
al país en un dependiente total de las importaciones gracias a de sus US$90.000
millones de exportaciones anuales en su inmensa mayoría de crudo. Ellos, buenos
compradores, y nosotros, buenos vendedores. Pero esa ecuación se rompió hace
doce años cuando entró el chavismo al gobierno y se enfrentó a los modelos
económicos y de desarrollo de sus vecinos. Fue entonces cuando el intercambio
comercial llegó a menos de $1.000 millones, una cifra que de a poco se empieza
a reconstruir.
Pero independientemente del comercio y de la
complementariedad de las dos economías, la política interna venezolana siempre
ha usado a Colombia como chivo expiatorio para conseguir dividendos
electoreros. Siempre que un gobernante -anterior al chavismo- necesitada
popularidad acudía a los diferendos nacionalistas en el llamado Golfo de
Coquivacoa o de Venezuela. El tema no se volvió a tocar desde la llegada de
Chávez, pues su beligerancia y animosidad seguramente habrían desencadenado
escaramuzas bélicas. Entre los años 50 y los 90, miles de colombianos de la
Costa Caribe y de los santanderes emigraron al vecino país conformando con el
paso de los años una colonia muy importante, una bolsa de opinión y de trabajo
que siempre es usada para alterar los ánimos entre las naciones.
Toda esta suerte de sucesos obliga y la historia no lo
muestra que debemos ser muy prudentes con Venezuela, no solo para salvaguardar
un mercado para nuestros productos, sino para cooperar y ser solidarios con una
país que ahora nos necesita. Son irresponsables los políticos colombianos que
quieren ayudar a incendiar las calles venezolanas, pues deben respetar las
decisiones internas de un país que desde hace ya más de una década decidió el
camino del socialismo. Hay otras instancias como la OEA o la ONU para opinar y
ayudar, pero nosotros debemos contribuir a que todo se calme y que las cosas se
definan en democracia y en derecho. Prudencia, señores políticos.
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