viernes, 16 de agosto de 2013

Sao Félix do Xingú contra la deforestación en la Amazonía


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15 de Agosto de 2013 • 10:35hs
Decían que era el mejor lugar para vivir", afirma Luiz Martins Neto al explicar por qué en 1989 se mudó a Sao Félix do Xingú, entonces un Eldorado con selva virgen, oro y una gran área indígena en la Amazonía, que hoy lucha contra su historia de deforestación.

Martins Neto, de 54 años, consiguió su primera propiedad como muchos en esa época: con fuego y un hacha.

"En aquel tiempo, cuánto más deforestabas, mejor era tu vida y más tierra conseguías", explica sobre la política que incentivó la acelerada ocupación de la mayor selva tropical del planeta, especialmente durante la dictadura (1964-85).

Hoy el señor Luiz integra un proyecto modelo de agropecuaria que aprovecha áreas ya deforestadas y no quita espacio al bosque. También se pone al día con su deuda ambiental, recuperando la selva que el reformado Código Forestal, que entró en vigor en octubre, le obliga a mantener intacta, y que alcanza hasta 80% de cada propiedad en la Amazonía.

"Uno aprende a hacer las cosas bien", dice con sonrisa orgullosa bajo el sombrero de paja. Frente a su pequeña hacienda, rodeada de un prado y un gigantesco tronco muerto de 'castanheira' (el árbol de la nuez de Brasil) son el visible legado de la deforestación del pasado.

Esta es la historia de muchos en Sao Felix do Xingú, un municipio casi del tamaño de Portugal y 90.000 habitantes, al sureste del estado de Pará (norte), donde territorios indígenas y parques ocupan la mitad del espacio. Pero también es un polo minero y ganadero -hay más de dos millones de cabezas de ganado-, que atrae a multinacionales, en este gigantesco país exportador de materias primas.

"La entrada del hombre blanco ha sido como la ola del río: va avanzando, avanzando, pero no retrocede", suspira Amaury Bepnhoti Ayudjare, de la etnia indígena kayapó, cuyo territorio es un gran manto de selva del que surgen pequeñas aldeas en círculo alrededor de una plaza descampada.

Casi una década atrás, el paso de los camiones con madera retumbaba en la ciudad y los fuegos que devastaban el bosque casi impedían la visión.
"Sao Félix do Xingú era el campeón de la deforestación. En 2008, el gobierno creó una lista de los municipios que más deforestaban y fuimos el número uno, pero ahora también es el que más ha reducido la deforestación, que pasó de 2.500 km2 en el 2000 a 169 km2 el año pasado", explica el alcalde, Joao Cleber.

No obstante, no ha conseguido salir de la lista de grandes deforestadores por su gran tamaño.

Hace cinco años y con el compromiso internacional de frenar la devastación de la selva, el gobierno retiró el acceso al crédito a los municipios que más deforestan y amplió el cerco a la industria: quien comprara producción de áreas deforestadas sería penalizado.

"Fue fundamental la presión sobre los municipios y la industria, porque eso llevó a un pacto contra la deforestación entre los frigoríficos, la alcaldía y los productores rurales", señala Ian Thompson, director del programa Amazonia de The Nature Conservancy (TNC).

"La industria del ganado ocupó buena parte del territorio y causó buena parte de la deforestación, pero con una productividad muy baja: una vaca por hectárea (el tamaño de un campo de fútbol). Con mejor manejo, intentamos duplicar la producción sin deforestar más", destaca Thompson, al frente de varios proyectos modelo financiados por grandes frigoríficos, traders y supermercados que tienen que mostrar un suministro ecológicamente correcto.

Sao Félix vive asimismo un boom del cacao, una especie nativa que ayuda a recuperar áreas deforestadas, porque el arbusto del cacao se cultiva a la sombra de árboles frondosos.
Uno de esos proyectos, apoyado por la gigante internacional Cargill, implanta cacao en 100 haciendas de pequeños productores.

"A Cargill le interesa producción en gran cantidad y sustentable, a nosotros asegurarnos una renta y recuperar áreas degradadas" para ponerse al día con la ley de bosques, explica Ilson Martins, presidente de la cooperativa local de cacao Cappru.

"Queremos darle otra imagen a la región, el consumidor no quiere productos a costa de la deforestación", señala por su lado Wilton Batista, presidente del Sindicato de Productores Rurales, protegiéndose del sol con su sombrero de cowboy.

Mantener la deforestación bajo control es una tarea hercúlea. En este municipio de más de 84.000 km2 y poco más de 80% de selva todavía preservada, las tierras indígenas dividen el territorio y cruzarlo implica un periplo a través de municipios vecinos.

La tecnología, en cambio, avanza a toda velocidad. En la alcaldía, los técnicos analizan informaciones de satélite y el censo ambiental de los productores, que en este municipio ya casi alcanza 80% del área, para saber dónde hay deforestación y quién es el responsable.

Garantizar un medio de vida que no atente contra la selva es un desafío. "Hay que encontrar una manera de garantizar la renta de esas personas que viven en la Amazonía (25 millones de habitantes), caso contrario, viviremos el caos", alerta el secretario de Agricultura de Sao Felix, Denimar Rodrigues.
La deforestación amazónica, que alcanzó un alarmante máximo de 27.772 km2 en 2004 (un área casi equivalente a la de Albania), convirtió a Brasil en uno de los grandes emisores de gases nocivos al clima. El país se comprometió en 2009 a reducirla en 80% para 2020, una meta que está cerca de alcanzar. En 2012, la deforestación cayó a 4.571 km2, el mínimo en décadas.
ym/lbc/rn
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