sábado, 10 de abril de 2010

¿Contra quién es la guerra?


Tomado de:
http://caracas.eluniversal.com/2010/04/09/opi_art_contra-quien-es-la_09A3711491.shtml

Marcos R. Carrillo P. //


Obviamente, no es contra el hampa desatada que ha facturado un genocidio en el país con la complicidad gubernamental. Para combatirla, no hacen falta helicópteros, submarinos, ni bazucas. Ni siquiera aquella comedia de Barreto con los dirigibles tumbados a plomo limpio, como era de esperarse. Sólo hace falta voluntad política y eficiencia.


Tampoco es contra el imperio. No hay ningún interés de parte de país civilizado alguno de venir a perder tiempo con una persona que insulta cuando está protegido por la prudente distancia de una transmisión vía satélite y que cuando tiene a Obama enfrente sale de zalamero a regalarle una residuo decadente y adolescente, Las venas abiertas de Latinoamérica.


No se trata tampoco de una aventura de El Quijote. Es verdad que anda inventándose peleas en donde no las hay, pero al menos Don Alonso Quijano se fajaba de verdad, verdad con sus demonios y daba, pero sobre todo recibía, palo del bueno, a diferencia de otros que se regodean de sus huidas y sus miedos espectaculares.


Lo que es cierto es que no se compran juguetes sin la intención de usarlos. Es evidente que contra el pana Lula, que ríe las muertes de inocentes cubanos junto a sus verdugos, no será: hay demasiada alcahuetería de por medio. Tampoco contra Aruba o Curazao. Esos tienen guardaespaldas que no permiten casar una pelea y salir bien librados. Lo mismo pasa con Guyana: está bien salir a animar una pega con el Reino Unido cuando se trata de Las Malvinas, pero es preferible que no se acerquen mucho a esta tierra, hay que recordar que lo más cerca de una batalla que ha estado es su palco VIP en el museo militar.


Quedan, en definitiva, nuestros hermanos colombianos. Ya se les ha amenazado mensualmente, a pesar de que en el momento de las chiquiticas, cuando tuvo a Uribe frente a frente, el ostentoso presentador de TV, una vez más, hizo mutis; fue entonces cuando Uribe hubo de apelar a la hombría perdida por el venezolano en medio de la angustia que sufría durante su teatral escape. No obstante, el vecino se presenta como la mejor excusa para lograr lo que en definitiva se pretende: rearmar al diezmado narcoterrorismo colombiano (FARC, ELN) y emprenderla en contra de los propios venezolanos.


En el primer caso se intenta dar respiración boca a boca (¡aprovecha Mono Jojoy!) a la moribunda banda de narcoterroristas, carente de ideales, objetivos y, sobre todo, de apoyo popular (¡qué pena con el Che!). Con ello se aspira instigar la revolución latinoamericana y oxigenar los tentáculos desestabilizadores en todo el continente. Es la última carta de quienes se saben perdidos.


Pero es el segundo caso el más plausible. Una escaramuza con nuestros vecinos no sólo sería una caricia para los caprichos de Esteban, sería también una solución para muchos de sus problemas internos. Se podría decretar un estado de excepción que implicaría la suspensión de las elecciones, mayor lenidad en la protección de los derechos humanos y la persecución abierta (más aún) de todo aquel que no concuerde con el dicho presidencial. Todos seríamos sospechosos de colaborar con el enemigo. Además, luego de la paliza que nos llevaríamos, gracias a una Fuerza Armada menguada y obesa, habría justificaciones para explicar la ausencia (no sólo suspensión) de todos los servicios. Coartada perfecta.


En definitiva, "invertir" 5.000 millones de dólares en armas en lugar de aprovecharlos en la lucha contra la pobreza, en mejorar el sistema eléctrico, la vialidad, la seguridad personal y social, más que una histórica irresponsabilidad, suena como una magnífica oportunidad para quienes tienen como fetiche el poder y el dinero (¡menos mal que son comunistas!). Queda en manos de los demócratas venezolanos (civiles y militares) así como de la paciencia y racionalidad de Colombia (sobradamente demostradas) que esa pesadilla no se haga realidad.

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