http://www.larepublica.pe/11-05-2014/los-nacionalistas-argentinos-estan-agradecidos-con-peru-por-lo-de-malvinas-los-muertos-no-tanto
Tomado de:
Domingo, 11 de mayo de 2014 | 4:30 am
Patricio Pron. Escritor argentino. La prestigiosa revista
Granta lo seleccionó en 2010 como uno de los 22 mejores narradores jóvenes en
español. La vida interior de las plantas de interior, Random House, 2013, es su
último libro.
“¿Puedes imaginarte siquiera por un momento que ganas una
guerra en la que no sabes contra quién peleas?”, le pregunta un soldado a su
compañero en la última novela del argentino Patricio Pron, la absurda,
hilarante y a la vez dolorosa aventura de un escuadrón de combatientes ajeno a
las verdaderas motivaciones del poder y la ambición. En el fondo de ella están
las Malvinas y, quizá por eso, en su versión original de 2007, se tituló “Una
puta mierda”. Los nacionalistas argentinos empezaron ese día a trabajar en la
crucifixión de Pron y su padre decidió jamás volver a hablar con él de ese
episodio de la historia de su país. “Ahora me habla principalmente del clima”,
revela. Esta nueva edición, reescrita y corregida, tiene otro nombre: “Nosotros
caminamos en sueños”, menos provocador, pero más en la línea de lo que intenta
ser, “en el mejor de los casos, un ajuste de cuentas con un nacionalismo no
solamente sudamericano que merece corrección y, al mismo tiempo, es
incorregible”.
¿Todas las guerras son libradas por una masa mayoritariamente
inocente?
A excepción de las guerras literarias, que son libradas por
personas sin ningún tipo de inocencia, sí: la mayoría parecen ser llevadas a
cabo por una mezcla de ignorancia, ingenuidad y orgullo.
Los chicos parece que siempre están jugando a la guerra
—antes con palos como fusiles o soldaditos de plástico verde, hoy en la Play,
pero siempre la guerra— ¿De niño jugabas a la guerra también? ¿Eso es este
libro?
Sí, es una manera de prolongar los juegos que jugábamos cuando
éramos niños. De hecho, yo tenía seis años cuando tuvo lugar la guerra de las
Malvinas. Así que supongo que esta es una manera como cualquier otra de reparar
la historia, conjurar el dolor, devolver la vida a los muertos, que es lo que
hacen los niños cuando juegan.
Tu libro es también una parodia de la institución militar y
su patológica vocación jerarquizante… ¿Tú eres de los que abolirían los
ejércitos?
Naturalmente, y el ejército me aboliría a mí si pudiera (de
hecho, quiso hacerlo con mis padres cuando yo era niño, y con muchos de los
activistas políticos de su generación).
¿Por qué una comedia para explicar una tragedia como la
guerra?
¿Por qué? Por un hartazgo manifiesto ante todo lo que es
pesado, serio, pomposo, “intenso” en la literatura reciente en español. Me
gusta pensar que mi libro es lo opuesto a todo eso: es un chiste, pero un
chiste muy serio.
El conflicto de las Malvinas exacerbó el nacionalismo
argentino y hasta salpicó a los países vecinos. ¡En el Perú todavía hay cierto
orgullo por haber sido de los pocos que hasta enviaron aviones a combatir!
Así es, los nacionalistas argentinos nunca dejarán de estar
agradecidos a sus homólogos peruanos por el apoyo otorgado por entonces.
Quienes murieron en la guerra, de un bando o de otro, probablemente no piensen
lo mismo.
Has escrito: “la sospecha y la incertidumbre son los temas de
mi generación literaria”… ¿Quiénes son tus pares en esa generación? Te lo digo
porque, quizás, junto con Fresán, seas el escritor argentino menos argentino de
las últimas décadas…
Mis libros participan de la literatura argentina, uno de
cuyos temas principales es el deseo o la determinación de ampliar sus límites,
que es lo que Rodrigo Fresán ha hecho magníficamente. No es el único, y me
gusta pensar que mis pares son esos: los que amplían el repertorio de
posibilidades de una literatura nacional en vez de empobrecerlo mediante la
repetición de lo mismo. Tengo entendido de que mis pares son (y según el último
censo), diecinueve escritores y tres cuartos.
Volviendo a tu “argentinidad”, ¿te interesó la polémica
Piglia vs. la delegación argentina en el Salón del libro de París? ¿Eres capaz
de ponerte de un lado o del otro?
No, porque entiendo que un evento literario en el que no
estuvieron César Aira, Piglia, Fresán, Alan Pauls y otros es un evento menor y
poco representativo (de hecho, Le Monde tituló en aquellos días: “La nueva
novela de Ricardo Aira”; para que veas cuánto contribuyó el Salón del Libro a
popularizar la literatura argentina entre los franceses). Por lo demás, no creo
que la literatura sea una guerra de trincheras, aunque probablemente la
argentina se le parezca un poco.
La crisis europea y el repunte económico sudamericano
estarían desplazando el centro de la industria editorial hispana de Madrid y
Barcelona a las capitales latinoamericanas. ¿Cómo ves esto desde Madrid?
Como algo muy saludable, puesto que diversifica la producción
editorial, lo que es siempre una magnífica noticia para quienes somos lectores.
Además, no es improbable que los editores en las capitales latinoamericanas lo
hagan mejor que sus pares en España; de hecho, es muy difícil hacerlo peor,
pero queda por ver si este desplazamiento supondrá la publicación de una
literatura emergente, rompedora, original, o si seguiremos leyendo la misma basura,
esta vez de producción local y con denominación de origen.
Eres un escritor de opiniones bastante desacralizantes…
Haznos un favor y dinos algo del recientemente fallecido García Márquez? ¿Y de
Bolaño?
Dios mío, no sabía que García Márquez había muerto… Ok, es
broma. (Repito, es broma.) Ahora en serio: García Márquez y Bolaño fueron
escritores magníficos (el primero sólo hasta después de El general en su
laberinto, desafortunadamente) y hay mucho que aprender de ellos aún. Ninguno
de los dos tiene la culpa de haber gestado epígonos malos, nefastos o penosos
(cosa especialmente evidente en el caso de Bolaño, cuyos entusiasmos al hablar
de sus contemporáneos son, en el mejor de los casos, simplemente cómicos), que
creo que es el problema que tenemos con ellos en este momento.
–¿Todo escritor aspira a la trascendencia? ¿Te ves a ti mismo
convertido en un tótem de los escritores argentinos exiliados?
Así es. Me veo convertido en un palo recto, con un rostro
horrible tallado sobre él, y veo a escritores argentinos jóvenes atados a sus
pies, siendo cortados en trocitos por la turba enfurecida. Una buena forma de
trascendencia, que pido desde ya a las instancias correspondientes.
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