Tomado de http://www.kaosenlared.net/ del 23 de febrero de 2009.
El caso brasileño ilustra bien las dificultades de la izquierda para salir de la religión del crecimiento y de colocar lo que está en juego a niveles socio-ecológicos en el centro de su política.
Thomas Coutrot * La Breche (Suiza)/ Agencia Radical 23-2-2009 147 lecturas
www.kaosenlared.net/noticia/brasil-lula-amazonia-crecimiento-cualquier-precioMarina Silva, la carismática ministra de Medio Ambiente de Brasil, presentó su renuncia a Lula en mayo 2008. Aunque se abstuvo de críticas abiertas, es el primer miembro del equipo Lula que debe renunciar por razones claramente políticas desde la elección de Lula en 2002, los otros Ministros renunciantes lo hicieron por motivos menos honorables, en general tras cuestionamientos judiciales. La dimisión de Marina Silva echa luz sobre las ambigüedades del balance, a medio camino de su segundo mandato, de la política económica y ecológica de Lula.
El caso brasileño ilustra bien las dificultades de la izquierda para salir de la religión del crecimiento y de colocar lo que está en juego a niveles socio-ecológicos en el centro de su política. Ya que en Brasil, como en otras partes, la destrucción medioambiental beneficia a una pequeña minoría, pero cuesta caro a la sociedad y al planeta. Marina Silva, antigua sindicalista y militante para la conservación de la Amazonía, explicó su dimisión por la resistencia creciente de los grandes intereses económicos y financieros a su política, una crítica implícita a la benevolencia de Lula para con estos intereses.
Desde hacía varios meses, los grandes propietarios de bienes inmuebles se compadecían de las “pesadeces administrativas” y de la lentitud de los servicios del Ministerio que deben conceder las “autorizaciones medioambientales” necesarias para poner en marcha proyectos de inversión. En un discurso controvertido en noviembre de 2006, Lula había apuntado sobre los “obstáculos al crecimiento económico” representados por “el medio ambiente, los indios, los quilombolas” (comunidades de antiguos esclavos negros fugitivos, que poseen la tierra colectivamente como los indígenas).
Carlos Minc, el nuevo Ministro de Medio ambiente del Gobierno federal, fue elegido por Lula en función de su reciente suceso como responsable de la política medioambiental del Estado de Río de Janeiro: la concesión en un tiempo record de la licencia medioambiental para la construcción de un extenso complejo petroquímico (AFP, 15/05/08).
Un balance social a media tintaEs que Lula colocó su segundo mandato bajo la señal del crecimiento económico a toda costa, lanzando en 2006 el PAC (Plan de Aceleración del Crecimiento), donde la ecología debía sufrir. Su primer mandato (2002-2006) se había caracterizado por la obsesión de la “estabilidad financiera” y de la “gobernabilidad”, adquirida al precio de un tipo de interés muy elevado - el más elevadosç del mundo en términos reales - beneficiando al capital financiero en detrimento del crecimiento (apenas 2% al año por como promedio), del empleo y de los salarios.
A pesar de su aceptación de las dificultades impuestas por las finanzas internacionales, Lula supo efectuar una política social inteligente, basada principalmente en dos instrumentos: la creación de un sistema de subsidios familiares llamado “Bolsa Familia” y la revalorización del salario mínimo, que ganó un 35% en poder adquisitivo desde 2002. Así pudo obtener resultados no desdeñables sin sobresaltar a los inversores. De 2002 a 2008, el desempleo retrocedió un poco (del 9,2% al 8% de la población activa), alcanzando su más bajo nivel en 10 años.
Además, los empleos creados fueron relativamente de buena calidad: la proporción de trabajadores formales (asalariados con un contrato de trabajo y los derechos sociales), que no había dejado de retroceder en los años del auge neoliberal, tuvo un aumento significativo, 34 al 36% de la mano de obra. Sobre todo, el “porcentaje de pobreza” (definido en Brasil como el porcentaje de personas que ganan menos de la mitad del salario mínimo) pasó de un 35% en 2003 a un 24% en 2008. Entre 2004 y 2008, las rentas del trabajo aumentaron para todas las categorías de la población, pero más rápidamente para los menos favorecidos (+22%) que para los más ricos (+5%), lo que indica una tendencia a la baja de desigualdades.
Sin embargo, estas cifras son resultantes de la investigación sobre el empleo, que sólo contabiliza las rentas del trabajo y no las rentas financieras o de la tierra. Ahora bien, la parte de los salarios en la riqueza nacional brasileña siguió retrocediendo, al 39% en 2007 (contra un 45% en 1990). Así el aumento de los salarios en la industria (+10% en poder adquisitivo entre 2001 y 2008) sigue siendo muy inferior a la de la productividad laboral (+23%): la rentabilidad del capital ha aumentado incluso en este período de relativa redistribución de las rentas del trabajo. Brasil permanece aún, como uno de los países más desiguales del mundo, uno de los más violentos también, con una guerra civil larvaria entre bandas de malhechores y policías que hace temblar los suburbios de las metrópolis.
Consciente de estos límites, y bajo presión de su partido, el Partido de los Trabajadores (PT), y los sindicatos, Lula decidió una política más voluntarista de crecimiento económico para su segundo mandato, con un objetivo del 5% al año - objetivo ya logrado en 2007 y previsto en 2008 [1].
El PAC fue saludado por la izquierda brasileña como la vuelta del voluntarismo económico. Prevé inversiones públicas y asociaciones público-privado hasta un máximo de 260 mil millones de dólares entre 2007 y 2010. Se orienta principalmente hacia la construcción o la reparación de las infraestructuras: carreteras, aeropuertos, puertos, centrales térmicas, hidroeléctricas y nucleares…, con el fin de favorecer el crecimiento y en particular la de las exportaciones agrícolas, verdadera locomotora de la economía brasileña desde hace varios años.
La frágil locomotora de las exportaciones agrícolasYa que el PAC apuesta por la profundización del modelo de crecimiento extraído por las exportaciones de productos agrícolas (soja, celulosa, carne, etanol de caña de azúcar), producidos por el agro-negocios. La lógica macroeconómica es implacable, o incluso rudimentaria: 1 millón de hectáreas vaciadas para la soja, es 3 millones de toneladas de granos, lo que representa 530 millones de dólares de exportaciones y 51.000 empleos suplementarios [2].
Eso le conduce a olvidar de hecho la reforma agraria que era una prioridad indicada del primer gobierno Lula. Este último afirma haber proporcionado tierras a 380.000 familias durante su primer mandato, cifra controvertida por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que considera que en la mitad de los casos se trató solamente de la regularización de empleos de tierras ya realizados antes de la elección de Lula, y evalúa en 5 millones - o sea 18 millones de personas - el número de familias sin tierra.
En cualquier caso, la reforma agraria en adelante dejó la lista de las prioridades gubernamentales. Al contrario, para favorecer el desarrollo del agro-negocios, el gobierno liberalizó de manera inédita el mercado laboral agrícola, mediante un decreto de 2007, autorizando la contratación de asalariados agrícolas temporales sin contrato de trabajo, por un período de tiempo de hasta diez meses.
El sector de la oligarquíade la tierra y grandes grupos agrícolas, que explotan la soja y la caña de azúcar, se constituyeron en adelante en uno de los principales aliados políticos del gobierno Lula en el Congreso: dejando en minoría, incluso, a sus aliados de izquierda, Lula negoció el apoyo de los representantes de los grandes propietarios adoptando una política económica conforme a sus intereses. Esta es la razón por la que Lula y su Ministro de Asuntos Exteriores, Celso Amorim, son los más entusiastas partidarios hoy de la liberalización de los mercados agrícolas y promueven la reanudación de negociaciones de Doha para salvar la Organización Mundial del Comercio (OMC)… [3]
La coyuntura internacional muy favorable de los años 2004-2008 en los mercados agrícolas mundiales, permitió un crecimiento formidable de las exportaciones de commodities y un desarrollo del agro-negocios. De ahí, las creaciones de empleo que, de la mano de las subidas del salario mínimo y las prestaciones sociales, favorecieron un desarrollo del consumo popular, con repercusiones positivas para la agricultura familiar, que produce la parte fundamental de los alimentos de los brasileños (el arroz, los frijoles, la mandioca, las frutas y hortalizas…).
Pero esta política económica, coloca a Brasil más dependiente de la coyuntura en los mercados internacionales cada vez más inestables por la especulación sobre los “productos financieros derivados” vinculados a los productos agrícolas y mineros, y hoy seriamente afectados por la recesión mundial que va a causar la actual crisis financiera.
Más grave aún, esta política encuentra inevitablemente sus límites sociales y ecológicos. Límites sociales conocidos desde hace tiempo: la prioridad en el sector agro-exportador nunca ha aportado soluciones duraderas a la cuestión de las desigualdades, de la pobreza, el éxodo rural, la violencia urbana… Una vez pasado el auge de los mercados agrícolas mundiales, Brasil corre el riesgo de enfrentarse a un nuevo agravamiento de estos problemas. Pero los límites ecológicos son en adelante igualmente evidentes, en Brasil en particular, cuyo territorio alberga la mayor parte de la cuenca amazónica.
La Amazonía amenazada por los ganaderos
Marina Silva se había comprometido con una política enérgica de conservación de la selva amazónica: creación de reservas medioambientales y demarcación de tierras indígenas, vigilancia rigurosa mediante satélite de las zonas de deforestación, prohibición del acceso al crédito bancario y final de la impunidad judicial para los explotadores ilegales del bosque, incentivo a una prórroga de la extensión de la soja en Amazonía (adoptado por grandes transnacionales como Cargill, Cruce, McDonald's, bajo la presión de las onGs y del gobierno).
En parte gracias a estas medidas, el ritmo de deforestación de la Amazonía se había retrasado claramente entre 2002 y 2006. Pero, desde 2007, de nuevo se aceleró: el auge de los precios de los productos agrícolas (soja, carne) hizo muy rentable la roturación inclusoilegal de nuevas porciones del bosque.
La lucha de los grandes arroceros contra la demarcación definitiva de la reserva indígena Raposa Serra Do Suelo (cerca de la frontera con Guyana) ilustra lo que está en juego: un violento conflicto opone a estos agricultores, que explotan ilegalmente 14.000 hectáreas de tierra en esta reserva, a los indígenas Macuxi que se enfrentan a toda explotación económica capitalista.
En la actualidad, Brasil, octava potencia económica mundial, ya es el cuarto país emisor de gas de efecto invernadero, principalmente debido a la deforestación. Estos últimos años, el principal responsable ha sido la demanda de los consumidores extranjeros para la carne brasileña. En efecto, un 80% de las superficies taladas se explotan para la ganadería, destinada principalmente a la exportación.
De 2000 a 2006, las exportaciones brasileñas de carne de vacuno fueron multiplicadas por tres en volumen: los tres cuartos de este aumento proceden de la Amazonía. ¡En diez años (1996-2006), los incendios y destrucciones forestales vinculadas al aumento de la ganadería en la Amazonía, así como las emisiones de metano debidas a las flatulencias de los nuevos bovinos, causaron la emisión de cerca de 10 mil millones de toneladas de equivalente CO2, el equivalente de 2 años de emisiones de los Estados Unidos [4]!
A largo plazo, el impacto en la Amazonía del cambio climático combinado con la deforestación corre el riesgo de ser desastroso: según el climatólogo J. Marengo, al ritmo actual, el bosque podría pasar hoy de 5,3 millones km2 (85% de su superficie inicial) a 3,2 millones km2 en 2050 (53%); con el cambio climático el tiempo podría convertirse en más seco y convertir este bosque residual en sabana [5]. Ahora bien, un tercio de las especies animales viven hoy en la Amazonía, que constituye pues el único tanque de biodiversidad. La cuenca amazónica representa alrededor un 15% del agua dulce mundial, y constituye por su evaporación una “máquina a lluvia” para el continente latinoamericano.
La selva amazónica constituye también un extenso pozo de carbono, retirando (según las estimaciones) de 250 millones a 1,5 mil millones de toneladas de CO2 de la atmósfera terrestre cada año. Es poco ante los 50 mil millones de toneladas de equivalente-CO2 emitido anualmente a causa de las actividades humanas, y eso no justifica el apodo de “pulmón del planeta” a veces asignado a la Amazonia, sino esta contribución podría convertirse en negativa a causa de la deforestación y el recalentamiento. En total, la destrucción probable de la Amazonía si las tendencias actuales se prolongan tendrá ciertamente pesadas consecuencias no solamente para Brasil pero para América Latina y el planeta.
El crecimiento contra la ecología
Había pues una contradicción manifiesta entre la política resuelta por el Ministerio de Medio Ambiente bajo los auspicios de Marina Silva y las grandes orientaciones macroeconómicas de la PAC. Esta contradicción toma múltiples formas. Así un estudio del Instituto de Pesquisa Ambiental De la Amazonía (IPAM) pone de manifiesto que la instalación de asfalto sobre la carretera Transamazónica(BR-230) y las carreteras Santarém-Cuiabá (BR-163) y Oporto Manaus Velho (BR-319) - prevista en la PAC de Lula -, causará la deforestación de 180.000 km2, como consecuencia de las migraciones anárquicas, de la apropiación ilegal de tierras y la proyección de la ganadería y el monocultivo que permitirán estos trabajos [6].
Así mismo la PAC incita al desarrollo mecanismos de “desarrollo propio” previstos en el protocolo de Kioto, que permiten a transnacionales comprar concesiones en la Amazonía para establecer árboles en “compensación” de sus emisiones en los países del Norte. Peugeotcompró su “pozo de carbono” desde 1998 en la Amazonía y se elogia de repoblar 2000 hectáreas (sobre los 400 millones que cuenta la selva amazónica…). Pero las onGs ecológicas denuncian estos proyectos y que el monocultivo generalmente de eucalipto u otras especies no locales pero a crecimiento rápido, no garantizan la reproducción de los suelos a largo plazo.
La Amazonía no es la única región brasileña amenazada: el cerrado, la mayor zona de sabana del mundo, es puesto también en partes por la progresión de los cultivos de exportación. La cuestión del etanol abre especialmente el debate en Brasil. Lula - y muchos militantes de izquierda brasileños, incluida Marina Silva - rechazan vigorosamente las críticas que emanan de los países del Norte o el Banco Mundial que se refieren al desarrollo de los agro-carburantes, principalmente del etanol a base de caña de azúcar.
Consideran que Brasil tiene el derecho a afirmar su potencia económica explotando sus recursos naturales de manera duradera: la substitución del etanol - una energía renovable - por los combustibles fósiles sería una contribución principal a la lucha contra el recalentamiento y una “herramienta de solidaridad con los países pobres” (Marina Silva) que podrían así obtenerse una energía barata. La superficie establecida en caña de azúcar, hoy 70.000 km2, va a pasar a 120.000 km2 en cuatro años - pero eso representa apenas un 1% de la superficie agrícola potencial según Marina Silva.
Por otro lado, el clima amazónico que es impropio al cultivo de la caña de azúcar, no sería amenazado por el etanol. Esta opinión es impugnada mucho por los movimientos sociales brasileños próximos a la izquierda católica. Según el MST la prioridad a los agro-carburantes es un “ataque a la soberanía alimentaria” y tiene por objeto “poner a los campesinos brasileños al servicio de los países ricos para ayudarles a mantener sus elevados niveles de consumo”. La visita a Brasil de G.W. Bush en marzo pasado selló el recalentamiento climático de las relaciones los Brasil-EEUU en torno al desarrollo de las exportaciones de etanol.
Para el MST el monocultivo de la caña de azúcar afecta al medio ambiente por la utilización intensiva de abonos químicos, destruye los equilibrios de los ecosistemas locales y reduce la biodiversidad. Invade las superficies agrícolas disponibles en detrimento de la agricultura familiar, reduciendo así las posibilidades de empleo, en particular, para las mujeres. El desarrollo de la caña de azúcar en los Estados del Sur de Brasil rechaza la soja y la ganadería hacia el Norte y la Amazonía. ¿El desvío del “Viejo Chico”, proyecto faraónico u obra visionaria?
Otra manzana de la discordia en los movimientos sociales y la izquierda brasileña, el proyecto ya antiguo, pero al cual Lula acaba de dar un impulso decisivo, de desvío del río Sao Francisco (familiarmente llamado “Velho Chico” por los Brasileños), que cruza la mayor parte del Nordeste brasileño. Este proyecto prevé la construcción de dos canales de 400 y 220 km, que desviarán una parte de las aguas del río para abastecer el curso de pequeños ríos a menudo desecados. Oficialmente se trata de aportar el precioso líquido a poblaciones.
Pero para la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), salida del clero de izquierda próxima a la “teología de la liberación”, y para numerosas comunidades de pescadores y residentes del río, el proyecto corre el riesgo de desestabilizar los ecosistemas fluviales. Sobre todo, esta inversión gigantesca - oficialmente 2 mil millones de dólares, probablemente al menos el doble - aprovechará esencialmente al agro-negocios: “en vez de democratizar los recursos hidráulicos, este megaproyecto va a concentrar aún más su control en las manos de la elite a al menos el doble - aprovechará esencialmente al agro-negocios: “en vez de democratizar los recursos hidráulicos, este megaproyecto va a concentrar aún más su control en las manos de la elite al poder” (declaración del CPT, 27 de noviembre de 2007).
Los opositores se basan en cifras oficiales que indican que un 70% del agua desviada servirá a extensos proyectos de riego - plantaciones de caña de azúcar, frutas tropicales, cría de camarones… -, 26% abastecerá las grandes ciudades - principalmente Fortaleza - en agua potable, y el resto, 4% solamente, llegará a las poblaciones rurales [7]. Un obispo nordestito, Luiz Flávio Cappio, hizo dos huelgas de hambre, en 2005 y 2007, para llamar la atención sobre la resistencia de las comunidades locales contra el proyecto, sin obtener otra cosa del gobierno que buenas palabras.
Otro crecimiento es posible
Según los opositores al proyecto, existe una alternativa más económica y más eficaz para mejorar la alimentación de agua de las poblaciones nordestinas. La Agencia Nacional de las Aguas, un organismo oficial, propuso un plan implicando la realización de 530 obras que afectaban más de 1000 municipios y 34 millones de personas, para desarrollar tecnologías convenientes y ya bien conocidas, como, por ejemplo, la construcción de pequeñas cisternas destinadas a recoger el agua de lluvia para el consumo humano.
En efecto, el problema del Nordeste no es la falta tanto de agua sino la concentración de las lluvias sobre un corto período del año. El crecimiento capitalista impone pues un precio insoportable a largo plazo al medio ambiente y a las poblaciones. Parece obviamente difícil predicar la “disminución” en un país como Brasil cuando se ven las condiciones de alojamiento y vida de decenas de millones de pobres quienes pueblan las campañas y los suburbios de las grandes ciudades.
Pero los movimientos sociales son portadores de un “otro crecimiento” a través de múltiples proyectos de desarrollo económico local - autoconstrucción, cooperativas agrarias, industriales o comerciales, comercio equitativo, “acuerdos productivos locales”… - preocupado de preservar el medio ambiente y de restaurar la cohesión social.
La estrategia económica afirmada por Lula desde el “Plan plurianual 2004-2007” y reforzada por el PAC, parece terriblemente anticuada: financiar el desarrollo de un modelo de consumo de masa gracias a excedentes comerciales basados en el auge de las exportaciones agrícolas, es una vía a largo plazo sin salida. La mayor dependencia frente a mercados mundiales eminentemente inestables, la voracidad rapaz del agro-negocio, la acumulación de automóviles en las ciudades y suburbios, la continuación del éxodo rural y el crecimiento de las megalópolis, indican claramente los límites de un modelo inspirado de un pasado donde se ignoraba soberbiamente la dificultad ecológica.
Habría mucho que ganar, para la izquierda brasileña e internacional, en elaborar un modelo de crecimiento alternativo, basado en la satisfacción duradera de las necesidades de las poblaciones, basándose en una política comercial de integración regional (y no de ultraliberalismo mundial como lo promueve la OMC) y una restricción de los movimientos internacionales de capitales.
Traducción de Ernesto Herrera – Agenda Radical
* Thomas Coutrot es economista. Miembro del Consejo científico de ATTAC-Francia. Autor entre otros estudios: Démocratie contre capitalisme (Ed. La Dispute, 2005); Critique de l’organisation du travail, Ed. La Découverte, Collection Repères, 2002)
Notas
1. “Pobreza e riqueza no Brasil metropolitano”, Comunicado da Presidência n°7, IPEA, août 2008
2. CIRAD, “Impacto do projeto de asfaltamento da BR163”, 2005 (véase http://www.cirad.fr/ur/index.php/po.(PDF).
3. Entrevista de Celso Amorim, “sigue siendo una pequeña oportunidad de concluir el ciclo de Doha”, Le Monde, 13/08/08
4. Ver el estudio de Amigos Da Terra Amazonia, “O reino do gado”, ver: http://www.amazonia.org.br/arquivos.(PDF).
5. http://www.ctv.ca/servlet/ArticleNe
6, http://www.colegiosaofrancisco.com.
7. http://brasilazul.blogspot.com/2007
Más información:
América LatinaEcologíaLaboral / EconomíaNota del Editor del blog: Al referenciarse a la República Cooperativa de Guyana se deben de tener en cuenta los 159.500 Km2, de territorios ubicados al oeste del río Esequibo conocidos con el nombre de Guayana Esequiba o Zona en Reclamación sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.