lunes, 23 de febrero de 2009

Un caso de liderazgo -RORAIMA-




http://www.forja.com/boletin_n12.html
Tomado de http://www.forja.com/
El pasado mes de enero, un grupo de 12 personas, 4 de ellas parte del staff de FORJA Consultores y el resto, egresados del Programa Internacional de Liderazgo, ascendimos hasta la cumbre del tepuy Roraima, la formación geológica más antigua del mundo que forma parte del masizo guayanes, ubicado al sur de Venezuela en la frontera con Brasil y La Guayana Esequiba (Zona en Reclamación)

Parte de nuestro éxito en esta expedición fue gracias a los servicios de Venezuela Elite, organización que de la mano de los guías y expertos en montañismo Eduardo “El chino” Rojas, Desiree Starke, Daniel Macedo y Alejandro González, nos complacieron y nos demostraron que con humildad, competencia y claridad de visión se logran buenos equipos.

La fluidez en su trabajo, la maestría en sus competencias y la total claridad de sus objetivos nos motivó a Eduardo Martí, Leo Alcalá, Rossana Gómez y Pedro Martín a realizarle una entrevista acerca de su percepción sobre equipos de alto desempeño a Alejandro González, director de Venezuela Elite, mientras manejaba su camioneta durante el trayecto de regreso desde Santa Elena de Uairén hacia Puerto Ordaz.

Alejandro comienza la entrevista desde la humildad de declarar que él no se considera experto en equipos de alto desempeño, por ésta razón nos da disculpas y nos habla desde su experiencia con su equipo de trabajo.

Se prende el grabador. El punto de inicio de nuestra conversación es la pregunta ¿por qué entre ustedes (Venezuela Elite) se llevan tan bien? En este punto Alejandro se apena, sonríe suavemente y nos comenta que ellos tienen un punto de encuentro en una pasión que se convirtió en su profesión, su ritmo de conversación se acelera y profundiza cuando declara -Vivimos de nuestra vocación-, tenemos actividades en común y nos desenvolvemos en la montaña. En este tipo de ambientes no caben los egoísmos, por que nos valemos de lo que cada quien aporta.

Alejandro se relaja, sigue manejando su camioneta con fluidez, continúa hablando de las fortalezas que tiene cada integrante del equipo, de la importancia que tiene reconocer y apreciar cada una de ellas, del aprecio genuino y mutuo por cada uno. Nos cuenta que donde cada uno es fuerte se produce una sucesión natural de liderazgo, es decir, se le entrega el liderazgo a la persona que es fuerte en esa área de una manera espontánea, basado en el reconocimiento y respeto de las áreas y de las personas que las poseen. Nos comenta que las diferencias se superan rápidamente a partir del reconocimiento, el respeto y el cariño que cada persona tiene por el otro, que los momentos donde solucionar los problemas, son el mismo donde se encuentran, y sin embargo, tienen muchas reuniones orientadas a observar los puntos de mejora.

La conversación se ve interrumpida por uno de los puntos de control que el ejército tiene a través de más de doscientos kilómetros de carretera, después de saludar amablemente, uno de nosotros inquiere ¿hubo diferencias? A lo que él responde: - ¡Claro que las hubo!, es sano que las haya, es necesario que se genere un consenso, sobre las coyunturas que tengamos. Hay un respeto en la equidad de la carga de funciones, está tácitamente reconocido que hay que compartirla y todos deben de estar preparados para afrontar la responsabilidad que el otro suelte.

El ingeniero que descubrió que su profesión debe ser su vocación, observa nuestros rostros, al ser cuestionado acerca sobre la lucha de egos en su equipo. Observa el horizonte, reflexiona por poco segundos y nos dice que la identidad no está definida por el ego, y no hay nada más dañino para la conformación de equipos que la lucha de egos. Sigue pensando, y nos dice que su clave con el ego es estar al aire libre, porque solo así se recibe constantemente lecciones de humildad por parte de la naturaleza; y culmina diciéndonos de una manera muy sencilla, pero demoledora, que sentirse pequeño en la montaña es muy fácil.

Después de la demoledora conclusión de Alejandro, instantáneamente se dispara la pregunta ¿será que los equipos de alto desempeño deben pasar por actividades al aire libre?, a lo que acto seguido responde con un sencillo –No sé, pero ayudaría mucho. Añade –Cuando estás al aire libre entras en un sistema implacable que no perdona las consecuencias de tus decisiones. Nos explica que toda decisión al aire libre tiene profundas consecuencias inmediatas sobre uno y sobre los demás que no puedes controlar, por tal razón es necesario constantemente realizar actos de humildad. Alejandro, quien también es corredor de alta competencia de bicicleta de montaña, cierra comentando que la estructura jerárquica de cómo nos movemos normalmente en la ciudad se desmonta al entrar en un sistema que no es jerárquico sino de red llamado Naturaleza, donde cualquier variación de una de sus partes repercute en el todo.

El ingeniero ciclista continúa, nos habla ahora de su percepción sobre los valores de un equipo, se intimida al exclamar que su organización formalmente no ha declarado los valores, pero que la experiencia común vivida entre los demás integrantes del equipo los hacen comportarse de la misma manera, y cuando hay diferencias apelan a los valores compartidos y al propósito común. Declara: cada cosa que hacemos la conectamos con nuestro propósito.

Luego le preguntamos ¿cómo se garantizan que todas las tareas se ejecuten? Acto seguido le pide a uno de los interrogadores que abra una carpeta que está metida en uno de los bolsillos de su asiento, la abrimos y descubrimos su secreto guión. Nos comenta que cada uno de los guías de la expedición de Venezuela Elite tiene una copia, nos asombramos al descubrir que el guión tiene con lujo de detalles cada una de las tareas que se debe hacer día por día, pero nos maravillamos al saber que las tareas no tienen delegado a ningún responsable, sino que se delegan en el momento porque todos están en la capacidad de ejecutarlas, naturalmente se delega a quien tenga mayor competencias en esa área, y tal situación previene los imprevistos, porque si uno no puede ejecutarla le pide a otro que la ejecute.

Uno de los interrogadores descubre que tiene el grabador en la mano y al ver el tiempo de grabación se asombra y lanza la última pregunta: ¿Qué has hecho tú para desarrollar la influencia que tienes con tu equipo de trabajo?, a la cual nuestro remero ciclista responde con una voz suave de la manera más sencilla y profundamente posible: Yo parto desde el respeto. De inmediato el interrogador con el grabador en la mano exclama ¡guao! Y apaga el grabador.

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