TOMADO DE:
Moderno, didáctico e interactivo, propone un recorrido
histórico por las islas.
Del dolor de la inexplicable y sangrienta guerra de Malvinas
nació el primer museo dedicado al archipiélago, para rendir homenaje a los
soldados caídos y consolidar la memoria. Inaugurado el 10 de junio
–conmemorando la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las islas– por la
presidenta Cristina Kirchner, el proyecto data de 2011, y fue impulsado por
Jorge Giles, ahora director del Museo y autor de la idea que inspiró la
propuesta.
“Básicamente –sintetiza– está basada en cuatro estaciones: la
de la Vida –referida a los recursos naturales, mostrando su similitud con los
continentales y denunciados en su depredación; la Histórica –recorre todas las
instancias que atravesó el archipiélago–; la de la Muerte –asociada a la
guerra, para un llamado de paz, y condenando a la dictadura y con fuerte
reivindicación a los conscriptos caídos–; y la Resurrección –con énfasis en
nuestro derecho soberano–”.
El Museo está en la ex ESMA y ocupa 5.000 m2 en dos sectores:
un espacio abierto –con vista panorámica desde el Puente de la Soberanía– que
representa en agua, tierra y piedras a las Islas, junto a la silueta del Ara
General Belgrano, doloroso símbolo del combate. El equilibrio llegará pronto
con un vivero malvinero, donde crecerán especies vegetales traídas desde el
archipiélago. La otra parte es el edificio, con tres niveles que albergan una
sala Paka Paka –donde Zamba enseña a los más chicos sobre las islas– y muestras
temporarias. Más una sala tapizada de pantallas para ver y oír el sonido de la
historia, la geografía, y la fauna y flora de las islas.
En el segundo nivel, mapas y restos fósiles dan cuenta de la
comunión del archipiélago con la faz continental. Además, explicaciones en
detalle a cargo de Silvina Gutiérrez, bióloga y subdirectora del área Flora y
Fauna.
Luego, la historia en maquetas, personajes y objetos, desde
la avioneta de Miguel Lawler FitzGerald al “Operativo Cóndor”, pasando por
mujeres, civiles y colonos nativos. Más allá, el traje completo del presidente
Arturo Illia, férreo en el legítimo reclamo. Y un video que recorre la
tenebrosa zaga de la dictadura.
Tampoco falta el lamentable rol de los medios: un monumento
hecho de televisores –golpeando con aquellos programas y propagandas
nacionalistas– grabadores, y tapas de revistas tipo “Vamos ganando”. También se
puede visitar una sala con elementos de combate, donados por familiares y ex
combatientes –como la capa de Mario Volpe, actual vicedirector del Museo–, y
objetos rescatados del territorio vulnerado.
Detrás, la Sala de los Caídos, cuyo frío ambiente no es
casual. “Recrea simbólicamente la temperatura de Malvinas y la soledad del
Cementerio de Darwin, homenaje a los soldados conscriptos caídos –explica
Volpe–, distinguiéndolos de los Pernía, los Astiz y los Giachino, que llevaron
la misma práctica represiva y de muerte del continente a las islas”.
Al fondo, todos los detalles del Informe Rattenbach, fotos,
audios de los soldados, cartas. A pocos pasos, el Puente de la Soberanía marca
el fin del recorrido. Completo, único y conmovedor. Como la vida.
DZ/rg
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