martes, 2 de septiembre de 2014

Museo Malvinas: Entre la memoria y el tributo


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Moderno, didáctico e interactivo, propone un recorrido histórico por las islas.

Del dolor de la inexplicable y sangrienta guerra de Malvinas nació el primer museo dedicado al archipiélago, para rendir homenaje a los soldados caídos y consolidar la memoria. Inaugurado el 10 de junio –conmemorando la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las islas– por la presidenta Cristina Kirchner, el proyecto data de 2011, y fue impulsado por Jorge Giles, ahora director del Museo y autor de la idea que inspiró la propuesta.

“Básicamente –sintetiza– está basada en cuatro estaciones: la de la Vida –referida a los recursos naturales, mostrando su similitud con los continentales y denunciados en su depredación; la Histórica –recorre todas las instancias que atravesó el archipiélago–; la de la Muerte –asociada a la guerra, para un llamado de paz, y condenando a la dictadura y con fuerte reivindicación a los conscriptos caídos–; y la Resurrección –con énfasis en nuestro derecho soberano–”.

El Museo está en la ex ESMA y ocupa 5.000 m2 en dos sectores: un espacio abierto –con vista panorámica desde el Puente de la Soberanía– que representa en agua, tierra y piedras a las Islas, junto a la silueta del Ara General Belgrano, doloroso símbolo del combate. El equilibrio llegará pronto con un vivero malvinero, donde crecerán especies vegetales traídas desde el archipiélago. La otra parte es el edificio, con tres niveles que albergan una sala Paka Paka –donde Zamba enseña a los más chicos sobre las islas– y muestras temporarias. Más una sala tapizada de pantallas para ver y oír el sonido de la historia, la geografía, y la fauna y flora de las islas.

En el segundo nivel, mapas y restos fósiles dan cuenta de la comunión del archipiélago con la faz continental. Además, explicaciones en detalle a cargo de Silvina Gutiérrez, bióloga y subdirectora del área Flora y Fauna.

Luego, la historia en maquetas, personajes y objetos, desde la avioneta de Miguel Lawler FitzGerald al “Operativo Cóndor”, pasando por mujeres, civiles y colonos nativos. Más allá, el traje completo del presidente Arturo Illia, férreo en el legítimo reclamo. Y un video que recorre la tenebrosa zaga de la dictadura.

Tampoco falta el lamentable rol de los medios: un monumento hecho de televisores –golpeando con aquellos programas y propagandas nacionalistas– grabadores, y tapas de revistas tipo “Vamos ganando”. También se puede visitar una sala con elementos de combate, donados por familiares y ex combatientes –como la capa de Mario Volpe, actual vicedirector del Museo–, y objetos rescatados del territorio vulnerado.

Detrás, la Sala de los Caídos, cuyo frío ambiente no es casual. “Recrea simbólicamente la temperatura de Malvinas y la soledad del Cementerio de Darwin, homenaje a los soldados conscriptos caídos –explica Volpe–, distinguiéndolos de los Pernía, los Astiz y los Giachino, que llevaron la misma práctica represiva y de muerte del continente a las islas”.

Al fondo, todos los detalles del Informe Rattenbach, fotos, audios de los soldados, cartas. A pocos pasos, el Puente de la Soberanía marca el fin del recorrido. Completo, único y conmovedor. Como la vida.

DZ/rg


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