Tomado de:
José Rodríguez Elizondo
Publicado en El Mostrador, 25.8.2014
Insatisfactorio luce el debate en curso sobre el comportamiento estratégico de Chile durante la guerra de las Malvinas. Huérfano de datos duros, se lee como si hubiese sido una simple opción deportiva: o estábamos con Arsenal o con Boca Juniors.
Así, algunos opinan que debimos solidarizar con los
combatientes argentinos y hasta se avergüenzan por no haberlo hecho. Otros
justifican el apoyo a los británicos pues esos argentinos querían seguir viaje
rumbo a las islas chilenas del Beagle. Aquí tercian quienes aportan la
explicación absoluta: todo eso se debió a las dictaduras militares de entonces.
Como si fuera lo mismo una dictadura que nos quería arrebatar territorio que
una dictadura que tenía que defenderlo. O, más ampliamente, como si las
democracias llegaran para restituir los territorios conquistados por las
dictaduras.
Tal discusión ignora la copiosa información –de fuentes
abiertas y de inteligencia- según la cual Argentina 1982 mantenía vigente la
hipótesis de conflicto con Chile, por las islas del Beagle con su proyección
atlántica. El gran dilema de sus militares era, más bien, el orden de prelación:
si debutaban con una guerra contra el Chile de Pinochet o contra el Reino Unido
de Margaret Thatcher.
Todo esto lo saben los argentinos cultos, que son muchos más
que los chilenos cultos. Pero, sobre todo, lo saben los altos mandos de sus
FF.AA y los radicales y peronistas que gobernaron después de Galtieri. Como
ayudamemoria, cuentan con los 17 sorprendentes volúmenes del Informe
Rattenbach. Un sumario preparado, con pulcritud castrense, por seis oficiales
superiores, en retiro y no contaminados, sobre la acumulación de errores
políticos, diplomáticos y estratégicos en que incurrieron sus camaradas de
armas derrotados y en activo. Entre esos errores destacan la diplomacia
subordinada a una ideología nacionalista extrema; la mantención del conflicto
con Chile, que ya había estado al borde de un estallido, y el reemplazo de una
estrategia global por dos apuestas temerarias: la pasividad militar del
Reino Unido ante la invasión y la simpatía de los EE.UU por la causa
argentina.
Específicamente sobre Chile, ese informe deplora la tozudez
de los mandos de la época para mantener pendiente el conflicto del Beagle, pese
a que la disuasión de las FF.AA chilenas ya había mostrado su eficacia. Incluso
revela que, hasta el 14 de junio de 1982 (día de la rendición), nuestro país
era el enemigo principal. Surrealistamente, el conflicto con el Reino Unido
tenía “prioridad N°2” en la planificación previa. Esa orientación permea todo
el documento y la sintetiza muy bien su parágrafo 581:
“Puestos frente a todo el poderío de Gran Bretaña, ante el
cual los propios medios eran escasos, nuestra conducción se negó a abandonar la
hipótesis de guerra en dos frentes. Esta negativa produjo considerables
complicaciones en la conducción de nuestro poder de combate, teniendo en cuenta
que la amenaza ‘Chile’ aferró no pocas de nuestras fuerzas”.
A la inversa de las barras bravas, los militares del informe
no aluden a traiciones ni a fratricidios. Esto es, no descargan en los chilenos
las responsabilidades propias. Por el contrario, su conclusión es rigurosa:
tras la reacción británica, Argentina debió abandonar la hipótesis de guerra
bifronte. Para ese efecto, debió postergar el enfrentamiento con el Reino Unido
o bien “resolver antes, diplomáticamente”, el conflicto con Chile.
Falta preguntarnos por qué muchos argentinos prefieren
aferrarse al absurdo de la “traición chilena”, y dos respuestas aparecen
claras: Primera, que el Reino Unido ha venido levantando la ayuda de Chile a un
nivel determinante, para evitar que la amistad chileno-argentina le plantee
problemas en el futuro. Es una diplomacia tan sutil como enredosa, que apunta a
los argentinos y chilenos menos inteligentes. Segunda, que las sociedades no
suelen considerar la realidad para elaborar sus mitos y estos se afirman en la
falta de transparencia de los liderazgos políticos. En esa línea, el riguroso
informe Rattenbach estuvo tres décadas en el limbo de los papeles argentinos
urticantes y fue dado a conocer recién durante el segundo gobierno de Cristina
Fernández… no sin que antes hayan desaparecido piezas importantes de su
contenido.
Por eso y aunque contra los mitos no hay quien la talle, por
lo menos aquí debiera estar claro que nunca hubo alternativa solidaria para
Chile. Incluso podríamos decir, al estilo del gran Osvaldo Soriano, que en esa
historia trágica no caben ni el perdón ni el olvido. Chile defendió su
integridad amenazada con el liderazgo dictatorial que entonces tenía, y sería
absurdo que Argentina olvidara una traición que jamás se produjo.
INFORME RATTENBACH
En su esencia, es una investigación sobre las
responsabilidades políticas y estratégicas de la Junta Militar argentina y de
los distintos jefes políticos y militares durante la guerra de Las Malvinas.
Fue ordenado por resolución secreta de la propia Junta Militar, del 2 de
diciembre de 1982, ante la irresistible presión, externa e interna, que
recibiera tras la rendición.
Para ejecutar esa orden, se creó una “Comisión de análisis y
evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico-militares en el
conflicto del Atlántico Sur”, integrada por seis oficiales con el grado de
general o equivalente, dos por cada institución armada. Por ser el más antiguo,
la presidencia fue asignada al Teniente General de Ejército ® Benjamín Rattenbach,
conocido por sus textos sobre temas militares y por su alto sentido del honor
castrense. La comisión terminó su tarea el 16 de septiembre de 1983,
entregando 17 volúmenes que contienen el informe propiamente tal , anexos,
declaraciones y actas.
Tras la entrega, hubo acciones ocultas, destinadas a mantener
el documento secreto, el mayor tiempo posible y, se sospecha, a
introducirle “enmiendas” subrepticias. En un conversatorio televisado, que
puede encontrarse en Youtube, el hijo del general Rattenbach mencionó,
intervenciones de la Armada.
El 8 de abril de 2006, el periodista argentino Osvaldo Bayer
publicó, en Página 12, una queja-denuncia por haberse encubierto las verdades
del informe. A su juicio, éste “tendría que haberse repartido en edición oficial
y haberse organizado grandes debates en los organismos de cultura, para que la
sociedad supiera como fue engañada pero, al mismo tiempo, qué fácil cayó en el
aplauso fácil de los sumisos y dominados”.
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