domingo, 9 de octubre de 2011

Más allá del Esequibo

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Tomado de:
Reportajes y Especiales - Dom 09/10/2011 | 12:00 am

Puerto de angustias, fondeadero de miserias, la arcillosa ensenada de Morajuana, pedazo de tierra esequiba arrancada a la Guayana venezolana, parece afondar entre aguas del río Barima, hundida a flote en sus ansias de libertad.

Es la última escala de los caminos fluviales que convergen a la selva desde Georgetown y Demerara, la primera estación de los destartalados lanchones y cayucos que bajan en medio de inmensos raudales desde Tucupita a Amacuro al simular confines donde no pueden existir fronteras.

- Esto es Venezuela, aunque se hable inglés - orgulloso de haber deletreado sus primeras palabras de español en El Callao, el timonel y guía de nuestra lancha, un negro guyanés que como tantos otros anhela hacerse venezolano aquí, en este lado del Esequibo, aventó amarras al muelle de tablas de los desasosiegos.

A media mañana, bajo la lluvia incesante que se desencadenaba sobre los altos manglares, Thomas Robert, el súbdito británico que sueña con la liberación evocando su peregrinaje de hace años por suelo venezolano, nos hizo acampar en el recodo del río, hoy costas inglesas arrebatadas ayer a Venezuela.

- Good morning, amigos - gritó cordial desde la orilla un hindú famélico de ojos brillantes que despuntaba cocos a filo de machete -. Bienvenidos a Morawhanna...

Sobre la tierra criolla de Guayana, donde ahora flamean insignias reales, hay razas y lenguas diferentes.

En lo alto de la ensenada anegadiza, en límite con los caños del Delta Amacuro y las gargantas del Atlántico, resurge un pueblo entre penurias y necesidades inauditas.
Este es el último pedazo de la intrincada maleza esequiba, la faz oculta de la dignidad monárquica que descubre la triste realidad del coloniaje.

Morajuana, puerto de angustias y desesperanzas, parece agonizara a las riberas del río.

Hasta su nombre castizo, génesis histórico de su libertad, naufragó hace ya mucho tiempo en las turbulentas aguas del Barima.

II
Prisioneros de Su Majestad
Con su perfil rocoso sumergido en el río, Morajuana semeja la punta de un cabo reclinada a la selva.

Está enclavada en el extremo noroeste del más remoto de los distritos de la British Guiana, con 322 habitantes, una capilla anglicana, una escuelita primaria, una gran estación de policía y un dispensario ruinoso.

A lo largo de los tablones de su improvisado muelle, mujeres negras y muchachas hindúes con los pies desnudos pregonan conservas y cocos en su mercado diario. Una barcaza con el nombre de "Queen Elizabeth" yace hundida junto a los peñascos de la orilla.

Al otro lado, al frente de la ensenada, un viejo ferry boat, el "Lady Noricote", que cruza el mar hasta el Barima una vez a la semana con pasajeros y alimentos enlatados, en su ruta desde Georgetown, descarga cajas de cerveza canadiense, sopas concentradas y cigarrillos ingleses, telas estampadas en Londres.

A las puertas de las siete bodeguitas del pueblo asoman, hambrientos, niños indígenas, negros e hindúes.

Con un inmenso sombrero de paja, un vestido de colores chillones, una anciana negra se contonea alegre sobre el muelle, gritando al saludar que ella es venezolana.

- Y que lo sepan todos aquí - la vieja Josefa Joseph, a pesar de sus 89 años, es una de las mujeres más entusiastas de Morajuana -. No me asusta decirlo... Yo nací en Morajuana, pero me siento venezolana... Sí señor...

La vieja Josefa tiene tres hijos, dos varones y una hembra. La única hija de su matrimonio con un comerciante de Anna Regina, es ya una mujer de 53 años. Se casó hace veinte años con un norteamericano y se fue a vivir a Venezuela.

- Dicen que anda por el Delta, vaya uno a saber. Me aseguran que tengo dos nietos. Yo no sé nada de ellos, ni siquiera dónde viven. Y para que sepan, yo también conozco a Venezuela. Estuve allá mucho tiempo en Maturín, cuando era presidente el general Rodil.

Esa gente de allá es muy buena. Ojalá se venga para acá...

- ¿Entonces saben ustedes lo de la reclamación venezolana?
La anciana de pelo cano y sonrisa infantil, aplaudió feliz en un gesto de complacencia. A su alrededor, la gente de Morajuana celebra sus ocurrencias, coreando una que otra frase en español.

- Aquí todos quieren ser venezolanos... No hace falta ningún reclamo de esos...

Pero la anciana de Morajuana, emotiva y picaresca, no pudo terminar su relato. El policía del pueblo, un negro alto, musculoso, acabó la entrevista.

Deben acompañarme a la estación - y se ajustó su impermeable al urgirnos marchar bajo la lluvia en un inglés semipatuá -. Vamos... rápido...

Era inútil hacer explicaciones allí en el muelle. Así lo dio a entender sin rodeos el agente 6654.

Por orden del Gobierno de Su Majestad, la Reina, estábamos detenidos preventivamente en British Guiana.

III
"La mamá de los venezolanos"
El sol asomó por encima de los techos en las casitas de madera en Morajuana, para calentar la tierra húmeda con olor a moho.

A la puerta de una especie de rústico bungalow, Josefa Leonor Gómez, "la madre de los venezolanos" en Morajuana, ya esperaba por nosotros.

- Están en su hogar... entren con confianza...

La mujer alta, algo demacrada, como de unos setenta años, estaba realmente emocionada. También ella es venezolana.

- Y tan criolla como quien más - saludó muy risueña la anciana de ojos claros y cabellos muy grises -. Nací en Mocobuina, cerca de Amacuro. Tuve cuatro muchachos, dos varones y dos hembras.

Jesús y Ernesto están ahora en Turiapo, Emeteria vive en Maturín.

Aquí me quedé con Prudencia, que se casó con Daniel Lytton, un inglés de Guayana, Alzó los brazos al cielo, alegre, dichosa, y nos abrazó tiernamente, conteniendo las lágrimas.
- Yo quiero mucho a Venezuela - su voz parecía una súplica
. Todo esto es de los venezolanos. Los ingleses nos lo quitaron a la brava. Pero tendrán que devolvérnoslo tarde o temprano. Todos los de Morajuana están con nosotros...
Y, alborozada, buscó sillas para los nuevos huéspedes, sus hijos venezolanos.
- Vengan y siéntense, que ya viene el café - había esta vez cierta picardía en sus palabras -. Tienen que oírme con mucha atención. La vieja Josefa va a contarles la verdadera historia de la Guayana y el Esequibo... yo conozco todo lo que pasó...
Afuera, en las veredas angostas del pueblo, los niños hindúes, negros y amerindians de Morajuana, retozaban al sol, haciendo renacer sus esperanzas a orillas del Barima.

IV
Bajo esclavitud de la Corona
Al resplandor del mediodía, el sol parecía fundir la tierra pantanosa, resecando pastos y pozos.
Desde la punta del muelle a los riscos escarpados al fondo de la ensenada. Morajuana bullía en laboriosidad febril.

- La gente tiene que sudar alquitrán para comer completo...

La vieja Josefa Leonor Gómez, la india catira de Mocobuina, atizó brasas en el fogón, hirviendo café para sus hijos, los venezolanos.

- Esto cada vez se pone peor, así es. Si no fuera por ese ferry que viene una que otra semana, ya nos hubiéramos muerto de hambre. Los ingleses no han hecho nada por Morajuana...

Y estalló la candela bajo el carbón al avivarse la historia.

- Para poder aspirar a vivir decente, tenemos que salir de estos esclaveros - la anciana de ojos claros moduló su voz gangosa al hacer la confidencia -. Los venezolanos tienen que venirse para acá. Si esto es nuestro. A qué tanto cuento. Como si no supiera yo lo que pasó en 1899. Yo tenía cinco años, pero mi papá me lo contó todo después. Los ingleses se cogieron estas tierras a la fuerza.

Allá en Mocobuina, cerca de Amacuro, oyó hablar de joven Josefa Leonor de la injusticia del laudo arbitral de París. Desde entonces, ansió venir a esta otra Guayana, arrancada del mapa de Venezuela por la Corona Británica.

- Mi esposo soñaba también con conocer el Esequibo - los ojos de la anciana se humedecieron -. Se llamaba Jesús María Ramos.

Tenía un negocio en La Horqueta. Allí nacieron dos de nuestros hijos. Los otros en Pedernales. Cuando él murió, en La Vela de Coro, me mudé a Morajuana. Aquí está mi casa para todos los venezolanos. Algún día tendrán que devolvernos nuestras tierras.

Y como con obstinación, metió más lumbre al fuego para que hirviera el café.

Morajuana se tostaba bajo el sol inclemente

V
Los hindúes quieren ser venezolanos 
Hirvió el pescado a la hora del almuerzo, sazonado en cazuela de barro por Thomas Robert, el timonel trinitario, y Rosa Angela, una india guaraúna que vive al lado del aserradero de los Tilbury, junto con sus dos hijos.

- Y aquí hay buena cerveza y un suculento arroz al curry - desnudo hasta la cintura, pantalones de kaki recogidos a las rodillas, el viejo Piulbert convidó a la mesa de tablas en la humilde casa de campo.

A su lado, en camiseta, shorts desteñidos, un hindú de barba poblada canosa, semicalvo, repartía las raciones de pan.

- Este es Gabriel Gonputh, mi socio en la bodega - el dueño del aserradero hizo la presentación -. Es uno de los padres más trabajadores del pueblo. Ya lleva siete hijos, casi seguidos...
Gabriel se meció en su silla de cajón, muy ufano. Al igual que casi todos los hindúes, es partidario de la proliferación de hijos.
- Eso nos viene por herencia - comentó entusiasmado -. Soy de origen hindú, aunque nací en la costa de Barima. En dos cosas aventajo a Piulbert. El sólo tiene tres hijos y no tiene oportunidad como yo de ser venezolano. Barima está en plena zona esequiba.

Y, cordiales, entusiastas, compartieron con nosotros el hervido de pescado y arroz bomba al curry. Thomas Robert, el timonel cocinero, atendía a los comensales.

En la sobremesa, a orillas del Moruca, Piulbert Tilbury y Gabriel Gonputh, incursionaron en costas de Venezuela, con un mapa desplegado en el suelo, demarcando la zona de reclamación.

- Yo conozco algo de ustedes - explicó el dueño del aserradero -.

En 1949, estuve en Barrancas, en casa de Luis Medina, un comerciante de Amacuro. Me pareció un pueblo estupendo. Ahora sé que ha progresado mucho, que tiene modernas carreteras y grandes fábricas.

- ¿Está usted de acuerdo con la reclamación venezolana?

Piulbert Tilbury reveló que aun cuando lo del litigio en sí entre Gran Bretaña y Venezuela le es indiferente, quisiera poder estar al lado de los venezolanos si se emprende el resurgimiento de su tierra.

- Con Venezuela quizás adelantemos más... Esto aquí sigue todavía atrasado...

Su socio hindú le instó a que se definiera. Para Gabriel Gonputh, ya las cartas estaban volteadas para el juego.

- La partida puede empezar de un momento a otro - comentó risueño el hijo de Barima -. Yo no tengo problemas. Como muchos de mis hermanos hindúes, estoy listo a hacerme venezolano...

Atardecía. Las aguas del Maruca fluían incontenibles en la alegre despedida.

VI
Guerra entre hermanos
Los caminos de Guayana convergen siempre al Esequibo, trochas escardadas hasta el mar en el triste éxodo de los desposeídos de la selva que escapan a Georgetown, víctimas del hambre y el terror.

Las tierras usurpadas a Venezuela, se desangran hoy bajo cruenta lucha racial, trincheras de odio en la despiadada guerra entre hermanos.

Por el calvario de la colonización, desandamos atajos de la muerte, aldeas y caseríos destruidos en la aversión de las razas.

Millares de niños y mujeres, viudas y huérfanos de las masacres entre hindúes y africanos, se refugian desesperados en la ciudad postrada a las costas del Atlántico, huyendo de la ignominia.

En el desembarcadero de Georges, al otro lado del Demerara, emerge el llanto de los recién nacidos, sin padres ni hogar.

Un anciano negro, sombrero de cogollo hasta la nuca, bigotes blancos espesos, pregona los titulares del "Guiana Graphic".

- Tendremos independencia... La decisión la toma Londres el 26 de mayo...

El "Mirror", vocero oficial del partido Progresista Popular del Pueblo.

Nota del editor del blog: Al referenciarse a la República Cooperativa de Guyana se deben de tener en cuenta los 159.500Km2, de territorios ubicados al oeste del río Esequibo conocidos con el nombre de Guayana Esequiba o Zona en Reclamación sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.

Territorios estos sobre los cuales el gobierno Venezolano en representación de la Nación venezolana se reservo sus derechos sobre los territorios de la Guayana Esequiba en su nota del 26 de mayo de 1966 al reconocerse al nuevo Estado de Guyana .
“...por lo tanto, Venezuela reconoce como territorio del nuevo Estado, el que se sitúa al este de la margen derecha del río Esequibo y reitera ante la comunidad internacional, que se reserva expresamente sus derechos de soberanía territorial sobre la zona que se encuentra en la margen izquierda del precitado río; en consecuencia, el territorio de la Guayana Esequiba sobre el cual Venezuela se reserva expresamente sus derechos soberanos, limita al Este con el nuevo Estado de Guyana, a través de la línea del río Esequibo, tomando éste desde su nacimiento hasta su desembocadura en el Océano Atlántico...”


 Mapa que señala el Espacio de Soberanía Marítima Venezolana que se reserva, como Mar Territorial mediante el Decreto Presidencial No 1152 del 09 de Julio de 1968.










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