lunes, 2 de abril de 2012

A 30 años de la Guerra de las Malvinas, la controversia “sigue vigente”

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(Caracas 02 de abril – Noticias24) “Las Malvinas son argentinas”, era la consigna que recorría las calles de Buenos Aires en 1982, auspiciada por un nacionalismo exagerado que el presidente de la junta de gobierno del país sureño, Leopoldo Galtieri, inyectaba a una población sumergida en un complejo panorama político dominado por dictaduras militares.

Eran años difíciles para Argentina, quien se mantenía con gobiernos militares bajo la mirada cómplice de las potencias mundiales y con una crisis económica que cada día crecía y que la cual estallaría en la década de los años´80.

La reclamación argentina sobre el archipiélago ya era de vieja data, donde muchos de los presidentes y gobiernos se habían pronunciado en torno a la disputa, inclusive el mismo Perón. Pero nadie se había atrevido a aventurarse hacia un conflicto militar con una de las potencias militares del mundo, cuya capacidad de fuego sin embargo quedo en entredicho durante el conflicto.

Mientras el país sureño se debatía entre seguir un nacionalismo al cual apelaron sus gobernantes para de alguna manera lograr la aceptación de la población, por otro lado el Reino Unido se mantenía en su típica posición de tranquilidad y de no tomar en serio las amenazas que desde el sur venían vociferando para tomar por la fuerza el archipiélago.

La “dama de hierro”, Margaret Thatcher, entendía que estratégicamente perder el archipiélago significaría ceder espacio en el sur del planeta, con una posesión que generaba privilegios geopolíticos en la Antártida. Pero también se demostraría como Londres subestimaría a un rival que ni militar ni económicamente estaría lo suficientemente preparado para luchar contra la sofisticada fuerza militar británica, pero que sin embargo demostró una fuerza importante en las primeras semanas del conflicto, en donde hasta las mismas esferas del poder político en Londres habían pensado en una derrota evidente.

David contra un Goliat muy bien apoyado
El conflicto que comenzaba el 2 de abril cuando un grupo de 5.000 soldados al mando del General argentino Mario Menéndez desembarcan en Puero Stanley, la capital de las Malvinas, y ondean la bandera sureña, demostraría que con este movimiento maestro se pondría en jaque la posición británica en el sur del planeta, llenando de incertidumbre la frágil política exterior del continente, y colocando a los EE UU en una posición poco deseada, donde al final este actor apoyaría a los británicos contraviniendo el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, donde claramente un país no perteneciente al hemisferio utilizaba tropas, y en el cual se otorgaba plenas facultades a los EE UU para expulsar cualquier intento de invasión al continente.

Pero no era producto de la casualidad la toma del archipiélago por parte de Argentina. Ya en los altos mandos en Buenos Aires se había planteado la tesis militar como la salida a la reclamación. El hecho de que Reino Unido estuviese geográficamente tan distante era un punto a favor de los argentinos.

El problema sin embargo se evidenciaría en un corto plazo: David no podría vencer al Goliat sin el apoyo financiero de los EE UU, quienes a través del Tiar eran los responsables de la seguridad hemisférica.

El gobierno de Ronald Reagan sabía que era contraproducente no apoyar a sus tradicionales aliados en Europa como lo eran los británicos, y aunque en un primer momento quiso participar como una especie de mediador, al cabo de muy poco tiempo apoyo a los británicos cortándole el suministro de productos militares a Argentina, y cercenando la posibilidad de que la operación militar derrotara a las fuerzas del Reino Unido que desesperadamente navegarían desde Europa para intentar recuperar el territorio.

De allí a que una de las razones de la derrota argentina fuese precisamente la falta de apoyo de los EE UU, que sin embargo encontró con Nicaragua, que ofrecía tropas, Venezuela, quien le garantizaría suministro energético a través del petróleo, y Perú, quien abiertamente le había prometido aviones de reemplazo.

Por su parte el gobierno chileno que dirigía Augusto Pinochet apoyaría abiertamente a los británicos y eso levantaría las críticas al regimen por una actitud que era contraria al resto del hemisferio que apoyaban moral y diplomáticamente a Argentina.

Los británicos sorprendidos
El Goliat de esta historia sin duda fue sorprendido por haber subestimado la capacidad de los argentinos para planificar la toma del archipiélago de una forma rápida y efectiva, con escasez de recursos, pero con una estrategia bien planificada, apoyada por duros golpes que le propinaron a barcos insignias de la marina real británica, y con aviadores que en situaciones extremas lograron los objetivos planteados.

Tan duro fue el impacto en la opinión pública británica, que el ministro de asuntos exteriores , Lord Carrington, tuvo que dimitir al aceptar el fracaso de evitar una operación armada de los argentinos en el archipiélago, y Thatcher envolverse en su coraza de “hierro” para poder sobreponerse a esta grave crisis política que atravesaba su gobierno.

La diplomacia britanica se tuvo que mover como un “peso pluma” en la ONU y en el resto de los escenarios mundiales para lograr convencer a los distintos actores políticos que Argentina era la agresora y ellos las víctimas, y al final lo logró.

La derrota argentina sobre este conflicto, en donde hasta el fallecido Papa Juan Pablo II intentó mediar, demostró por un lado como el Reino Unido tenía graves fallas en sus sistemas militares y estratégicos, además de una mala práctica diplomática previa al conflicto que ayudó a Argentina a concebir un plan de invasión efectiva.

30 años después sigue la controversia
El reclamo por la soberanía de las islas Malvinas estuvo presente en todos los discursos presidenciales de Néstor y Cristina Kirchner, en los tradicionales mensajes de inauguración de la Asamblea General de la ONU, en los que remarcaron el “doble standard” del Reino Unido y la ratificación de la vía diplomática para recuperar el archipiélago.

Ya en sus primeras palabras, en septiembre de 2003, el fallecido ex mandatario señalaba que “somos fervientes partidarios de la solución pacífica de las disputas internacionales, particularmente en un tema tan caro a nuestros sentimientos e intereses como la disputa de soberanía que mantenemos por las islas Malvinas”.

“Valoramos el papel que le compete al Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, y manifestamos la más amplia vocación negociadora para poner punto final a esta controversia, y exhortamos al Reino Unido a responder de manera afirmativa a la reanudación de las negociaciones bilaterales”, sostenía Kirchner en su primer discurso en la ONU como presidente.

En 2010, Cristina hizo referencia a que Londres había “tomado decisiones unilaterales de explotación de hidrocarburos, con lo que esto significa: la depredación de recursos naturales que no son propios, y el riesgo de la catástrofe ecológica”, en alusión al derrame de la British Petroleum frente a las costas estadounidenses del golfo de México aquel año.

“En un mundo con doble estándar, donde los que tienen que cumplir son únicamente los países en desarrollo o los países con mayor grado de debilidad y están los que pueden violar sistemáticamente el ordenamiento jurídico vigente a nivel internacional, no habrá posibilidades de construcción de paz”, expresó CFK, dejando más vigente que nunca la reclamación Argentina sobre las Malvinas.

Por Marcos Morin Aguirre

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