sábado, 24 de abril de 2010

"Si no se controla la minería no se puede controlar la malaria"


Tomado de:
http://www.ultimasnoticias.com.ve/capriles/cadena-global/detalle.aspx?idart=3025969&idcat=56750&tipo=2

sábado, 24 abril 10:08 AM

Caracas. La historia de la malaria en Venezuela está marcada por una fecha y un personaje. El año 1936 y el médico venezolano Arnoldo Gabaldón. A partir de esa fecha el país empezó a cambiar para bien, con estrategias eficaces para la erradicación de focos y control de la enfermedad, causada por parásitos del género plasmodium, transmitidos por los mosquitos Anopheles.


El doctor Oscar Noya, investigador en el área desde hace 20 años y coordinador del Centro para estudios sobre Malaria, recuerda con orgullo los resultados del trabajo emprendido por el doctor Gabaldón, que derivaron en que Venezuela fuese un ejemplo para el mundo. Pero con pesar por la situación actual y con mucha molestia, denuncia hechos que de revertirse, mejorarán notablemente las condiciones de salud.


"Si no se controla la minería no se puede controlar la malaria. Actualmente el Ministerio de Salud, solo, no va a poder hacer absolutamente nada si no se actúa contra la minería ilegal, el día que eso ocurra se resolverá el problema", señala Noya, quien asegura que no es la primera vez que denuncia el ecocidio que se está ejecutando en Bolívar, en las cuencas de los ríos Cuyuní, Caroní y, en los últimos tres años, en el Caura. "El deterioro social y ambiental es enorme".


Noya explica que la población minera es difícil de controlar, son más de 200 mil personas movilizándose por la selva y es casi imposible hacerles un diagnóstico a tiempo. Cada especie del parásito (plasmodium vivax, falciparum o malariae) tiene un esquema de tratamiento diferente y en Venezuela los medicamentos no se venden en farmacias.


Los mineros, muchos de ellos de otras nacionalidades, traen los fármacos de Brasil o Colombia, donde hay libre venta, y al sentir un malestar se lo toman.


De allí el problema actual de que los parásitos y el mosquito estén desarrollando resistencia a los antimaláricos e insecticidas, que si se rocían dentro de las casas o se usan en mosquiteros impregnados, cortan la transmisión.


"Los mineros viven en viviendas improvisadas, no usan mosquiteros, se están reinfectando constantemente y llevan los parásitos a sus estados nativos cuando visitan a la familia. El epicentro de todo está ahí", detalla Noya. El estado Bolívar concentra el mayor número de casos del país, específicamente el municipio Sifontes, donde están las localidades de El Dorado y Tumeremo.


María Eugenia Grillet, profesora e investigadora del Laboratorio de Biología de Vectores del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la UCV, explica que la actividad minera también propicia la proliferación de criaderos del mosquito Anopheles.


Noya considera que esta situación es un problema de estado, por lo tanto los ministerio de Defensa, Interior y Justicia y Ambiente deben trabajar en conjunto con Salud para controlar la enfermedad.


Cómo estamos. Si bien actualmente el índice de mortalidad de la malaria es de 0,2 casos por 100 mil habitantes, los contagios han aumentado. En los últimos 10 años se reportan entre 30 mil y 45 mil casos anuales. En lo que va de 2010, los casos han duplicado a los de 2009 para la misma fecha, y si la situación continúa así, este año podría finalizar con 100 mil casos, estima Noya, quien también es profesor de parasitología en la UCV. "A partir de los años 70 todo lo que logró Gabaldón se vino abajo", expresa el médico. Los factores, además de la minería y resistencia del parásito y mosquito a fármacos e insecticidas, el cambio de la Dirección de Malariología, "partidización" de las instituciones, atención -en los últimos 20 años- de las consecuencias de las enfermedades y no las causas.


Atención. Fiebre superior a 39°, dolor de cabeza y musculares, náuseas, debilidad son los síntomas de esta enfermedad que se diagnostica con una examen de sangre. El parásito se aloja en el hígado, se multiplica y luego ataca los glóbulos rojos, rompiéndolos.


Patricia Marcano

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