miércoles, 11 de noviembre de 2009

Gobierno Lula no logra definir una posición para llevar a Copenhague


Tomado de:
http://www.infolatam.com/entrada/gobierno_lula_no_logra_definir_una_posic-17167.html

Infolatam Sao Pulo, 10 de noviembre de 2009

(Especial para Infolatam).- "...Brasil no sabe exactamente lo que va a decir en la conferencia de clima en Copenhague en diciembre. Lo que hay en este momentos es solo un consenso en relación a una "manifestación de intenciones" en cuanto la reducción de 80% del desmatamiento en Amazonia hasta 2020. Pero la posición más osada de los grupos ambientalistas para que el País se comprometiera ante el mundo a disminuir de forma significativa las emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2020 está lejos de formar parte del consenso en el equipo de Lula."


Los ministros « guerrilleros», Dilma y Minc, protagonizan choque entre los que apoyan el desarrollo y los ambientalistas
Faltando poco más que un mes para la cúpula de clima en Copenhague, dos ministros protagonizan el choque entre los sectores del gobierno Lula que defienden el desarrollo económico en primer lugar y aquellos que le dan prioridad al tema del medio ambiente. Curiosamente, ambos fueron compañeros de ideales en los años 70, cuando se unieron, por separado, a grupos de guerrilla urbana que combatían a la dictadura militar. Dilma Roussef cumplió pena de prisión y Carlos Minc se fue al exilio.


La ministra Dilma ya fue sacramentada por el presidente Lula como candidata oficial en las elecciones presidenciales del próximo año y lleva el apodo de « madre del PAC », el programa económico estrella del actual gobierno. Minc, por su parte, le fue de gran ayuda a Lula que le fue a buscar apuradamente hace algunos meses cuando la ministra Marina Silva, la gran dama del medio ambiente en Brasil, renunció al Ministerio que trata de este tema justamente por no aceptar el exagerado enfoque en el desarrollo de su compañera Dilma. Marina es hoy un elemento molesto en el proyecto presidencial de su ex compañera de ministerio, pues va a ser candidata a Presidente por el Partido Verde, hasta ahora aliado de Lula.


Minc y Dilma, en realidad, son las figuras más visibles de grupos desiguales en la sociedad. El primero representa una elite de formadores de opinión, socialmente minoritaria, que sueña con grandes realizaciones para Brasil en el plan climático y de la ecología. Dilma, que será la jefa de la delegación brasileña en Copenhage, por otra parte, bajo la bandera del «desarrollo a cualquier costo», es la portavoz de un conglomerado de intereses que junta los grandes industriales, los productores rurales (estos aun más radicales con el "desmatamiento a cualquier costo") y los defensores del Bolsa Familia (el más grande programa de distribución de beneficios ya realizado en la historia del País).

Los industriales y los llamados ruralistas quieren producir y vender, sobretodo en el exterior, y los "justicieros sociales" del Bolsa Familia quieren asegurar la provisión de dinero para el gobierno, vía impuestos, para ampliar la política redistributiva oficial. Por supuesto que estos últimos están atentos también a los intereses de PT, el partido de Lula, en el próximo año. Las legiones de pobres atendidos por el Bolsa Familia forman las bases electorales más consistente y fiel del Presidente de la Republica.


Por ese y otros motivos, hasta ahora Brasil no sabe exactamente lo que va a decir en la conferencia de clima en Copenhague en diciembre. Lo que hay en este momentos es solo un consenso en relación a una "manifestación de intenciones" en cuanto la reducción de 80% del desmatamiento en Amazonia hasta 2020. Pero la posición más osada de los grupos ambientalistas para que el País se comprometiera ante el mundo a disminuir de forma significativa (algo como 60%) las emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2020 está lejos de formar parte del consenso en el equipo de Lula.


La reciente manifestación de Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Conferencia del Clima de las Naciones Unidas, refuerza la posición de los ambientalista. Él se declaró "muy ansioso para que Brasil anuncie lo que pretende hacer como esfuerzo para desviar sus emisiones de la tendencia de crecimiento". Y pidió: "espero que sea posible finalizar un número antes de Copenhague". Es una cobranza importante, pero hay que valorizarla por lo que vale cualquier presión de la ONU - que generalmente es muy poco.


El Presidente Lula promete llegar a un número en las próximas semanas, mas todas las apuestas son que la reducción propuesta estará muy abajo de las metas pretendidas por los ambientalistas. Lo más probable es que Brasil ni llegue a fijar metas claras, limitándose, una vez más, a una "intención" genérica en lo que se refiere a la disminución de las emisiones.


Sea la que sea la posición de Brasil ahora, lo que posiblemente va a influir mucho más en la decisión final serán los lances que los dos principales players de la escena mundial, China y Estados Unidos, darán en los próximos días en relación al ajedrez de los cambios climáticos cuyo cierre, a corto plazo, se definirá en Copenhague.

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