EDITORIAL DEL CLARIN
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La situación de la Amazonia es motivo de preocupación en el que se cruzan la soberanía nacional brasileña con la importancia de ese espacio para el medio ambiente mundial.
En la reciente cumbre del G-8, el ex primer ministro británico Tony Blair sostuvo que la tala de la Amazonia es responsable de un 20% del aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, y sostuvo que Brasil necesita ayuda internacional para contener ese proceso.
La afirmación de Blair provocó una respuesta del gobierno brasileño, que advirtió sobre los intentos de las potencias de internacionalizar el control de la Amazonia.
Las propuestas de esa naturaleza, que se conocen desde hace años, atentan contra el principio fundamental de soberanía territorial, y pueden implicar un intento de instituir sistemas de regulación en el uso de recursos naturales bajo jurisdicción de países periféricos.
El resguardo de la soberanía nacional es un pilar del orden internacional defendido por los países más poderosos y cuya aplicación corresponde al resto de los países.
Pero, por otra parte, es indiscutible que la situación de la Amazonia influye sobre el clima de todo el planeta y que, por lo tanto, Brasil es el encargado de evitar su degradación. Debe, por lo tanto, hacer un ejercicio responsable de la soberanía y tomando en cuenta la sustentabilidad de su propio desarrollo y del medio ambiente compartido.
En el G-8, Tony Blair sugirió ayudar a Brasil a cuidar el Amazonas, lo que fue rechazado por ese país, en nombre de su soberanía territorial. Ese criterio es un pilar del orden internacional, pero Brasil debe evitar la degradación de ese espacio.
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