Tomado del diariocolatino.com del 28 de Julio de 2008
La lucha decisiva de los pueblos indígenas de Brasil
Una decisión judicial tiene en vilo a toda la población indígena de Brasil. Si se permite a seis latifundistas permanecer en la tierra indígena de Raposa Serra do Sol, todas las tierras demarcadas hasta el momento podrán ser ambicionadas por el agronegocio. Dos modelos de desarrollo –el de los pueblos indígenas y el de las grandes corporaciones- luchan por ganar una crucial batalla jurídica cuyo desenlace se conocerá el próximo mes de agosto.
Raposa Serra do Sol -situada en la Amazonia brasileña al nordeste del Estado de Roraima, en la frontera con Venezuela y Guyana - es una tierra de agua y abundancia, demarcada y homologada por el Gobierno de Lula en 2005. Allí viven más de 19.000 indígenas de los pueblos Macuxi, Wapixana, Taurepang, Patamona e Ingarikó. El pasado mes de abril, el presidente Lula envió a la Policía Federal a expulsar a los arroceros que invadían las tierras indígenas. Los latifundistas respondieron con violencia. Diez indígenas fueron heridos. “Comenzaron a dispararnos, tiraron bombas y empezamos a retroceder. Fui herido en la pierna, en la espalda y también en la cabeza”, nos comenta un joven macuxí. Santinha Da Silva estaba también con sus tres hijos el día de la agresión. “No voy a decir que no tengo miedo –afirma-. Tengo miedo, pero voy a enfrentarlos. Si ellos quieren matarme, que me quiten la vida, pero dejando la tierra para mis hijos”.
Días después de las agresiones, una decisión de la justicia brasileña provocó el estupor en las organizaciones indígenas. El Superior Tribunal Federal no sólo decidió cancelar la operación policial del presidente Lula para expulsar a los latifundistas, sino que admitió un recurso que, de prosperar, permitirá a los arroceros continuar en tierra indígena, creando un peligroso precedente. “Estarán en riesgo, no sólo Raposa Serra do Sol, sino todas las reservas indígenas del país”, afirma Rosane Lacerda, profesora de derecho de la Universidad de Brasilia. La abogada considera que Raposa Serra do Sol “es uno de los casos ejemplares de violación de la Constitución brasileña” que reconoce el derecho de pose y usufructo de los indígenas sobre sus tierras.
Invasión y esclavitud
Son muchos años de ver agresiones y abusos en Raposa Serra do Sol. El tuxaua (jefe indígena) de la aldea de Uiramutá, Orlando Pérez Da Silva, confirma con su relato de vida la trágica historia. “Llegaron los no indios e invadieron nuestras tierras. Empezaron a contratarnos en sus fazendas. Cuando un indio reclamaba su salario, le daban una paliza y lo echaban. Y así fueron usando a los indios. En esa época yo tenía 8 años. Mi padre bebía mucho y un día llegó un garimpeiro (buscador de oro) y le dijo que precisaba de uno o dos niños que ayudaran a su mujer. El garimpeiro le dio a mi padre aceite, sal y algunos utensilios. Y yo fui vendido”. Orlando Pérez Da Silva pasó seis años como esclavo en el garimpo. “Perdí mi idioma y cuando volví a mi comunidad no tenía nada”, afirma Orlando. “Después volví a trabajar con mi padre en el campo y pude ser más consciente de toda esa situación que causaba tanto sufrimiento: vivíamos totalmente esclavizados. Para comprar una hamaca teníamos que trabajar un mes entero…”
El abuelo y el bisabuelo de Orlando fueron testigos de cómo el general Rondón, ya en 1917, demarcó la tierra indígena de Raposa Serra do Sol. “Rondón llegó a San Marcos y pidió que le acompañaran los líderes indígenas, porque ellos conocían los límites de su tierra”, cuenta el tuxaua Orlando. De esa época queda una placa de hierro en la Comunidad do Barro donde puede leerse: “Tierras reservadas para domicilio y aprovechamiento de los indios. Ley Estatal 941” Un indígena nos la muestra con orgullo y un grupo de mujeres nos rodea señalando la placa como evidencia de casi cien años de incumplimiento de la ley.
Marcados igual que el ganado
Una de las personas que mejor conoce la historia de los pueblos indígenas de Roraima es el Padre diocesano de Boa Vista, Vanthuy Neto. Nos enseña fotografías antiguas de los indios que vivían a principios de siglo en Raposa. Muchos de esos pueblos ya no existen: fueron extinguidos. Vanthuy nos cuenta las sucesivas invasiones que durante cinco siglos han sufrido los pueblos indígenas: conquistadores portugueses, ganaderos, garimpeiros y, por último, latifundistas del agronegocio. “Los portugueses –comenta Vanthuy- ya pensaban que la manera de controlar a los indios era crearles necesidades con productos que no tuvieran en sus tierras” El alcohol fue uno de esos productos que causó fuertes trastornos en las comunidades. “Los ganaderos –continúa Vanthuy- llegaron a marcar a los indios igual que marcaban a las reses, como si fuesen de su propiedad”. Después, los garimpeiros incrementaron el clima de violencia, trajeron enfermedades y causaron graves daños al medio ambiente.
Guerra declarada contra los indígenas
Sin embargo, la llegada de los latifundistas es más reciente. En 1992 se detectan por primera vez por satélite las plantaciones de arroz en Raposa Serra do Sol; eran 2.111 hectáreas ocupadas. En 2005, ya eran más de 14.000: en sólo trece años crecieron siete veces. Aunque produjeron graves daños ambientales, como la deforestación y el envenenamiento de los ríos con agrotóxicos, el Gobierno del Estado de Roraima premió a los arroceros con la exención de impuestos. Sin embargo, ninguno de ellos ha pagado las multas por deterioro ambiental impuestas por el IBAMA (Instituto Brasileño de Medio Ambiente) y tampoco hay nadie en prisión por las agresiones a los indígenas. “Ya fueron presas algunas de esas personas, pero por periodos muy cortos, ya que disponen de recursos, de capital y de mucha influencia política que consigue revertir los procesos o convertirlos en disputas jurídicas interminables”, afirma Paulo Santille, Coordinador de Identificación y delimitación de las Tierras Indígenas de la FUNAI. Los indígenas de Raposa están acostumbrados a que la justicia tenga una doble vara de medir. Mientras los arroceros agreden con impunidad, ellos son multados con 100.000 reales (63.000 dólares) por cortar los caminos en señal de protesta. “Existe justicia, aquí en nuestra tierra, para las personas que tienen dinero, que la pueden comprar, mientras nosotros somos olvidados”, afirma un joven indígena de la aldea Dez Irmaos.
Rosane Lacerda, profesora de derecho de la Universidad de Brasilia, asegura que “existe un intenso proceso de criminalización del movimiento indígena” Para la abogada se puede hablar de “una guerra declarada contra los pueblos indígenas por parte de los sectores que tienen intereses económicos en sus tierras”.
“El problema es de quien defiende la vida”
Davi Kopenawa, el líder del pueblo yanomami es consciente de la importancia que la decisión judicial tendrá para todos los indígenas “Si nosotros perdemos esta pelea, se derramará mucha sangre en nuestra CONTACT _Con-3E08852793 \c \s \l tierra”. Los yanomami, también habitantes del Estado de Roraima, sufren aún la invasión de 600 garimpeiros y empresas mineradoras, a pesar de que su tierra fue demarcada en 1992. Su mayor problema son las enfermedades traídas por los hombres blancos que diezman a su población. En los años 80 murió un 20% de la población yanomami.
Oro Kayapó, jefe de la aldea Mocaracó -donde viven 400 indios Kayapó- nos cuenta en Brasilia, frente a la sede de la FUNAI, que si los parientes de Raposa Serra do Sol necesitan ayuda, irán allí todos a luchar para impedir que se sigan produciendo agresiones contra los indígenas. Oro ha venido a Brasilia con parte de su comunidad. También tienen graves problemas de salud y necesitan más apoyo educativo por parte de las instituciones brasileñas. Una de las organizaciones que se dedica a coordinar la lucha indígena es la Comisión de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña (COIAB), presidida por el indio Sateré–Maué, Gecinaldo Barbosa. Lo entrevistamos en Manaos, frente a las aguas del Río Negro. Para Barbosa el problema trasciende las fronteras de Brasil. “Amazonia es de Brasil, pero el problema es del mundo entero; el problema es de quien defiende la vida”.
La soja, primera causa de deforestación
La presión sobre las tierras indígenas del agronegocio se ha intensificado a partir de la “revolución de los biocombustibles” y de la necesidad de producir piensos para alimentar la cabaña ganadera mundial y dar respuesta a la creciente demanda de carne. Según cálculos de Greenpeace, desde la llegada al poder del Presidente Lula da Silva en enero de 2003, se han destruido casi 70.000 km2 de selva amazónica. La organización ecologista señala a las plantaciones de soja como primera causa de deforestación. Tres multinacionales estadounidenses –Archer Daniels Midland (ADM), Bunge y Cargill – controlan el 60% de las exportaciones de soja procedente de Brasil. Para Gecinaldo Barbosa, “la Ministra de Medio Ambiente – que dimitió el pasado mes de mayo- fue sacrificada por el agronegocio. Ese poder está ganando fuerzas y está cercando al Presidente Lula”, y añade “en nombre del progreso se está destruyendo Amazonia”.
El único país con nombre de árbol extinguido
Beto Ricardo, coordinador del Instituto Socio Ambiental de Brasil (ISA), considera al gobierno de Lula como un “gobierno desarrollista” inmerso en un clima de “cierta euforia económica”. “La presión sobre los indígenas es múltiple –afirma-. No sólo por parte del agronegocio, sino también por obras públicas como carreteras, hidroeléctricas, diques…” Beto Ricardo cuenta cómo en el Parque del Xingú se está viviendo lo que se denomina “el abrazo de la muerte” por causa del agronegocio. “Creado en 1960, este Parque cuenta con tres millones de hectáreas donde viven quince pueblos indígenas. Es un paraíso -dice Beto Ricardo- pero las nacientes del Río Xingú están fuera del Parque y en los últimos diez años el agronegocio ha cortado todas las selvas que rodeaban esas nacientes”. Para el coordinador del ISA “las tierras indígenas no sobrevivirán si no hay un reordenamiento ecológico y económico del país y de Amazonia”. Como metáfora de lo que sucede, afirma que “Brasil es el único país con nombre de un árbol extinguido”. Beto Ricardo se refiere al pau brasil. En el siglo XVI los colonizadores portugueses comenzaron a exportar la madera roja de este árbol de la que se extraía una tinta muy apreciada por la aristocracia europea. El árbol se extinguió por completo.
La última frontera agrícola
Para Nilva Barauna, Superintendente del IBAMA en Roraima, Raposa Serra do Sol constituye “la última frontera agrícola” ambicionada por el agronegocio. Además de las agresiones hacia los indígenas, Barauna destaca las consecuencias ambientales. “En Raposa Serra do Sol vamos a tener una modificación importante del paisaje, de los recursos hídricos, de la fauna y de la flora debido a las plantaciones de arroz”. Gercimar Moraes Malheiro, indio macuxí y coordinador en Boa Vista del Proyecto de Protección de las Poblaciones y Tierras Indígenas de Amazonia (PPTAL), confirma el daño ambiental: “Todo el veneno, todos los residuos de la pulverización del arroz, son vertidos en los ríos”. Una de las marcas de arroz que vende el latifundista Paulo César Quartiero, “Arroz Acostumado”, lleva impreso en la bolsa en grandes letras “Arroz limpio”.
A pesar de las agresiones y de los informes del IBAMA sobre el impacto ambiental, la inmensa mayoría de la población no indígena del Estado de Roraima apoya la permanencia de los arroceros, ya que “aportan riqueza y empleo”, y considera a los indios un impedimento para el desarrollo de la región. Tienen miedo a que haya una crisis económica si los arroceros son expulsados. Para la superintendente del IBAMA, el bienestar que para la población ofrecen las plantaciones de arroz es mínimo, ya que “la mayoría del trabajo es mecanizado” –no crea puestos de trabajo-, no pagan impuestos y los beneficios se concentran en pocas manos. Líderes indígenas señalan como causantes de la desinformación de la población de Roraima a los medios de comunicación locales. La abogada Rosane Lacerda confirma que ciertos sectores mediáticos “están haciendo una difusión sistemática de argumentos contrarios a los derechos indígenas”. Y el tuxaua de Cajú, Severino Oliveira, cree que “los medios de comunicación dan una imagen del indio tonto y perezoso, aunque los indios hoy seamos médicos, abogados, técnicos agrícolas, dentistas y estudiemos en la universidad”
El dilema de la interculturalidad
La capacitación y el desarrollo llevados a cabo en Raposa Serra do Sol contrasta con los tópicos que aún prevalecen sobre las poblaciones indígenas. En Raposa Serra do Sol actúan 250 profesores indígenas en 116 escuelas, y más de 400 agentes indígenas de salud. Tienen 62 laboratorios y 187 puestos sanitarios. Algunas personas entrevistadas en Boa Vista piensan que los indios que llevan ropa o usan Internet están perdiendo su identidad. El tuxaua Severino Oliveira replica: “A veces me dicen que si llevo ropa dejo de ser indio. Yo me pregunto qué harían conmigo en la ciudad si apareciera desnudo por la calle…” Santinha Da Silva también responde con rotundidad: “¿si usted se pone un collar indígena deja de ser blanca?” La mayoría de los indios ven con buenos ojos la interculturalidad, “siempre que la cultura indígena se mantenga viva” y dicen que “la educación es lo mejor que el hombre blanco trajo a los indígenas”.
“Nunca murió un indio de hambre”
Los indígenas de Raposa Serra do Sol han desarrollado una economía de autoabastecimiento. Cultivan maíz, frijol, plátano, mandioca…, poseen 35.000 cabezas de ganado, y compaginan la “medicina de los blancos” con la medicina tradicional indígena, fundamentada en las plantas medicinales. Santinha Da Silva nos cuenta que “hay gente que dice que cuando los arroceros se marchen, los indígenas morirán de hambre. Ustedes lo están viendo (señalando varias reses). Nunca murió aquí un indio de hambre”. Orlando, el tuxaua de Uiramutá, comenta: “Sabemos plantar, sabemos criar y con mucho cuidado. Sabemos también preservar la naturaleza. La tierra para nosotros es nuestra madre. Hay gente que dice: ah, ustedes no tienen capacidad. Tenemos capacidad…y de sobra”
La propuesta indígena
En Brasil hay 604 tierras indígenas, habitadas por 215 pueblos distintos que hablan 180 idiomas e innumerables dialectos. En ellas viven 600.000 indígenas. En su cosmogonía no existen las fronteras, ni la burocracia, ni la pertenencia de la tierra a ninguna persona. Ahora luchan por adaptarse a la nueva realidad para poder defender su tierra y su modelo de desarrollo, pero sin perder su identidad. Piensan que tienen mucho que aportar en un momento que la naturaleza se “está rebelando contra el mundo” Gecinaldo Barbosa asegura: “vamos a resistir hasta el final de nuestras vidas. Como pueblos indígenas vamos a defender la naturaleza porque tenemos esa concepción de la vida, esa cosmogonía del mundo para el futuro de la humanidad”.
Campaña de movilización
La ONG Pueblos Hermanos y la empresa audiovisual CIPÓ HYPERLINK “http://www.cipocompany.com” www.cipocompany.com han lanzado una campaña de concientización sobre la vulnerabilidad de los pueblos indígenas. En septiembre presentarán un documental rodado en Raposa Serra do Sol. Desde HYPERLINK “http://www.puebloshermanos.org.es” www.puebloshermanos.org.es pueden enviarse mensajes de apoyo a las comunidades indígenas y cartas al Superior Tribunal Federal de Brasil solicitando la expulsión de los latifundistas.
Marta Caravantes Redondo
Nota del Editor del blog: Al referenciarse a Guyana se debe de tener en cuenta los 159.500 Km2 al oeste del río Esequibo sujetos al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.
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